16) ...y finalmente, la mía.

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16) ...Y FINALMENTE, LA MÍA.

Había llamado más de cinco veces a Rose pero nada. No lo cogía, y los nervios poco a poco iban aumentando.

Esa niña es gilipollas. ¿Qué le habrá dicho para que consiguiera que se fuera de la biblioteca?

—No, Josh, no... Sí, sí, ¿pero me estás escuchando?

No sé por qué le llamé. Es el único aparte de Erika –a quién ni loca llamaría –que la conoce. Lo que le he contado es que había desaparecido tras alejarme un momento. Nada más porque bueno, no sabe nada del tema "del hombre" y por ese mismo motivo le hubiera dejado más desconcertado todavía. Lo único que intenta es animarme, aunque con tanta pregunta solamente me irrita.

—¿Te voy a buscar para cenar? Hace rato que comimos, pero aún queda hamburguesa para ti...—me dice con tranquilidad.

—¡No! —me tapo la boca y me doy una palmada en la frente—. Quiero decir, no. No puedo. Voy a dormir a casa de Mary...

—Ah, vale —me responde con cierto tono dudoso.

—Te cuelgo, ya hablamos.

—Hasta mañana —susurra y cuelga.

Acto seguido, bajo las escaleras que llevan bajo tierra.

Hubiera entrado antes pero a veces Josh se enrolla demasiado. Al menos, los parkings son de veinticuatro horas.

He ido al parking del parque central, pero antes había ido a otros más sin obtener ninguna pista. Además, se está haciendo muy de noche ya que son las once, y aún me quedan dos parkings por visitar aparte de este. Le fui pidiendo a cada vigilante que me enseñara los registros de las cámaras de vigilancia de las últimas dos semanas, pero no he encontrado nada. No he visto nada, y por encima tenía que inventarme una buena excusa para que me dejaran ver los videos. He de añadir que los jodidos se relajan un huevo mientras trabajan.

Ya sé que quiero ser de mayor, pienso en coña.

Dos vigilantes tenían los pies en el escritorio mientras veían "Aida" ya que es domingo. Otros tres escuchaban música mientras hablaban por teléfono. Uno leía mientras comía patatas fritas y otros tres vigilaban las teles para comprobar que todo marchaba bien –los únicos –Aunque además, eran los más bordes de todos a los que he visitado. Con suerte los tres que me quedan serán alegres y risueños.

Me dirijo a la cabina de seguridad y abro la gran puerta gris recién pintada con cuidado para no mancharme las manos.

El vigilante, o más bien la vigilante, está escribiendo anotaciones en un papel mientras mira de reojo las pantallitas. Va vestida con el traje correspondiente a este trabajo y tose de vez en cuando; una anciana.

—Hola, buenas noches. Siento la molestia, pero necesito que me haga un favor —pongo voz llorosa—. Mi madre desapareció el otro día en este parking y quiero saber qué le pasó. Por favor, ¿no ayudaría a una pobre chica que busca a su madre?

—Hola, pues cla...—mientras habla, gira la silla para poder mirarme, y por eso mismo se calla. Pone una mueca de sorpresa y yo abro mucho la boca. Me veo incapaz de seguir fingiendo, aunque le muestro mi sonrisa más real hasta el momento; una amarga—. Tú... qué sorpresa —dice, seca.

—Un placer volver a verla, señora —ironizo—. ¿Podría hacerme un favor? Pero esta vez en serio; dígale "al hombre" que consiguió lo que quería, un juicio contra mí.

—Tranquila, se lo diré —sonríe satisfecha y deja el papel en la mesa—. Lo que hace el destino. Enseño una foto tuya falsa acusándote de un robo y vienes dos veces en mi busca. ¿Tienes obsesión conmigo, niña?

La llamada del secuestro. (REEDITANDO&RESUBIENDO).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora