13. Soy una imbécil y me gustan las mujeres

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Mierda. Gema sí la había notado.

Levantó la cabeza para encontrarse con su mano extendida ofreciéndole un paquete de pañuelos descartables. Tenía puesto el uniforme y parecía agotada. Los aceptó en silencio mientras se movía para que tome asiento a su lado.

Sin sentir vergüenza se secó las lágrimas de su rostro y se sonó la nariz.

—Gra... cias... —Trató de volver a controlar su respiración.

Si se quedaba en silencio se tranquilizaría.

—Puedes quedártelos —le dijo Gema mientras desataba su cabello.

Lilian soltó un sollozo sin querer. No se animaba a mirarla a los ojos. No le estaba exigiendo ninguna explicación, pero su presencia ahí le hacía sentir lo opuesto.

—Creo que me gusta Melissa...

—Oh, no lo sabía.

Giró la vista para ver si la juzgaba de alguna manera. Si se molestaba por la vez que le había dicho "no" de esa manera maleducada. Pero nada de eso sucedió. La mirada de Gema se nubló un poco, al igual que la de ella.

—No llores, que para mí el llanto es contagioso —dijo soltando aire—. Lo siento mucho. ¿La conocías de más antes?

—Perdóname, tienes razón en todo. No la conozco, soy una imbécil, y me gustan las mujeres...

Centró su mirada en el suelo para no sentirse patética.

—Nunca dije que fueras una imbécil. —Gema aproximó su mano a la espalda de Lilian.

—No, pero es un efecto colateral de haberme comportado como una—. Vio que Gema aún tenía lágrimas en sus ojos—. Perdona si el llanto es contagioso, y perdóname por haberte tratado mal sin motivo, ni siquiera entiendo por qué estás aquí... debo verme como una estúpida.

¿Por qué no podía detener las malditas lágrimas? ¿Por qué las imágenes no se iban de su cabeza? ¿Por qué Gema aún la soportaba?

—Me cuesta mucho ser sincera y decir lo que siento. Debí haberlo admitido antes.

—No seas dura contigo.

El cielo comenzó a nublarse y una brisa fresca inundó el ambiente. Gema acarició su espalda y la arrimó a su cuerpo para contenerla en sus brazos. Su cabello rozaba el cuello de Lilian.

—Yo me enamoré de una amiga. —Hizo una pausa, y como Lilian no dijo nada continuó—. Ella tenía un novio muy celoso y controlador. Un día arruiné todo. Solo quería que se aleje de él, pero terminé haciendo que se aleje de mí. Me costó entender que no era mi culpa, ella decidió. En fin... a lo que iba es que cada uno tiene un reloj distinto para aceptarse y para mostrarse al mundo. No debes sentirte culpable por no salir del closet más antes.

—Tal vez las cosas... hubieran sido distintas si lo hacía.

—No es algo que vayas a descubrir torturándote por no haberlo hecho.

—Supongo...

—Hay millones de cosas externas a nuestras decisiones, así es la vida Lilian. A veces vamos con ellas, a veces, nos quedamos congeladas y nos superan...

Lilian sintió esas palabras muy profundo. Era exactamente lo que sentía cada despertar. El mundo seguía, el mundo no se detenía, su madre y su hermana dejaban de existir, y el mundo no se detenía. Se enamoraba, le rompían el corazón, y todo seguía avanzando. Volvía a sentirse mejor, a permitirse abrir su corazón... y... el mundo no la esperaba.

—Creo que no deberías torturarte por las cosas que no hiciste. Sólo quiero que sepas que, en cualquier caso, voy a estar para ti. Para escucharte.

Gema le miró de manera cálida. Una expresión que decía que la tenía a ella penetró en la armadura que Lilian alimentó todos esos años. Entonces gracias a ella recuperó su estabilidad.

El silencio de las Mariposas | GL | +18Where stories live. Discover now