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—¡No, por favor! Yo no quise, no fue mi intención, por favor no.
Abrí mis párpados confusa de los gritos que se escuchaban con claridad en la sala de mi departamento, hasta que recordé que luego de que Theo se quedara completamente dormido, fui a buscar una manta para abrigarlo y luego volví a mi habitación para poder descansar.
Me paré rápidamente y atravesé el pasillo para encontrarme con un Theo sudoroso que no paraba de gritar a alguien en sus sueños que se detuviera. Me acerqué a su lado y lo moví intentando que despertara de la pesadilla que lo atormentaba.
—¡Theo! Soy yo, Tess, por favor abre tus ojos.
Sin embargo, no podía lograr sacar al chico del estado en el que se encontraba. Angustiada, fui a llenar un vaso de agua a la cocina y volví rápidamente al sillón el que seguía recostado.
—De ante mano, lo siento cariño.
Moví mi muñeca y tiré el vaso por sobre su cabeza. El efecto fue inmediato, ya que Theo abrió sus ojos que reflejaban un terrible pánico y terror, me miró y lanzó sus brazos rodeándome mientras lloraba.
—Quería mi corazón, siempre se lo lleva—Sollozó mientras temblaba.
—Está bien, Theo—Susurré tratando de calmarlo—Lo que sea que te atormenta, no está aquí, sólo está en tus sueños y no va a herirte.
—Siempre está en mis pesadillas, Tess, nunca me deja descansar.
Me acerqué más a él y pasé mis manos por sobre su cabello mientras decía palabras tranquilizadoras, pero Theo parecía estar extremadamente abrumado, ya que sus sollozos no se detenían, sino que aumentan junto a una acelerada respiración.
Maldición.
—Theo, necesito que me escuches, concéntrate en mi voz—Acuné su rostro en mis manos—Estás teniendo un ataque de pánico y necesito que intentes respirar despacio.
—No puedo, no puedo, viene por mi Tess.
—Por favor, tranquilo, mírame.
Sin embargo, mis palabras no parecían llegar a Theo, ya que cada vez parecía que se le hacía más difícil poder respirar y detener sus sollozos e hice lo primero que pasó por mi cabeza.
Lo besé.
Y funcionó.
Pero también me quitó la respiración a mi.
Abrí lentamente los ojos asustada de su reacción, pero me sorprendí al ver la intensidad y sorpresa que adornada la mirada de Theo.
—¿Por qué lo hiciste?
—Yo, bueno—Me costó encontrar mi propia voz—Una vez leí que contener la respiración, detiene los ataques. Así que, cuando te besé, dejaste de respirar.
