Paraje

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El primer día de su descanso por fin dio luces. Anoche había llegado demasiado tarde, su pobre madre estaba que desbordaba preocupación por no saber nada debido a la hora acordada en que debió llegar.

Con un ligero raspón que le hizo traer aquella gasa cubriéndole su mejilla izquierda. Hasta pena le dio confesarle a su madre que había sido por estrellarse la cara de lleno hacia uno de los juegos que residen en el parque del siguiente sector.

Parte de la mañana estuvo divagando en sus pensamientos sobre aquel misterioso sujeto que le ayudó, por no decir que le advirtió algo... extraño, al fin de cuentas sería mejor no confiar plenamente.

Decidió contactar a All Might y decirle ese interesante incidente que tuvo ayer, ¿quién mejor para darle un certero consejo y estar perspicaz a cualquier persona que cubra ser un villano que el mismo hombre que lo indució a ser un aprendiz de héroe?

Estaba sentado en el sofá con el televisor encendido sin poner mucha atención a un documental en emisión, con teléfono en mano a punto de oprimir para enviar un mensaje a Toshinori su acción paralizó al escuchar a su madre.

—Creo que iré de compras, se acabó el arroz y el café.

Los irises esmeraldas de Izuku dirigieron de reojo a la salida del departamento notando como su madre tomaba una bolsa en mano mientras estaba a punto de ponerse el calzado para salir.

—¡Espera mamá! —voceó girando abruptamente su cuerpo y así apoyar su peso con un brazo hacia el mueble.

Inko respingó por la sorpresa de ese tono de voz que surgió repentinamente por su hijo, no es como si todos los días lo viera para que le llamara con ese tono de voz.

—¿Qué pasa? ¿Quieres que traiga algo más?

No, nada de eso, todo estaría bien si se tratase de otro mandado u otra fecha, pero precisamente aquel supermercado donde su madre solía ir siempre de compra de víveres se encontraba una calle cerca de la misma que el sujeto le advirtió.

«Valora lo que tienes, Midoriya Izuku»

"¿A esto se refería?"

—No te molestes, ¿sólo es café y arroz? Iré yo —declaró separándose por fin del sofá para encarar de frente a su madre.

Ni siquiera sabía que era lo que ocurriría en ese lugar, pero temía esa clara advertencia que le dijeron ayer, si ese sujeto veía el futuro su madre podría terminar en algo terrible.

Preferiría que no se arriesgase en absoluto.

—No tienes que hacer esa pequeñez, déjame hacerlo, ya que no suelo estar por aquí aprovecharé lo más posible.

—Oh... —susurró su madre extrañada —entiendo.

Se había librado de eso, demasiada coincidencia que decidió Inko salir justamente cuando faltan 35 minutos para el medio día. El chico solo cogió un par de monedas, se puso sus zapatos rojos y se dispuso a marcharse no sin antes despedirse con una sonrisa de ella.

Al salir a las calles miró una vez más su teléfono con el número de su mentor, ese sería el momento indicado para hacerle una llamada y advertirle aquel proverbio recitado por el sujeto extraño.

Una llamada sería más fácil y didáctica, aunque hubiese preferido decirle de frente con toda la descripción posible que recordaba de ese hombre. Llevó su teléfono a la oreja mientras iba al tanto por el camino que iba hacia esa calle. 

Escuchó como era correspondida la llamada.

—Joven Midoriya, ¿ocurre algo?

Izuku parpadeó ligeramente sorprendido por esa pregunta, le pareció inusual que le recibiera así una llamada cuando todo el tiempo era un saludo radiante con el que siempre respondía.

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