12. Los labios más dulces

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Incluso llegó a pensar que había tocado fondo. De hecho, podían hospitalizarla de nuevo si volvía a recaer. Y no deseaba eso. Después de ese incidente habían llegado a un acuerdo con sus sesiones, y sus ganas de dejar el mundo.

Por eso tal vez se contactó de nuevo con Iris, porque quería vivir.

—Celia, eres la última.

—Todas mis semanas son iguales.

—Debe haber algo que quieras compartir, aquí puedes soltar todo.

—En serio —protestó—, mis semanas son iguales: me cuesta salir de casa, me asusto con los ruidos de los autos cuando pasan muy cerca, a veces de la nada solo quiero llorar...

—Está bien si quie...

—Es una mierda, todo esto es una mierda. Estamos aquí por una mierda. Todas y cada una de nosotras... —Su voz sonaba furiosa, no había un nudo en ella, no deseaba llorar, pero estaba por hacerlo—. Todas sus manos asquerosas, solo quiero sacarlas de mi piel. Hay días en que me odio por haber estado ahí, por haber cruzado esa calle, por haber perdido el colectivo... por no haber mordido, o gritado más fuerte, por no haber luchado, por haber tenido el pelo largo y darles un lugar para tironearme... Hay días que me odio mucho, y son la mayoría de ellos.

Melissa se acercó para abrazarla cuando un sollozo comenzaba a sonar en el salón, pero solo cuando Celia le dio permiso la sostuvo entre sus brazos y soltó un par de lágrimas con ella. ¿Por qué tenía que ser tan difícil para algunas personas? ¿El mundo elegía a quién arruinarle la vida o solo era al azar?

—Nunca, por ningún motivo es tu culpa —susurró.

Las demás chicas del grupo las acompañaron, cadauna estaba en pareja para hacerlo. Ya era parte de ellas, conseguían liberarsetodo lo que en la soledad no podían. Tenían unos brazos que las comprendían,unos brazos dispuestos a ser su apoyo.

 Tenían unos brazos que las comprendían,unos brazos dispuestos a ser su apoyo

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La barra estaba alejada de la caja y los pedidos calientes, bien al fondo. Desde ahí Melissa veía el ir y venir de Gema desde las mesas hasta la cocina con los encargos en su libreta. Se preguntaba si su vida había sido linda: Gema tenía tanta paz en su mirada que podía creer que nunca fue perturbada.

También había otro mesero. Como no había conversado con él, solo sabía su nombre porque lo llevaba escrito en el chaleco. En su mirada también se veía tranquilidad, tranquilidad en hacer cosas cotidianas.

Lo que ella no tenía.

Apenas había encontrado comodidad para atender a distintas personas porque la cafetería tenía cámaras, ella estaba del otro lado de la barra, y si aparecía alguien furioso era más común que discutiera en la caja de cobro.

Ya comenzaba a ver diferencias en las copas. Se había acostumbrado a la presencia de Lilian y el no tenerla a su lado la hacía distraerse más de lo que quisiera.

El silencio de las Mariposas | GL | +18Where stories live. Discover now