Capítulo 9: estrella

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—Este es un planeta muy hermoso.

Su repentino comentario me sacó de mis pensamientos, y lo miré. Sus ojos estaban mirando los míos con curiosidad y simpatía.

—Pues...la verdad que sí. Aunque no lo puedo comparar con otros—respondí, extrañada.

Rio y se recostó en la hierba. La remera se le subió hasta casi la altura del ombligo, y mi corazón dio un salto. ¡Hormonas! Resultaba que las tenía, al fin y al cabo. Solo que no tenía ganas de su presencia en este preciso momento.

—¿Te gustaría?—preguntó, y se llevó las manos a la cabeza.— Visitar otros mundos, quiero decir.

No tuve ni que pensarlo.

—Claro que sí. Sería grandioso.

—¿O sea que crees que hay otros mundos?

Incliné la cabeza hacia un costado y lo miré. Nunca había hablado de esto con nadie excepto Trevor, Emma y mis padres, y la verdad es que me daba un poco de miedo hablarlo con alguien más. En especial con Horus. No sabía con qué iba a salir. Siempre hacía comentarios...raros.

Mi silencio debió ser largo, porque en vez de esperar a que respondiera, él siguió hablando:

—Yo sí creo. Creo que hay muchos mundos maravillosos allí afuera.

Largué el aire que había estado conteniendo y me recosté en el césped a una distancia prudente de él.

Bien, si él creía, entonces podía contarle mis verdaderos pensamientos.

—Yo también creo en eso. Me resulta egoísta pensar de otra manera.

Giró la cabeza hacia mi lado y sonrió. No podía ser más perfecto. En serio. No entendía cómo había aparecido por aquí, pero por dios, esperaba que no se vaya en seguida. La desconfianza que le tenía al principio se me fue, aunque seguía siendo consciente de que había algo distinto en él. No sabía si era bueno o malo, pero me gustaría averiguarlo.

—Me gusta como piensas, Iris—respondió, y siguió mirándome. Yo tuve que apartar la mirada y dirigirla hacia el cielo.—No cualquiera tiene una gran mente como la tuya.

Casi suelto una carcajada. ¿Gran mente? ¡Ja! Si solo supiera las atrocidades que a veces pasaban por aquí...

Decidí no contestarle y seguí mirando el cielo. Me sentía extraña, nunca había hablado de temas que me interesaban tanto con un chico como Horus. Era casi reconfortante saber que mi lado social todavía estaba activo, a pesar de todo lo que sufrió en el pasado.

El sol ya estaba escondiéndose en el horizonte y las nubes comenzaron a tomar color. Distintos tonos y formas se apoderaron de ellas y de la superficie del río, que las reflejaba. Me sorprendió ver una estrella, solitaria en el cielo. Era muy temprano para que salieran, pero sin embargo, allí estaba. Su luz era una de las más potentes que había visto. Brillaba con tal intensidad que parecía que eran dos estrellas juntas.

—Que rara esa estrella—dije en voz alta, y casi sin pensarlo.

Estaba impresionada. Miré a Horus y vi que fruncía el ceño, buscando con la mirada en el cielo.

—¿Cuál?

Miré al cielo y la señalé, pero a lo que apuntaba mi dedo era al cielo mismo, porque la estrella ya no estaba.

Luego de ese suceso, en el que me sentí ridícula, Horus se ofreció a acompañarme a mi casa, porque estaba empezando a oscurecer.

—¿Hace cuánto que vives aquí?—preguntó, mientras caminábamos por las desiertas calles del pueblo.

—Toda mi vida—respondí.—Mis padres nacieron aquí también, así que no conozco otro lugar. Excepto Guiston.

Asintió con la cabeza y se llevó las manos a los bolsillos. Era tan alto que tenía que levantar la cabeza para poder mirarlo bien, y las pocas personas que nos cruzamos se nos quedaron mirando con la boca abierta, e incluso algunos se alejaron. Suponía que si mirabas los ojos de Horus y luego los míos, era algo bastante extraño.

No podía creer que no me había dicho ningún comentario al respecto. Es como si todos los días viera a personas con los ojos violetas. Lo miré con atención. O quizás no se trataba de que le pareciera normal. Quizás se moría de la curiosidad, pero no hacía ninguna pregunta porque él debía saber lo que se sentía. Suponía que con sus ojos tan hermosos pero extraños, la gente lo había bombardeado a preguntas.

Eso hizo que me sintiera más a gusto con él. Era la primera persona que entendía como me sentía.

Sacudí la cabeza. En realidad, no sabía si se sentía así, pero era lo más probable. ¿Verdad?

—¿A ti te gustaría?—pregunté, rompiendo el silencio.

Me miró, sorprendido.

—¿El qué?

—Visitar otros mundos.

Quedó perplejo por unos segundos, y luego una pequeña sonrisa se hizo visible en sus labios.

—Claro que sí. De hecho, lo hago a menudo.

Reí.

—Ya, claro. Yo también. De hecho, visito las estrellas todos los días—dije irónicamente, y él rio.

Me sentía ligera. Mis nervios se habían disipado junto con mi timidez. Caminamos el resto del camino en silencio, pero cuando llegamos a mi casa, Horus se detuvo y me miró fijo, con esos ojos tan impresionantes.

—Algún día lo harás tú también.


HorusWhere stories live. Discover now