8.

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ELENA:

Inhala...

Exhala...

Inhala...

Exhala...

Inhala...

—Tranquilízate, Elena. La que se va a casar soy yo, no tú —me dijo Eline con resignación en sus ojos, mirándose en el gran espejo de mi cuarto. Lo triste del asunto es que se veía muy bonita con el vestido color gris hasta el piso que resaltaban el azul de sus ojos y que se acoplaba a su cuerpo como a un guante.

Sonreí, eso no era del todo cierto.

—Tienes razón. Voy a cambiarme —le anuncié mientras le amarraba un collar con un pequeño zafiro azul en forma de flor en él—. Si no se nos hace tarde y el estu... —Me aclaré la garganta ante la mirada de reproche y tristeza de Eline. Era tan buena que aunque Sebastián le fuera arruinar la vida, nunca hablaba mal de él a sus espaldas—. Sebastián ya nos está esperando.

—De acuerdo, te esperare abajo, ¿sí?

Asentí y ella salió de la habitación, dejándome sola con el hermoso vestido que usaría hoy. Salí de la bata de baño que tenía puesta y entré en el mío. Me llegaba un poco más arriba de las rodillas que era en forma de V por delante y dejaba mi espalda descubierta hasta la cintura. Mis pies protestaron al entrar en las lindas sandalias plateadas, dejé mis rizos sueltos y me maquillé ligeramente haciéndome una delgada línea de kohl en los ojos y pintando mis labios de un suave rosa.

Tomando mi diminuto bolso negro salí de la habitación y baje las escaleras, dónde me encontré a Marta con un lindo vestido lila esperándome en el sofá con Eline. Ambas abrieron los ojos como platos al verme.

—Elena, estás hermosa, pero creo que papá pensará que el vestido es... —Eline hizo una pausa buscando la palabra correcta—. ¿Inapropiado?

—Creo que Eline tiene razón, Elena —le apoyó Marta.

—Nosotras te esperamos aquí mientras te cambias pero date prisa.

Los ojos de Eline estaban llenos de súplica. Me crucé de brazos y alcé una ceja ante sus palabras.

—A ver, Eline. ¿A él le importó lo que tú pensaras? —Esperé a que negara con la cabeza tristemente con lágrimas en los ojos—. Entonces no entiendo porqué me debería importar lo que piense el casamentero, así que vámonos.

Salimos al exterior donde un bonito auto con chofer nos esperaba aparcado en la entrada. Eline, antes de entrar, giró la cabeza buscando a algo que no encontró porque sus ojos se llenaron de lágrimas, aún más. Le puse la mano en el hombro y le sonreí transmitiéndole fuerzas, ella me respondió con algo parecido a un intento de sonrisa y entró en el auto, seguida de Marta que me dedicó una mirada cómplice y a la vez triste. Ella sabía lo que iba a hacer.

Hoy acabaría todo el sufrimiento de Eline.

Cuando llegamos al salón de fiestas en el hotel, había al menos unas setenta personas y muchos periodistas en la recepción. Exactamente como quería.

Con muchos testigos.

Cuando estábamos entrando se acercaron a tomarnos fotos y de repente alguien tocó mi hombro suavemente. Me di la vuelta y encontré una pequeña periodista morena con mechones rosas, delgada y de tez blanca que me habló con ansiedad.

—La revista para la que trabajo no recibió una invitación, apenas estamos empezando, pero sería de gran ayuda si al menos nos dijera el por qué de su regreso tan repentino, ¿puede?

Amor condicional © (STAMFORD #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora