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Los días pasaron tan tortuosos para Lev, quien no dejó de ir ningún día al puente donde se había reencontrado con Yaku Morisuke.

Iba un rato por la mañana, esperaba junto a los pequeños copos de nieve que caían a su alrededor y sobre él. Hasta que después de un rato que sus dedos se congelen, se iba.

Volvía en la tarde, a veces llevaba chocolate caliente en un portador rojo o café en un vaso que compraba de alguna máquina de por allí. Cuando ya no le quedaba nada más por observar en el agua que corría helada abajo o la gente que caminaba muy abrigada, se iba.

Y por último, llegaba por la noche nuevamente al lugar, obviamente sin mínimo rastro del mayor y aun así Lev no perdía las esperanzas en que algún día volvería con su respuesta.

En momentos, sentía pena por si mismo, hasta que recordaba que Yaku también volvió durante tantos años al mismo lugar en busca de alguien que jamás llegó... De esa manera quitaba el pensamiento de casi decepción y dolor de su cabeza.

Esperaría hasta el día de su muerte a Yaku-san si era necesario.

El ir siempre al mismo lugar se volvió rutina para el chico, nunca cambiaba nada, ni siquiera su ilusión, pero de cualquier manera iba, iba porque sabía que el castaño llegaría del otro lado del puente, sonriendo y diciéndole que estarían juntos. Iba porque amaba a Yaku Morisuke, lo amaba con tal demencia que no le importaría hacer locuras por él. Iba porque quería creerse el cuento de que él sería aceptado y un final feliz por siempre. Iba... Porque no podía hacer nada al respecto.

Esa noche era particularmente fría, la nieve caía con más fuerza que cualquier otra noche y a pesar de toda la ropa que traía puesta, sentía como cada extremidad suya se congelaba a medida que caminaba.

La luna era casi invisible en el cielo salvo por la débil luz que proyectaba a través de las nubes. No había ningún murmullo en la calle, con suerte quizá pasaba un lento auto o un hombre yendo con prisa tal vez a su hogar.

Si Lev no conociera un poco más el lugar donde vivía, diría que él era el único en una ciudad abandonada.

Se rió de si mismo ante tal pensamiento y comenzó a divagar en su mente, imaginando un apocalipsis zombie donde él era la esperanza de la humanidad y debía rescatarlos a todos de un horroroso final.

Imaginó muchísimos escenarios más mientras iba al centro del puente, hasta que de lejos, divisó el cuerpo de una persona que parecía ser más baja que él.

Llevaba gorro y un abrigo largo que posiblemente llegaba hasta por debajo de sus rodillas. Se encontraba viendo al horizonte, en sus manos un cigarro a medio fumar, que iba de su boca a colgar de sus dedos al agua.

—¿Podría ser...? —se esperanzó al recordar a un castaño fumador hace casi un mes atrás.

Aceleró el pasó, sintiendo en su pecho el martillar de su enamorado corazón y como las juguetonas mariposas de su panza comenzaban a danzar entre ellas otra vez.

El chico del puente, al sentir una presencia acercándose se volteó, viendo a quien llegaba y asegurándose de que era la persona a la que quería ver.

—¡¡Yaku-san!! —exclamó Lev cuando estuvo solo a unos centímetros del nombrado.

—Lev... No seas tan ruidoso —reprochó el otro—. Es de noche y posiblemente haya gente que duerme.

Bajó el enorme gorro de lana que traía, los ojos esmeralda de Haiba se llenaron de lágrimas de emoción (lágrimas que obviamente Yaku no vio de casualidad), al ver nuevamente al chico por el que estaba loco.

Un receso al corazón →LevYaku←Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin