Serena: Mamá jamás me dará dinero con ésta clase de calificaciones... Si tan solo pudiera estudiar un poco más...—Susurró con cierto pesar— ¡Que más dá! ¡Que se lo lleve el viento! —Arrugó su examen y lo lanzó detrás de si, solo para escuchar el papel rebotar sobre algo y un leve quejido— ¿Eh? —Se volteó solo para divisar a un joven de escasos centímetros más que ella y larga cabellera negra amarrada en una coleta baja, desenvolviendo aquel bollo de examen—

***: Vaya, Bombón. ¿Quién lo diría? 30 puntos... Deberías comenzar a estudiar más, Cabeza hueca. —Dijo plantando la hoja en el rostro de la rubia—

Serena: ¡Mi nombre no es "Bombón" y son parte de mi peinado! ¡No metas tus narices dónde no te importa, Presumido! —Se quitó el papel del rostro para sacarle la lengua al muchacho. Llevaba lentes oscuros y a pesar de ello, se podían divisar sus perfectos ojos zafiros bajo ellos. La joven de cabellos dorados no pudo evitar pensar en que se le hacía familiar, como si hubiera salido de un sueño, sus miradas se cruzaron y para cuándo la joven reaccionó, se volteó tomando su mochila y prácticamente corriendo lejos del contrario— Mi corazón no puede dejar de latir con fuerza... ¿Quién es y porque me siento así?... ¡Que tipo tan extraño! —Gritó para luego seguir su rumbo a casa, recordando como su piel se había puesto como la de una gallina por el escalofrío que la penetrante mirada del joven había provocado en ella. Una vez qué llegó a casa, su madre la recibió con una enorme sonrisa—

Ikuko: ¡Bienvenida a casa, Cariño! ¿Sabes? Kelvin pasó hace un rato para enseñarme su excelente calificación en el examen de matemáticas ¿Cómo te fué a ti, Cielo? —Mencionó alegremente la mujer, mientras que Serena maldecía internamente a Kevin por enviarla directo al matadero. Sacó la arrugada hoja de su maletero, entregándola a su madre con algo de pena. La misma al verla, se enfureció inmediatamente— ¡¿Solo 30 puntos?! ¡Son pésimas calificaciones! ¡Hoy no dormirás en la casa y así será hasta que estudies como es debido! —Gritó empujando a la joven rubia fuera de la casa y cerrando la puerta detrás de ella—

Serena: ¡¿Eh?! ¡Mamá, no es justo! —Lloriqueaba la muchacha, hasta que la voz de su odioso hermano menor se escuchó—

Sammy: Serena tonta ¿Otra vez sacaste malas calificaciones? Eres una cabeza hueca, Hermana, me das vergüenza —Mencionó entre risas el menor, ante lo que Serena, molesta, decidió pegarle una patada—

Serena: ¡Patada de Sailor V! —Pero su pierna rebotó contra la puerta que su hermano había cerrado en su cara— ¡Aaayy! ¡Mi pie! ¡Mamá! ¡Déjame entrar, Por favor! ¡Muero de hambre! ¡Mamá! ¡Mamá! —Comenzó a golpear la puerta con ambas manos esperando a que su madre sintiese algo de pena. Pasó un largo rato hasta que su madre decidiera abrir la puerta y cuándo la hizo, la envió directamente a su habitación. Una vez allí, dejó su maletero y se lanzó a su cama sin ganas de hacer su tarea, acomodándose de lado para quedar profundamente dormida instantes más tarde.—

En el sueño de Serena

Se sentía aterrada. Corría viendo al frente, siendo llevada de la mano por un muchacho desconocido para ella. Sólo podía mover los ojos de un lado a otro intentando reconocer la zona dónde se encontraba, más todo parecía ser un lugar oscuro y desolado. De repente, la imagen cambió a lo que parecía ser, el video juego de Sailor V, intentando rescatar a aquel gato que vió esa mañana—

En la realidad

—Serena abría los ojos lentamente, para encontrarse con aquel ser gatuno de sus sueños—

Serena: Ah, pero si tú eres el gato de ésta mañana ¡Y tienes tú calvita de luna! ¿Cómo entraste aquí? —Preguntó, levantándose un poco—

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