20.

18.7K 2K 237
                                    

ELENA:

Luego de media hora de risas por los comentarios de William, de malas miradas por parte de Eline hacia Sebas y de ser alimentada por él, la enfermera volvió, pero esta vez su objetivo fue el rubio. William, a diferencia de Sebastián, le guiñó un ojo antes que anunciara que ya podía irme. Al parecer Christian había hecho todo el papeleo. En lugar de preguntarme por qué mi padre no se dignó en visitarme, me concentré en decidir si lo mejor era cancelar mi vuelo o, efectivamente, viajar mañana a Atenas. Extrañaba muchísimo a mis dos mejores amigos y daría lo que fuera por verlos, pero muy en el fondo me dolía irme así, sin más, aunque fueran solamente un par de días.

¿Por qué?, era la pregunta del siglo.

Como me había recostado en la cama, me volví a sentar y entonces me percaté de lo vacía que estaba la habitación. William y Eline en algún momento de mi ensoñación habían desaparecido, dejándonos a Sebastián y a mí solos otra vez. ¿Qué maldita fuerza es responsable de que en cada oportunidad que se presente termine a solas con Mr. Reencarnación de la Masculinidad? Sea la fuerza que sea, debí haber cometido un horrible acto en una vida pasada para terminar estando muy estrechamente relacionada con él.

—Ummm... no tengo ropa —declaré para distraerlo y así tratar de no sentirme tan observada.

Sus ojos azules estaban perforándome el alma.

—Soy consciente de ese hecho.

Mi prometido, apoyado contra la pared como si estuviera posando para una revista, me sonrío antes de irse acercando a mí a paso lento. Mis muslos reaccionaron apretándose involuntariamente ante la intensidad de su mirada. Juraba que apenas saliera de aquí iría a hablar con Xavier porque a) el hospital me administró algún tipo de sustancia afrodisiaca sin mi consentimiento o b) me demandaría a mí misma por desearlo, lo cual era un crimen a mis principios.

La idea de este matrimonio era hacerle la vida imposible, no follarlo hasta que no pudiera mantenerse de pie, pero el universo parecía querer otra cosa, haciéndome sentir como lava por él, y ¿quién demonios era yo para contradecirlo?

—Sebastián... —murmuré ahogándome en mi propia saliva.

El moreno no me dio oportunidad de saber o al menos sospechar lo que pretendía hacer. Simplemente se arrodilló en el suelo cuando estuvo frente a mí y, de una maleta en el piso que no había notado hasta estos momentos, sacó un par de medias de estampado de tortugas bebés que identifiqué como mías.

¿De dónde las había sacado?

Él aprovechó mi estado de shock para ponérmelas delicadamente en los pies, cubriéndolos y causándome cosquillas. Seguido de ello metió nuevamente su mano en la maleta y extrajo un suéter, pantalones de pijama y pantuflas.

—¿Qué...? —pregunté sin tener idea de qué demonios sucedía.

Callándome, sin previo aviso Sebastián se levantó y se abrió paso entre mis temblorosas piernas para coger el dobladillo de la bata blanca que me dio el hospital. Nerviosa por primera vez en mucho tiempo, me dejé hacer y recosté mi cabeza en su torso mientras me instaba a levantar los brazos para sacármela con suavidad. Podía oír una pequeña vocecita en mi cabeza, más no la única, chillando indignada: ¿por qué permites que él haga esto?

¡Por que nos encanta!, le respondía otra con más fuerza.

Cuando sentí las mangas del trozo de tela rozar mis manos quedé completamente desnuda ante él. Todavía conservaba mis bragas de algodón, sostén y medias de tortuga, pero era como estar completamente desnuda considerando que él ya sabía cómo era mi cuerpo sin nada de ropa.

Amor condicional © (STAMFORD #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora