Prólogo

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—Aun así, dime quién eres.

—Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien.

Goethe.  

Aquella noche de invierno la muerte llegó a Darkyria

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Aquella noche de invierno la muerte llegó a Darkyria.

Mis padres, desesperados por los horrores que se vivían en las calles, me ocultaron entre las sombras, y ordenaron a mi tía Kate, —que en aquel entonces tenía doce años— protegerme.

—Regresaremos pronto, mi amor —murmuró mi madre mientras depositaba un beso impregnado de amor en mi frente, como si intuyera que lo peor estaba por suceder.

—Cuida a Dark como si fuera tu vida —dijo mi padre a Kate mientras la abrazaba con fuerza.

—Te lo prometo —respondió.

La oscura mirada de mi progenitor anunciaba la batalla que se libraba contra los Grigori, y en ese preciso instante, comprendí que esa despedida era un adiós labrado en piedra, la rendición ante un destino sombrío. Mis padres se estaban despidiendo porque sabían que jamás regresarían; habían cavado su propia tumba.

Durante miles de años, mi especie se mantuvo en guerra con los ángeles caídos, también conocidos como los Grigori, por la estrella de David. Según antiguas leyendas paganas, esta estrella poseía un poder insondable capaz de redimir a los ángeles caídos, devolviéndolos a los cielos de los que habían sido expulsados. La figura era un hexagrama conformado por dos triángulos equiláteros, que solo desplegaba su poder en manos de un descendiente directo del rey David, mi linaje.

Por milenios, mis ancestros resguardaron la estrella, pero con los siglos esta se perdió. Nadie sabía en dónde estaba. Incluso, corría el rumor de que la estrella solo era una invención de nuestros antepasados para infundir miedo en las frías noches de invierno.

Los Grigori, más allá de ser simples seres desterrados, eran entidades malévolas, pecadores que se deleitaban en la oscuridad de sus acciones corrompidas. Su caída, lejos de ser un acto de redención, los sumía en una espiral de maldad y desenfreno. Las brujas representábamos la luz, ellos la oscuridad.

A mis escasos cinco años era ignorante de todo. No comprendía la vorágine de los acontecimientos, el porqué de aquel ataque, ni la identidad cruel de los Grigori.

En medio de la desconcertante sinfonía de estruendos y lamentos, anhelaba desesperadamente salir del escondite, ansiosa por verificar que mis padres estuvieran a salvo. Sin embargo, la firme mano de Kate me detenía, convirtiéndose en mi protectora involuntaria.

Un pensamiento inoportuno cruzó mi mente, recordándome el don que mi madre me había legado: la capacidad de teletransportarme con solo pensar en el lugar en el que quería estar. Deseé con tanto fervor ver a mis padres, que aparecí frente a ellos casi de inmediato, pero no de la manera como quería encontrarlos.

En las caóticas calles, mi padre yacía sin vida con una herida en el cuello; mientras mi madre, herida, pero con vida, luchaba por respirar a escasa distancia. Corrí hacia ella, abrazándola con la fuerza desesperada de quien intenta retener el tiempo que se escapa. Mi corazón se fragmentó en mil pedazos al escuchar sus palabras entrecortadas, la tos mezclada con sangre revelando la brutalidad de la batalla.

—Mamá... —susurré con lágrimas que se deslizaban por mis mejillas. Sus palabras ni siquiera eran coherentes. Su último aliento se escapó entre mis brazos.

La impotencia y el sufrimiento se entrelazaron en mi ser, desgarrando mi alma mientras la realidad se quebraba. Un dolor indescriptible me arrojó al suelo, convulsionando como una presa envenenada, como si algo oscuro quisiera emerger desde las profundidades de mi ser. La energía reprimida se liberó en un alarido sobrenatural, elevándome a un metro del suelo, mis ojos dejaron de ser violetas para tornarse blancos, mientras mi grito retumbó en las calles de Darkyria.

Mis lágrimas, ahora mezcladas con la sangre derramada, se fundieron con el poder desatado. Los Grigori, presas del pánico, intentaron esconderse, pero la suerte les era esquiva. Explotaron como burbujas; sus extremidades, torsos y cabezas llovieron sobre el suelo en una danza grotesca.

Como una niña perdida en su propio horror, grité, consciente de que me había transformado en un monstruo, en algo tan despiadado como ellos. Mis poderes, desencadenados sin control, se manifestaban como un espectáculo macabro.

Desde aquel día, las brujas fuimos desterradas de nuestro reino, condenadas a deambular entre sombras y ocultarnos entre los humanos. Los Grigori, fortalecidos en su malicia, juraron aniquilarnos. Mi misión se volvió clara: encontrar la estrella que pondría fin a la guerra. Ellos o nosotros.

Yo, Darkness, juré destruirlos como ellos me destruyeron.

Ojo por ojo, diente por diente




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Para mis padres. 

 

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⏰ Última actualización: Dec 30, 2023 ⏰

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