El amor ludópata

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¡Has entrado en la «gran» aventura del amor, en un emocionante y trepidante juego en el que nunca sabes lo que va a pasar, y esto aumenta mucho la adicción! ¡Bienvenida a la montaña rusa del sufrimiento sin fin! Si su amor combina una de cal con otra de arena, esto incrementará terriblemente la ansiedad, el estar pendiente, el deseo y, a pesar de que no obtengas nunca beneficios estables, estarás enganchada a una relación que te hará vivir un torbellino emocional constante. Una adicción ludópata utiliza el estímulo intermitente de Pavlov. Pavlov hizo experimentos para estudiar el deseo a través de unos perros y lo hizo midiendo la salivación (cuanta más saliva, más deseo). Los perros oían una campana y al momento les daban la comida. Cada vez que oían la campana, su deseo de comer aumentaba. Pero la regularidad estancó el deseo, cada vez salivaban menos. Hasta que Pavlov inventó el estímulo intermitente: sonaba la campana y algunas veces comían y otras no… es decir, les cantaba a los perros el «Quizás, quizás, quizás» de Nat King Cole y su deseo aumentó hasta límites insospechados. No es muy adecuado que te hagan babear como a un perro, pero como dijo en clase nuestro profesor de psicología: «Si queréis enamorar, utilizad el estímulo intermitente de Pavlov: es infalible». Sin embargo, de lo que se trata no es de jugar al amor, sino de amar, ¿no? También es posible que estés con alguien que sea un experto en el juego. Hay quien hace del amor una forma de placer físico; otros juegan a conquistar, manejan las artes del deseo y utilizan sistemáticamente el estímulo intermitente de Pavlov. La forma en la que amamos es también un espejo donde podemos ver nuestro verdadero rostro. Hay muchas formas de amar, pero se pueden dividir todas ellas en dos: el buen y el mal amor. El buen amor procura el bien del otro, en el mal amor el otro tiene un papel secundario: la otra parte sólo es un puente para llegar a uno mismo. Se utiliza el nombre del amor para sentir poder, para dominar, para aumentar la propia autoestima, para sentirse mejor, para no estar solo, para complacerse observando los desvelos y atenciones que se despierta en los demás… La adicción ludópata se basa en el hecho de que, a pesar de que siempre se pierde más de lo que se gana, se mantiene la esperanza de ganar (cosa absolutamente ilógica). Y son precisamente los pequeños triunfos puntuales los que hacen jugar con muchas más ganas y perder mucho más que antes. Me refiero a una tarde de sexo, un «te quiero», unos instantes en los que vuelves a sentirte querida.

TOMA NOTA

■ No seas puro deseo; como decía Nietzsche, no tengas el automatismo de un piano, que suena a la mínima presión. Decide a qué respondes. La aristocracia del alma siempre tiene que ver con el dominio de uno mismo y con poner el máximo de pasión en lo que se escoja (no en lo que falsamente crees que no puedes evitar pero que, con la suficiente determinación y convencimiento, sí es posible dejar de lado).

ENCARCELADA EN UN AXIOMA
Sólo serás libre si eres capaz de perder. Mientras tengas una verdad fundamental que sea un axioma (una verdad que no te atreves ni a cuestionar) eres prisionera de una situación.
María era explotada laboralmente pero se había convencido —vivía encarcelada en el axioma— de que ése era el trabajo de su vida: ser abogada en un prestigioso bufete; los horarios, las condiciones laborales, todo era absolutamente injusto. Aun así, ella deseaba pertenecer a ese bufete; trabajar en una organización que no fuera precisamente aquélla era a sus ojos lo peor que le podía ocurrir laboralmente. Un día, ya enferma, estresada, tocando fondo, después de cinco años, decidió pedir unas mejoras laborales con la predisposición a perder el empleo, llegado el caso. Fue entonces cuando las logró. Mientras las pedía tímida mente, mientras sus superiores eran conscientes de que no pensaba abandonar el empleo, no las consiguió; sólo cuando estuvo dispuesta, de verdad, a perder ese terrible puesto de trabajo, su vida cambió.
También ocurre lo mismo en las relaciones: mientras haya una certeza tabú —que pase lo que pase pero que no me deje— no eres libre y, si no eres libre, significa que vivirás sometida. Tu fuerza, tu verdadera libertad, está en poder perder, de verdad. Porque en el fondo no pierdes, pues lo que tienes y defiendes con uñas y dientes no vale apenas nada. Cuando comprendes que estás aferrada a algo de escaso valor y que lo que hay no importa tanto, que así no lo quieres —que a lo que estás enganchada es a lo que podría ser pero no es—, entonces te liberas, te dejas ir y vives bien, mucho mejor que soportando situaciones injustas y de sometimiento. Los antiguos estoicos se reservaban una última libertad a la que siempre podían acudir: salir de la vida. Evidentemente, no estamos hablando de esta autonomía, de esta radical libertad: si la situación es insostenible, me voy de la existencia. No, pero sí debemos adoptar de los estoicos esta capacidad de renunciar a algo que en realidad no vale la pena. Poder salir, poder acabar, poder dejarlo, poder renunciar. Sin este poder, no tienes ningún poder, estás destinada al sometimiento. Sólo si verdaderamente estás dispuesta a perder, podrás empezar a ganar.


⠀El Amor No Duele.Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz