Capítulo I

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- Después de que Bárbara Guaimarán se fuera del Arauca. Esta fue unos días a su aldea, aquella en la que sus heridas superficiales fueron curadas, necesitaba cerrar ciclos, y que mejor manera que en donde todo comenzó, ya todos estaban muertos, todos y cada uno de sus despreciables enemigos, los vio morir uno a uno. Si era cierto se había vengado, pero una parte de ella estaba ida, aun quedaban sus fantasmas, esos fantasmas que la aturdían, su vieja Eustaquia siempre le dijo que se sentiría así, pero ella no la quiso escuchar, y ya era muy tarde para lamentaciones, ya había perdido a su hijo y al que siempre sería el amor de su vida.

- Por el llano se encontraba Santos Luzardo cabalgando sobre cabos blanco, sin rumbo aparente, luego de cabalgar se detuvo y se encontró con la posa de los suspiros, aquella donde su amor con Doña Bárbara fue puro hermoso, indescriptible, y lo más importante, donde la vio por primera vez. Ya habían pasado algunos meses en los que ella se había marchado, dejando en su interior un vacío, varios meses en los que se había casado con la hija de la mujer que realmente amaba, meses en los que vivía sumergido en una farsa y de ella saco frutos, ya su actual esposa estaba embarazada, el todos lo días se lamentaba, y su castigo era ese vivir sin el amor de su vida, hasta en el momento en que la vio partir, desde ese momento se dio de cuenta que lo único que lo llevó a ser un Luzardo distinto había sido la mujer a la que humilló, desprecio y engaño con alguien de su misma sangre, se dio cuenta de que el no era muy diferente a su padre, el ya había logrado ser un Luzardo distinto, pero sus prejuicios lo llevaron al abismo, lo peor, siempre pensó que la culpa había sido de Bárbara, y hasta el instante en que vio como su corazón se despedazaba segundo a segundo con su partida, justo ahí supo que ella nunca tuvo la culpa, el la había orillado a mentirle, y lo peor el la hizo pedazos metiéndose con Marisela su hija. Ya era muy tarde para volver todo atrás y cambiar las cosas, Bárbara se había marchado quien sabe a donde, y a el le tocaba vivir con la farsa que el mismo creo.

- Después de que Bárbara pasará varios días como bien saben en la aldea, se marchó de allí un poco más despejada gracias a que el cacique este la ayudó a entra en su interior y así poder despejarse un poco, y en ello logró reencontrarse con su vieja, con su indio y con su bebé, aquel que perdió y la llevó a perder la cordura por un tiempo. Esa noche soñó con los seres que más amaba, los tres le decían que siguiera con su vida, que ellos estarían siempre junto a ella, le pidieron que no se aflija por todo lo sucedido, que echará para adelante como siempre y formara una vida nueva, esta vez sin venganzas, ella los escuchaba muy atenta y con lágrimas deslizándose por sus mejillas, ahí estaba su bebé aunque no estaba tan pequeño tenía como 5 años o eso aparentaba mientras le decía lo mucho que la amaba Y quería que fuera feliz. Su hijo, un hombrecito era lo que iba a tener si no lo hubiese perdido. Ese pequeño hermoso fue lo último que vio antes de despertar aquella noche, con lágrimas en los ojos se permitió llorar en las penumbras a sus seres amados, los únicos que velaron por ella, aquellos que ahora tenía la certeza que siempre estarían con ella donde estuviera.

- Recordando aquel sueño de aquella noche estaba en su habitación, aquella alcoba cómoda y acogedora en una casa a las afueras de la ciudad, donde ahora se residía. Esa casa era muy linda y había algo en ella que la atrajo desde el instante en que la había visto, llevaba pocas semanas ahí y se sentía a gusto, sentía paz y una tranquilidad única, la naturaleza estaba a su alrededor y un olor a pinos la acompañaba junto el sonido de los Pajaritos, en un tiempo la hubieran aturdido, pero ahora no, era la única compañía que tenía, y si ese sonido la relajaba y podía estudiar muy bien.

- En los meses que pasó en la capital se inscribió en varios cursos. Hay conoció a un hombre muy ameno, estaba bien loco, pero tan vez eso era lo que le faltaba a su vida una que otra locura, el la hacia reír y disfrutar de su compañía, aunque si al principio no fue tan amable con el, pero este poco a poco se fue acercando y ella ya estaba harta de rechazar su amistad, al menos eso era lo que el decía que quería de ella, solo una hermosa amistad, y vamos que perdía con eso.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora