9. LA TAREA NOS CONCIERNE A TODOS

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Aliento a todos los responsables

62. Ahora, Hermanos e Hijos queridísimos, quisiera que mis palabras, concebidas como una grave y ardiente exhortación de mi ministerio de Pastor de la Iglesia universal, enardecieran vuestros corazones a la manera de las cartas de san Pablo a sus compañeros de Evangelio Tito y Timoteo, a la manera de san Agustín cuando escribía al diácono Deogracias, desalentado sobre el gozo de catequizar[112]. ¡Sí, quiero sembrar pródigamente en el corazón de todos los responsables, tan numerosos y diversos, de la enseñanza religiosa y del adiestramiento en la vida según el Evangelio, el valor, la esperanza y el entusiasmo!

Obispos

63. Me dirijo ante todo a vosotros, mis Hermanos Obispos: el Concilio Vaticano II ya os recordó explícitamente vuestra tarea en el campo catequético[113], y los Padres de la IV Asamblea general del Sínodo lo subrayaron expresamente.

En el campo de la catequesis tenéis vosotros, queridísimos Hermanos, una misión particular en vuestras Iglesias: en ellas sois los primeros responsables de la catequesis, los catequistas por excelencia. Lleváis también con el Papa en el espíritu de la colegialidad episcopal, el peso de la catequesis en la Iglesia entera. Permitid, pues que os hable con el corazón en la mano.

Sé que el ministerio episcopal que tenéis encomendado es cada día más complejo y abrumador. Os requieren mil compromisos, desde la formación de nuevos sacerdotes, a la presencia activa en medio de las comunidades de fieles, desde la celebración viva y digna del culto y de los sacramentos, a la solicitud por la promoción humana y por la defensa de los derechos del hombre. Pues bien, ¡que la solicitud por promover una catequesis activa y eficaz no ceda en nada a cualquier otra preocupación. Esta solicitud os llevará a transmitir personalmente a vuestros fieles la doctrina de vida. Pero debe llevaros también a haceros cargo en vuestras diócesis, en conformidad con los planes de la Conferencia episcopal a la que pertenecéis, de la alta dirección de la catequesis, rodeándoos de colaboradores competentes y dignos de confianza. Vuestro cometido principal consistirá en suscitar y mantener en vuestras Iglesias una verdadera mística de la catequesis, pero una mística que se encarne en una organización adecuada y eficaz, haciendo uso de las personas, de los medios e instrumentos, así como de los recursos necesarios. Tened la seguridad de que, si funciona bien la catequesis en las Iglesias locales, todo el resto resulta más fácil. Por lo demás —¿hace falta decíroslo?— vuestro celo os impondrá eventualmente la tarea ingrata de denunciar desviaciones y corregir errores, pero con mucha mayor frecuencia os deparará el gozo y el consuelo de proclamar la sana doctrina y de ver cómo florecen vuestras Iglesias gracias a la catequesis impartida como quiere el Señor.

Sacerdotes

64. En cuanto a vosotros, sacerdotes, aquí tenéis un campo en el que sois los colaboradores inmediatos de vuestros Obispos. El Concilio os ha llamado «educadores de la fe»[114]: ¿Cómo serlo más cabalmente que dedicando lo mejor de vuestros esfuerzos al crecimiento de vuestras comunidades en la fe? Lo mismo si tenéis un cargo parroquial que si sois capellanes en una escuela, instituto o universidad, si sois responsables de la pastoral a cualquier nivel o animadores de pequeñas o grandes comunidades, pero sobre todo de grupos de jóvenes, la Iglesia espera de vosotros que no dejéis nada por hacer con miras a una obra catequética bien estructurada y bien orientada. Los diáconos y demás ministros que pueda haber en torno vuestro son vuestros cooperadores natos. Todos los creyentes tienen derecho a la catequesis; todos los pastores tienen el deber de impartirla. A las autoridades civiles pediremos siempre que respeten la libertad de la enseñanza catequética; a vosotros, ministros de Jesucristo, os suplico con todas mis fuerzas: no permitáis que, por una cierta falta de celo, como consecuencia de alguna idea inoportuna, preconcebida, los fieles se queden sin catequesis. Que no se pueda decir: «los pequeñuelos piden pan y no hay quien se lo parta»[115].

CATECHESI TRADENDAE_Juan Pablo IIWhere stories live. Discover now