Los establos y sus sementales

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Feliciano sonrió al ver a Verónica frente a él

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Feliciano sonrió al ver a Verónica frente a él.

-tenía tanto tiempo que no te veía mi corazón.- besó su mejilla.

Verónica le sonrió amable mientras comenzaban a charlar de manera amena.

Feliciano Castañeda era padre de Samuel Castañeda. Era un hombre de apariencia joven pero de facciones muy maduras que te hacían dar cuenta que era una persona casi cursando los 50. Estaba forrado en dinero, tenía fincas por doquier y sabía invertir en buenos negocios, tanto que Samuel está seguro de que cuando heredara todo, podría no trabajar en su vida.

Pero Verónica conocía al rubio Samuel y sabía que aquello era imposible. Samuel no era el típico riquillo que era arrogante y se creía lo mejor sólo porqué sabía que moriría rico, no, era un chico de sueños grandes y que le encantaba trabajar en las fincas de su padre, atendiendo a los caballos y aprendiendo sobre todo, para cuando tenga que manejar todo por sí sólo.

Feliciano también era dueño de la banca de apuestas más grande de Miami. ¿Quién no diría que estaba forrado en dinero hasta por donde no le da el sol?.

Feliciano pensó en lo hermosa que estaba la hija de su antiguo socio, Vladimir Malone. Podría ser una falta de respeto hacia su memoria pero no hizo ojos ciegos a aquella criatura de fina piel y cuerpo extremadamente hermoso.

Había crecido mucho desde la última vez que la vio, aunque siempre le había llamado la atención desde que tenía sus 18 años de edad.

Sin embargo Verónica no era tonta y percibía los pensamientos de aquél hombre a través de sus ojos y jamás le haría caso.

Aunque Feliciano era un hombre maduro bastante cautivador para cualquier ojo, nunca llegaría a nada, pues él era padre de uno de sus amigos y no sería tan tonta como para irrespespetarlo de esa manera.

-veo que ya te has cambiado.

Vero miró su vestimenta y asintió.

-quise apurar esto, me siento bastante emocionada de volver a jugar.

El señor sonrió.

-pues dejame ir a cambiarme también, anhelo verte perder.- el hombre se levantó de su asiento, Verónica sonrió con una ceja alzada.

-veremos quién pierde primero.

Lo observó irse, Samuel apareció por un costado.

-estaba ansioso por verte.- murmuró sentándose en el lugar que anteriormente ocupaba su padre.- se le ve a leguas que le llamas la atención.

La chica lo miró expectante esperando una mala reacción o un simple mohín, el cual nunca llegó.

-sabes que nunca le haría caso.

-sé que no, y mi padre se sentirá muy decepcionado.- sus ojos azules se toparon con los marrones de la chica.- sé que no eres así, Vero, te conozco desde hace mucho tiempo, ¿sabes?.

Los deseos de VerónicaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant