ACTO II

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"¿De qué sirve anticipar tanto el goce? Su encanto es mucho menor cuando de antemano no has echado mano de todos los medios posibles para coger en la red a tu niña, conforme nos lo enseñan ciertos cuentos italianos."

Fausto, Goethe

Habían pasado ya tres meses desde la última reunión que había tenido con él. No sabía si alegrarme o deprimirme, aunque mi cuerpo parecía contestar por sí mismo la pregunta. Había empezado a entrar en una especie de síndrome de abstinencia. En los últimos días, los síntomas habían empeorado tanto que uno de mis amigos, que había ido a mi estudio para platicar y verme trabajar, me ofreció conseguirme lo que "fuera que necesitara" para hacerme sentir mejor. ¿Cómo explicarle que en las calles, con sus "conocidos", no iba a encontrar lo que yo necesitaba? ¿Cómo decirle que, incluso aunque encontrara al vendedor correcto, para poder conseguirlo tendría que vender su alma y que yo nunca podría pagarle, puesto que yo ya no tenía una para dar a cambio?

Le sonreí a mi querido amigo con mi mejor sonrisa falsa y le expliqué que todos mis síntomas se debían a un proceso creativo al que me estaba sometiendo. Él, con cara de saber y entender a lo que me estaba refiriendo (¡aunque por supuesto no tenía ni idea de lo que decía porque ni yo mismo sabía lo que estaba diciendo!), asintió con solemnidad y se puso a pasear y a ver con detalle mis últimas obras.

Resulta que algo debió haber visto, porque a la semana siguiente mi agente llegó exigiendo ver lo último en lo que había estado trabajando. Explicó que alguien le había dicho que me estaba sometiendo a un arduo proceso creativo que estaba dando como resultado quizás las que serían mis mejores obras hasta el momento, ya que eran aquellas obras que permitían ver la "profundidad de mi alma". Con resignación, le mostré lo último que había creado, lo cual a mí francamente me parecía bastante malo.

Como ya les he dicho, mi cuerpo no estaba en las mejores condiciones y mi mente era un caos constante. Entre el dolor físico y la ansiedad mental que tenía, había trabajado en una serie de pinturas que me habían parecido una tras otra la continuación de mi creciente ansiedad. Los colores que había utilizado al inicio habían sido vibrantes y llenos de vida y poco a poco se habían convertido en tonos cada vez más oscuros y lúgubres. Mis característicos trazos habían inundado de forma cada vez más obsesiva mis cuadros, hasta llegar al punto en el que cualquiera que viera mi última pintura sólo podía decir que se sentía "asqueado" o "mareado", justo como yo mismo me sentía en ese momento, mientras fumaba un cigarrillo, sentado en mi sillón y viendo cómo mi agente iba acomodando poco a poco mis cuadros en una línea ordenada en la pared. Cuando terminó de alinear los cuadros, se les quedó viendo con detenimiento.

-Son exquisitos.- exclamó. Solté el humo que estaba reteniendo en mi boca y alcé una ceja, incrédulo y sin comprender en absoluto lo que estaba diciendo. Quizás había escuchado mal, debía de ser así, porque en realidad...

-Son mierda.- respondí, sin más. Aquella era mi verdadera y honesta opinión acerca de mi propio trabajo. Pero mi agente empezó a reír con aquella risa extraña que le había ganado su apodo de "Agente del Diablo" y me contestó:

-No me jodas, Seung Hyun. Es lo mejor que has hecho hasta el momento. Se pueden ver tus sentimientos más oscuros. Creo que nunca había notado la profundidad de tu desesperación.-se volteó para verme por un momento con detenimiento y negó con la cabeza. Parecía dividido entre dos sentimientos que no pude identificar claramente.- ¿Qué te sucede?

Volví a sacar otra bocanada de humo y miré hacia el techo. No tenía ganas de hablar de mis problemas personales con mi agente, era cierto que a veces era la persona más cercana a mí, pero eso no lo incluía en la categoría de "confidente". Podía sentir la fuerte mirada de mi agente, haciendo presión a cada minuto. ¿Qué iba a decirle? Seguro que no estaba esperando un "Bueno, verás, le vendí mi alma al diablo, el cual me prometió ser el artista más eminente de mi generación y estoy seguro de que, aunque lo que he hecho es pura mierda, tú y todos los demás sólo pueden ver una gran obra de arte". Suspiré.

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