Y Todo Comenzó

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Una joven de larga cabellera rubia, se desperezaba en su cama, sin siquiera percatarse de que volvería a llegar tarde otra vez por no programar bien la alarma. Se levantó lentamente y miró la hora en el rosado reloj, fué entonces cuando un grito retumbó en toda la casa. Se vistió apresuradamente y bajó las escaleras a los tropezones, sin siquiera detenerse a tomar el almuerzo que su madre había preparado para ella la noche anterior, incluso la pobre mujer de cabellos azules le había gritado, pero fué en vano. Allí iba el torbellino rubio, corriendo a toda prisa por las calles de Tokio maldiciendo haberse quedado dormida más de la cuenta, cuándo el tropiezo contra algo bastante blando la hizo caer de rostro al suelo. Se levantó sacudiendo sus ropas y con pequeñas lágrimas en los ojos, volteandose sólo para divisar la figura de un aplastado gato. Por la culpa, se acercó y tomó al felino entre sus brazos, solo para recibir arañazos en el rostro—

Serena: ¡Auch! ¡Auch! ¡No hagas eso, ya te pedí disculpas! ¿Eh? —Miró con curiosidad la forma en la que el pequeño gato movía sus patas como intentando remover la cinta pegada en su frente— Oh, ya veo. Ésta cosa te molesta... ¡No hay problema, yo te la quito! —Tomó la cinta entre sus dedos y la apartó lentamente del pelaje del gato, divisado una calva en forma de luna. Iba a tocarla, cuándo la figura felina saltó sobre su cabeza y posteriormente, sobre una pared observándola fijamente. La joven rubia se quedó mirando al ser gatuno, pero inició nuevamente su carrera a la escuela cuándo las campanas comenzaron a sonar. Tarde, otra vez tarde y por culpa de ello, su profesora de Inglés la sacó fuera de la clase, obligandola a estar parada como castigo. Sollozó un poco antes de fijar su vista a un pequeño rayo de luz que se asomaba por la ventana, recordando así, el sueño que había provocado su llegada tarde. En él, una joven descendía de los cielos para ser sujetada por los brazos de lo que parecía ser un caballero, su verdadero amor. Dió una pequeña vuelta, imaginándose en una situación similar con el amor de su vida, aunque aún no lo conociera— Me encantaría ser una princesa, así no tendría que levantarme temprano ni venir a la escuela, además de que conocería a un guapísimo príncipe —Dijo, soltando un suspiro enamorado al final de su oración. Al término de la hora, salió junto a su mejor amiga, Molly, para almorzar algo durante el receso solo para darse cuenta de que no había tomado su almuerzo por culpa de llegar tarde. Para su suerte, su querida amiga siempre estaba dispuesta a compartir un poco con ella y su hambriento estómago. Fué entonces qué, Kelvin, apareció para asustarlas con su repentina llegada— ¡Kelvin! ¡Que susto! ¡¿Que quieres ahora, entrometido?! —Gritó con molestia la joven rubia—

Kelvin: Solo he venido a contarles sobre la misteriosa Sailor V —Acomodó sus lentes, mostrando su extraña sonrisa —

Serena: ¿Sailor V? —Preguntó confundida la joven, mirando con más atención al muchacho—

Kelvin: No me digas que no la conoces, Serena. Sailor V es una justiciera con traje de marinero. Algunos dicen que es mágica o que tiene Superpoderes, otros simplemente creen que es un agente secreto de la policía. Sólo se puede estar seguros de que ha resuelto más casos que la misma policía y ha atrapado a los más fuertes criminales, ella es toda una diva actualmente.

Serena: —Perdió su mirada en el verde césped, imaginando como sería su vida de ser una guerrera como Sailor V, no tendría la obligación de asistir a clases y sería toda una actriz famosa y reconocida por todos. El golpe de Molly sobre su brazo, la hizo volver a la realidad— ¡Auch! ¡Eso dolió, Molly! —Se quejó la joven haciendo pucheros—

Molly: El receso terminó y tú sólo te la pasas soñando despierta, Serena. Anda, vamos antes de que nos regañen. —Ambas jóvenes se dirigieron a su respectivo salón, dónde el profesor de matemáticas les entregaría sus calificaciones. Como era de costumbre, Serena reprobó con una pésima calificación de 30/100, mientras que Molly la superó por varios puntos más, logrando aprobar. Se quejó un buen rato, hasta que Molly mencionó que su madre ponía en oferta las joyas más bonitas de la joyería donde trabajaba. Todas parecían encantadas con la idea de asistir luego de clases y así lo hicieron, los padres de cada una seguramente les comprarían las baratas joyas por las buenas calificaciones obtenidas. Serena, por su parte, salía del lugar con su examen en la mano—

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