¿Cómo es posible que Jared y yo termináramos en el mismo lugar? 

–¿Estás bien? –pregunta Raiza. 

La miro a través del espejo y me sorprende darme cuenta que su pregunta es sincera. 

Como no contesto, ella vuelve a lo suyo, pintándose los perfectos labios de un rojo intenso. 

Miro mi reflejo en el espejo. No puedo dejar que Jared arruine mi vida otra vez. Estoy exagerando las cosas. Y sí, tengo a Dastan conmigo. Y a Kaa, y Lex, y los padres de Dastan. Me estoy comportando como una completa perra con él. 

¡Jódete, Jared! 

–Él te quiere –murmura ella, mientras guarda su labial en su bolso de mano. 

–¿Qué? 

Ella señala con la cabeza hacia afuera–. Dastan. Jamás lo había visto así por alguien. Ni siquiera por mí. 

Frunzo el ceño. No tengo idea de por qué me está diciendo esto. Ni siquiera de por qué me está hablando. 

–No seas idiota y no lo arruines, ¿de acuerdo? –me dice–. Y cuídate de ese palo. 

–¿Palo? 

–Su madrastra. La cara de bruja. 

La miro extrañada, pero siento que una leve sonrisa se planta en mis labios. En este instante decido que ella me cae bien. 

–No hablas mucho, ¿no? –dice mientras se recarga en el lavamanos. 

Pongo los ojos en blanco y vuelvo a lavarme las manos. 

Ella se encoge de hombros–. Te diría que lamento haberme entrometido, pero no me gusta mentir. La verdad, tenía esperanzas de recuperarlo. Pero sé cuando me tengo que retirar. 

La miro de nuevo con curiosidad. 

–¿No te ha contado lo de nosotros? 

No contesto. El hecho de que me caiga bien no quiere decir que tenga ganas de hablarle. 

Ella levanta una de sus perfectas cejas–. No me sorprende –continúa–. Fue hace mucho. Y fui una idiota. Pero él viaja mucho y me sentía algo olvidada, y lo engañé. 

Bien, ahora ya no me agrada. 

–Oye, júzgame si quieres, pero él se dio cuenta y me dejó. Después fui a buscarlo y lo encontré con esa. 

Me di cuenta que cuando dijo esa, lo hizo con gran desprecio. 

–Supongo que era lo que merecía –continúa–. Pagué lo que hice. Pero de todas maneras me dolió y decidí alejarme de él. Y sí, me quedé con Roy, el chico con él que lo engañé. 

No pude evitar poner una cara de asco. No estoy segura de que parte de la historia es la buena. Lo que hizo es muy cruel. 

–Pero ya no estamos juntos. Somos amigos, sin embargo. Aunque Dastan no me cree, pero supongo que ya no importa. 

–¿Y me estás contando tu vida por...? –le digo alzando las cejas. 

Pone los ojos en blanco–. No lo sé. Sé que no te importa. Supongo que trato de quedar bien contigo y ser amigas. 

Bueno, no estoy segura de querer ser su amiga. 

–De todas maneras no importa –agrega, mientras toma su bolso y se dirige a la salida–. Sólo no tendrás que preocuparte más por mí –dice mientras sale por la puerta. 

No entiendo muy bien que acaba de pasar. Tal vez sería buena idea buscar a uno de mis agentes y pedirles que me pasen esa luz con flash para olvidarme de que esto pasó. 

Huellas en la Piel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora