7.-ese mayordomo , me descubre...

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Poco a poco, mis sentidos fueron reintegrados. Un almibarado sabor a leche era presenciado poco a poco en mi boca. Un sabor entrañable y fraternal, un sabor a tardes en Londres o mañanas en New York con mis padres. Un sabor que indicaba la hora del té o la hora de despertar. Mis parpados temblaron en un suave zumbido antes de despertar, en el mismo lugar, en la misma habitación, pero con un aire y tiempo completamente distinto. Anclé con esfuerzo mis manos al suelo y reposé el peso de la mitad de mi cuerpo en este. Miré a mi alrededor; cuadros, tapiz, alfombrado, el aroma del espacio e incluso el polvo no era el mismo. Había una sensación, una duda morena, que no me permitía pensar en otra cosa más que "la reconstrucción de 1885".

Poco a poco, mis débiles piernas fueron adoptando la fuerza parecidas a la de un venado. Me levanté, sacudí el polvo de mi camisa y comencé a caminar. Mientras más exploraba, notaba que esta, es mi mansión, y muy a su vez, esta había sido la mansión carcomida en llamas con la cual soñé en algún momento.

¿por qué siempre me traen aquí?

En mis vagos recuerdos, memorizo de forma dificultosa, haber sido traída acá cuando era un infante. Por eso me fui a vivir con mi madre, con seis años yo ya no soportaba la idea de ver todo el tiempo en mis sueños, mi casa en llamas, escuchar gritos, ver muerte.

Las habitaciones estaban distribuidas de la misma forma que en el presente. Caminé hacia mi habitación y esta, al igual que toda la casa, era adornada por detalles azules y blancos telajes. Muebles antiguos y detallados, cuadros grandes y llenos de esfuerzo, tradiciones, antepasados, karmas y maderas completamente nuevas. Esto era esta mansión. Caminé al despacho de mi padre, por detrás de la puerta se escuchaba una conmoción. Una vez adentro, y entrando a esta con cautela, pude mirar la espalda de Sebastian; y es que era el sin dudas, su alto tallaje, su fina postura, su calmado estar y su protocolar distancia con las personas. Su aroma a roció, a vaguada costera.

Era una discusión, claramente. La persona que estaba delante de Sebastian golpeó la mesa y con curiosidad, con un miedo inútil de ser atrapada, me asomé tras su espalda para ver quién era el culpable del estruendo reciente. Un chico, un adolescente de ojos azules, tez pálida, débil contextura y mirada firme. Estatura, ojos teñidos por un zafiro inigualable, cabello azabache, gestos y una mirada cargada de odio, de tristeza, de un eterno lamento. Si no fuese porque era un chico y que mi cabello llegaba casi hasta mis codos, apostaría a que él es un hermano perdido.

Volteé sobre mis talones y miré a Sebastian. Su mirada se dirigía con decoro a el chico, lo miraba tal cual como me miraba a mí; burlón, expectante, con fidelidad y cortesía. Pronto perdí el interés en observar a las personas y me puse a caminar por la habitación, observando y notando como muchos muebles aún se conservaban en la actualidad.

-señorita. -no era la voz trémula de Sebastian. Una protocolar pero firme voz, con un timbre adolescente y algo grave. Me volteé y miré al pequeño hombre. Él me sonreía, gustoso de mi visita, observó a Sebastian.

-señorita ¿Qué hace acá? -volteé una vez más, sorprendida, sin entender en lo absoluto la situación ¿ellos pudieron verme todo el tiempo? Pronto Sebastian dirigía sus determinantes pasos hacia mí, su sonido era elegante y seductor, completamente aterrador por la situación. Mi mirada se nubló y sin aviso, todo fue a negro.

Sentía la voz de mi abuelo, él me hablaba con cariño, entregando como siempre su consejo nostálgico. "mi amor, ____, debes tener siempre cuidado y siempre saber cuándo te debes rendir. Rendirse no es perder, es solo esperar tu próximo mejor momento. Si te mantienes en una lucha eternamente y miras por un largo tiempo un abismo, el abismo también mira dentro de ti."

Levanté mi cuerpo sin cuidado, mi pesada y húmeda cabellera estorbaba, mi pijama pegado a mi cuerpo se movía con rapidez debido a mi acelerada respiración y yo solo miré mis removidas sabanas de un extraño sueño. Mi mano dolía y una vez solté mis puños, noté como aun sostenía el anillo que en algún momento saqué. Su azul me hipnotizaba y me devolvía recuerdos de un sueño que había sido prontamente desechado por mi memoria de corto plazo.

-El chico, Sebastian ¿mi abuelo? -suspiré frustrada y revolví mi cabello para evaporar un poco su humedad- ¡que confuso todo! -tiré mí ya algo largo fleco hacia atrás e intenté quedarme unos segundos intentando en vano recordar un sueño que me gritaba ser importante. Miré una vez más miré el anillo, la sensación era angustiante, era tener un grito de desesperación y la agonía de un indeseado final. Su azul era pena, era intensidad, era abismo. - que mala sensación, digna reliquia de un demonio.

Acerqué mis descalzos pies al suelo y comencé a caminar sin un destino definido. Sentía el deber de entregar de forma sigilosa y desapercibida el anillo a Sebastian. Lo medio conocía, su comportamiento típico me decía; el aparecerá con un rostro inmensamente modesto y sorprendido, pero a la vez extremadamente burlón y sensual a preguntar acerca de mi curiosidad y su frase será "aprecio su interés en mis cosas señorita ¿desea revisar algo mas? Puedo dar mi permiso esta vez" y yo refunfuñaré, haré pataletas y berrinches por haber dejado que se burle de mí.

Mis pies descalzos avanzaban con cautela y reserva por toda la taciturna casa a las cuatro cincuenta am, con mi poca memoria pragmática, recordaba a pocas el camino a la habitación de la casa. Ala oeste de la casa, cuarta puerta ¿o era la tercera? Sin preguntarlo dos veces me adentré a la tercera habitación y una vez su perfume inundó mis fosas nasales supe que ese era mi destino.

Me adentré con aun más cautela, con los pies en punta y pisando en lugares que sabría que no generarían ruido en lo más absoluto. Miré la habitación y el ropero se encontraba justo al lado de la cama de Sebastian; sería claramente un riesgo dejarlo ahí. Opté por la mesa de trabajo que había dentro de la habitación y comencé a caminar. Una vez me fue permitido, mi mirada se desviaba al cuerpo que reposaba sobre la cama. Una camisa traslucida de herbácea, pantalones holgados y de tela gruesa, pies descalzos y un libro sobre su rostro. La imagen de Sebastian durmiendo era como la nueva promoción de un perfume de Clive Christian. Aunque una duda nació en mi

¿los demonios dormían?

Mi insensatez llevó a que mi sigiloso caminar fuese interrumpido por un mueble que golpeaba mi dedo meñique sin cautela y sin piedad. Me retorcía por dentro, lloraba y pataleaba, golpeaba el mueble en berrinche por el golpe y daba caricias al área afectada, pero todo eso se quedaba en mi imaginación y en cambio solo me había quedado quieta, dejando escapar un pequeño gemido inaudible. Suspire como una mujer a punto de parir y rogué para que mi cautela siguiese intacta. Luego de esperar un rato y no sentir movimiento, avancé.

Estaba cerca del escritorio, comencé de forma adelantada a buscar el anillo en el bolsillo de mi camisa para dormir, pero mi mano se quedó quieta, mi caminar estático y solo un escalofrió que recorría toda mi espina dorsal me hizo notar de que aun luego del susto y mal presentimiento, seguía viva.

-buen día, señorita...

He sido pillada como un ratón en la cocina. 

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hola mis señoritas y señores, ¿como están el día de hoy? 

Sí, sé que mi desempeño no ha sido el mejor, pero realmente estoy haciendo los capítulos a su semejanza, pero con el estilo que tengo para escribir ahora, entonces, todo es muy difícil :C  ¿meper d0nas?  Bueno, de todas formas acá está el nuevo capitulo y les quiero hacer la misma pregunta que hice hace cuatro años ¿quieren un pequeño adelanto del siguiente capitulo narrado por Sebastian? o ¿prefieren el enigma nada mas? 

como siempre digo, votar y comentar es completamente gratis y aprovechen que es de las pocas cosas que van quedando. Nos vemos en un siguiente capitulo 

las amoo<3

Yes, my lady ×Sebastian Michaelis×[editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora