We are more than broken people

378 37 32
                                    

Cada día se siente como si estuviéramos muriendo,
observando al invierno convertirse en primavera
pero nada cambia en nuestras nosotros,
siempre estaremos derrumbando tristezas y monotonías.
Todas las lágrimas sin derramar muestran
a las fotografías en blanco y negro apoderarse de la vida,
no podemos sentir si no somos más que momentos grabados en soledad y océanos inundados con falsas alegrías,
intentamos encontrar las respuestas
a risas de júbilo  
halladas en los fragmentos pasados.
Llenamos el vacío entre las estrellas
susurrando secretos y poemas,
enviando cantos de aves a las cenizas de flores marchitas
que solían tener demasiada vida; las rosas se convertían en ruiseñores
que plasmaban realidades en sus vuelos,
confiando sus vidas a la inmortalidad.
Nunca lo comprendimos, irradiaban juventud y vociferaban esperanza a través de sus suaves pétalos
clamando miradas rotas que las observaran
sin decir palabra alguna
porque en sus silencios el mar danzaba junto al cielo; en ellos yace un verdadero hogar.
Esperamos ser abrazados por el olvido
dejando que nos lleve hasta el horizonte de sueños dorados y melancolía infinita.
Pueden robar nuestras almas sin siquiera tocarlas,
desaparecen al perder la falsa libertad que hemos creado,
borran todos los colores sin saber que llevamos las tormentas de letras en las venas
y respiramos espinas que desgarran los pulmones
vistiendo de arte a la muerta vida,
tomando promesas de las máscaras cristalinas
por las cuales hemos construido muros
separándonos del tiempo sin nunca haberlo comprendido,
anhelando silenciar todos los llantos de la luna
porque hay cicatrices que se abren una y otra vez
al sentir cómo las constelaciones desaparecen
dejando caer sus desconsolados fulgores
en un mundo inconexo
donde el viento intenta salvarnos
pero lo tenemos todo,
las primaveras nos pertenecen
y aún así hay abismos en nuestras sienes.
Abismos que se profundizan cuando la juventud
hace que busquemos refugio en cálidas nubes
pretendiendo ser ríos
corriendo libremente,
dejando que tiremos de las cuerdas hasta cortar sus muñecas,
manchando con nostalgia los atardeceres
para así despertar siendo alguien más,
encontrarnos estando perdidos,
ocultando las sombras sin saber qué está mal,
sosteniendo el frágil vociferar
al solamente quedar cuerpos deshechos
tras los huracanes
que despreciábamos;
no podemos controlar lo que sentimos, porque ya no hay pesadumbres con las que cargar,
enterramos aquellas raídas sensaciones
nos despedimos sin decir adiós
a cada paso
que soñaba con arder junto al sol
y llevaba un fénix en su interior.

A pesar de tallar cuatro amargas paredes blancas
sobrevivimos sin desolación
alrededor de nosotros.
Deseando un final, queriendo vivir y que siempre sea real.
Los pensamientos están al borde de la blasfemia
fundiéndose junto a versos retorcidos
escritos en desconocidos rostros de papel
que tocan heridas frente al piano
sangrando memorias intranquilas
imitadas por lagunas donde falsas luces iluminan
plegarias hacia desgastadas galaxias,
no podemos escapar de la realidad,
por eso hemos encontrado metamorfosis en el caos y las mariposas,
prometemos frente a nuestros reflejos 
ya no hundirnos en las costas,
hacer huecos en los techos hasta que la lluvia carcoma las pieles
y suspirar nombres desconocidos
al escuchar olas suicidándose contra rocas,
derrumbándose, escupiendo verdades.

Hemos encontrado el destino buscando
relojes que se dirigen a ninguna parte
atándonos a trágicas existencias
y dejándonos beber el indoloro veneno de los girasoles,
conociendo los tristes mantos de las auroras
revistiendo su violencia con ausentes colores
que tiñen las calles de bermellón
y golpean a las habitaciones cruzando por las frágiles ventanas
demasiado arruinadas e invisibles
como para saber que siguen ahí.
No podemos irnos, ni quedarnos;
nos encontramos en el ojo del huracán,
cautivos de nuestras propias catástrofes.
Efímeros como fantasmas que con calma
escriben avernos deseando el paraíso,
enamorándose de vivir,
teniendo guerras contra las ánimas.
Creamos historias que no nos pertenecen
llenándolas con desmesuradas alegrías e ilusiones
para dejar a la deriva nuestros ecos fallidos
y asustados entre la bruma oceánica
traspasando sus huesos,
creando obras de una destrucción.

Electricidad corre por aquellos apagados tornados que solíamos ser,
pero ahora llevamos cosmos en míseros párpados
y alimentamos con escombros las galaxias,
construimos nebulosas con pesadillas.
Congelamos deseos enviados hacia cometas gélidos.

A veces la suave voz de una brisa deja
paisajes que al abrir los ojos, ya no existen.
Y nada nos pertenece.
Sigue esa ligera sensación en las entrañas
de querer oír a la noche hacernos dormir por siempre,
no tenemos tiempo para crecer
ni ver a las balas dejar florecer muertes en ellas.
Nos volvemos una catarsis de lamentos
arraigada a los delirios sobre dejar al universo
soltar su ira sobre nosotros
y causando alivios reprimidos;
usamos coronas de infinitas ideas,
buscamos escrúpulos en retratos
con felicidad errónea,
ellos amenazaban a los astros
diciendo poder volverlos polvo,
la estela de años luz y compleja inmortalidad
jamás respondía,
sin embargo podemos apreciarlos aunque nos encontremos bajo emociones de cemento.

Nadie nos ve, nos encontramos demasiado lejanos
mas seguimos allí
ahogando los gritos en las gargantas mientras
los eclipses suavizan los latidos melodiosos
poniéndolos en manos de truenos y ennegreciendo
todo rastro de esperanza.

A veces nos rompíamos fingiendo poder volar
usando telarañas y aflicción, arrastrándonos fuera de la profundidad que nos permite respirar cuando nos asfixiamos. 
Destrozando todas las lágrimas
regaladas a futuros bajo precipicios.

No queremos estar destrozados por dentro,
cargar con llantos que las estrellas no pueden curar.
Porque al querer dejar de pensarlas
su brillo se clava más rasgando el papel.
No podemos ser suficiente, solamente cedemos ante el hecho de volvernos pétalos para ser arrancados.
Simplemente reparemos los disfraces.
Besemos jaulas abiertas.
Fallemos una y otra vez
hasta volvernos miserables y
actuemos como si caer es poder apoderarnos de cielos nocturnos,
desde abajo la luna cabe en nuestras manos
sin siquiera viajar hasta ella,
podemos tener vacíos pero hay suficiente espacio para así pintarles universos.

Éramos personas rotas.
Ahora somos eso y un poco más.
 















Nota:
No tengo idea de qué decir o hacer, es el final. Ya está. Terminó. Esto es raro.
Usé las líneas más importantes para de entre todas las partes que escribí.
Gracias por leer

Broken PeopleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora