Promulgados estos reglamentos el día 30, el duque pasó la mañana del 31  verificándolo todo; ensayándolo todo y, sobre todo, examinando con cuidado el lugar con el objeto de ver si no era susceptible de ser asaltado o de favorecer alguna evasión.
Una vez hubo comprobado que se requeriría ser pájaro o diablo para salir o entrar de allí, informó al grupo de amigos de su cometido y dedicó la noche del 31 a arengar a las mujeres. Estas se reunieron por orden suyo en el salón de los relatos, y habiendo subido a la tribuna o especie de trono destinado a la narradora, he aquí poco más o menos el discurso que les dirigió:
"Seres débiles y encadenados, únicamente destinados a nuestros placeres, no habréis pensado, creo, que ese dominio tan ridículo como absoluto que se os deja en este mundo os sería concedido en estos lugares. Mil veces más sometidas de lo que lo estarían las esclavas, sólo debéis esperar humillación, y la obediencia debe ser la única virtud que os aconsejo tengáis aquí: es la única que conviene a vuestro estado. No os engañéis confiando en vuestro encantos; demasiado hastiados de tales trampas, fácilmente podéis imaginar que no sería con nosotros con quienes podrían tener éxito dichos cebos. Recordad siempre que nos serviremos de todas vosotras, pero ninguna debe acariciar la idea de poder suscitar en nosotros sentimientos de piedad. Indignados contra los altares que han podido arrancarnos algunos granos de incienso, nuestro orgullo y libertinaje los destruyen en cuanto la ilusión ha satisfecho los sentidos, y el desprecio casi siempre seguido del odio reemplaza inmediatamente en nosotros el prestigio de la imaginación. ¿Qué ofreceréis, por otra parte, que nosotros no sepamos de memoria, qué ofreceréis que no pisoteemos a menudo en el instante del delirio?
"Es inútil que os lo oculte, vuestro trabajo será rudo penoso y riguroso, y las menores faltas serán inmediatamente castigadas con penas corporales y aflictivas. Debo pues recomendaros exactitud, sumisión y una abnegación total para atender sólo a nuestros deseos; que éstas sean vuestras únicas leyes, volad delante de ellos, anticipaos a ellos y suscitadlos. No porque tengáis mucho que ganar con esta conducta, sino más bien porque perderíais mucho si no la observarais.
"Examinad vuestra situación, lo que sois, lo que somos nosotros, y que estas reflexiones os hagan estremecer: os encontráis fuera de Francia, en lo más profundo de un bosque inhabitable, más allá de las escarpadas montañas cuyos pasos han sido destruidos inmediatamente después de haberlas traspuesto. Estáis encerradas en una ciudadela impenetrable, nadie sabe que estáis aquí, alejadas de vuestros amigos y parientes, estáis ya muertas para el mundo, y sólo respiráis para nuestros placeres. ¿Y a qué seres estáis ahora subordinadas? A criminales profundos y reconocidos que no tienen otro dios que su lubricidad, otras leyes que su depravación, otro freno que sus orgías, unos truhanes sin Dios, sin principios y sin religión, el menos criminal de los cuales ha cometido más infamias que las que podría yo contar, y para quien la vida de una mujer, qué digo de una mujer, de todas las que viven en la superficie del globo, le importa tanto como la destrucción de una mosca. Habrá pocos excesos a los que no nos entreguemos, que ninguno os repugne, ofreceos sin pestañear y oponed a todos la paciencia, la sumisión y el valor. Si desgraciadamente alguna de vosotras sucumbe a la intemperancia de nuestras pasiones, que tome su partido valientemente; no estamos en este mundo para vivir eternamente, y lo mejor que puede ocurrirle a una mujer es morir joven. Se os han leído reglamentos muy sabios y adecuados a vuestra seguridad y a nuestros placeres, obedecedlos ciegamente, y esperad lo peor de nosotros si nos irritáis con una mala conducta. Algunas de vosotras tienen lazos con nosotros, lo sé, que tal vez os enorgullecen, y de los cuales esperáis indulgencia; sería un gran error que confiarais en ellos: ningún lazo es sagrado a los ojos de gente como nosotros, y cuanto más sagrado os parezcan, más excitará la perversidad de nuestras almas el romperlos. Hijas, esposas, es pues a vosotras a quienes me dirijo en estos momentos: no esperéis ninguna prerrogativa de nuestra parte, os advertimos que seréis tratadas incluso con más rigor que las demás, y esto precisamente para haceros ver cuán despreciables son para nosotros los lazos con que tal vez nos creéis atados.
"Por lo demás, no esperéis que os especifiquemos siempre las órdenes que queramos que ejecutéis; un gesto, un guiño, a menudo un simple sentimiento interno nuestro os lo indicará, y seréis tan castigadas por no haberlos adivinado o previsto como si, después de haber sido notificadas, los hubieseis desobedecido. A vosotras os toca comprender nuestros impulsos, nuestras miradas, nuestros gestos, captar la expresión, y sobre todo no engañaros respecto a nuestros deseos; pues, supongamos por ejemplo que este deseo fuese el ver una parte de vuestro cuerpo y que, torpemente, ofrecierais otra, os podéis imaginar hasta qué punto un error de tal índole turbaría nuestra imaginación y todo lo que se arriesga enfriando la cabeza de un libertino que, supongo, sólo esperase un culo para su eyaculación y se le ofreciese, imbécilmente, un coño.
"En general, ofreceos siempre poco por delante, recordad que esta parte infecta que la naturaleza sólo formó desatinadamente, es siempre la que más nos repugna. Y en cuanto a vuestros culos, hay aún precauciones que deben ser tomadas, tanto para al ofrecerlo disimular el antro odioso que lo acompaña como para evitar mostrarnos en ciertos momentos ese culo en el estado en que otra gente desearía siempre encontrarlo; debéis entenderme, y por otra parte recibiréis de las cuatro dueñas instrucciones ulteriores que acabarán de explicarlo todo.
"En una palabra, temblad, adivinad, obedeced, prevenid, y con esto, si no sois muy afortunadas, por lo menos no seréis quizás del todo desgraciadas. Por otra parte, nada de intrigas entre vosotras, ningún vínculo, nada de esa imbécil amistad de las muchachas que, al reblandecer por un lado el corazón, lo hacen por el otro más reacio y menos dispuesto a la sola y simple humillación a que os destinamos; pensad que de ningún modo os consideramos como criaturas humanas, sino únicamente como animales que se alimentan para el servicio que se espera de ellos y que se muelen a golpes cuando se niegan a dicho servicio.
"Habéis visto hasta qué punto se os prohibe todo lo que puede parecer un acto de religión cualquiera; os prevengo que habrá pocos crímenes más severamente castigados que éste. Sabemos perfectamente que todavía hay entre vosotras algunas imbéciles que no pueden aceptar la idea de abjurar de ese infame Dios y de aborrecer la religión: éstas serán cuidadosamente examinadas, no os lo oculto, y no se ahorrará ningún acto extremo, si, desgraciadamente, son descubiertas en flagrante delito religioso. Que estas tontas criaturas se persuadan, se convenzan de que la existencia de Dios es una locura que no tiene hoy en el mundo más de veinte seguidores, y que la religión que invocan no es más que una fábula ridículamente inventada por bribones cuyo interés en engañarnos es evidente ahora. En una palabra, decidid vosotras mismas: si existiera un Dios, y ese Dios fuese todopoderoso, ¿permitiría que la virtud que lo honra y que profesais fuese sacrificada, como lo será, al vicio y al libertinaje? ¿Permitiría, ese Dios todopoderoso, que una débil criatura como yo, que ante sus ojos no soy más que una pústula de sarna para un elefante, permitiría, digo, que esta débil criatura lo insultase, lo ultrajara, lo desafiara, se enfrentase a él y lo ofendiera como lo hago cuando quiero en cada instante del día?".
Pronunciado este pequeño sermón, el duque bajó de la cátedra y, excepto las cuatro viejas y las cuatro narradoras que sabían bien que ellas estaban allí más como sacrificadoras y sacerdotisas que como víctimas, excepto estas ocho digo, las otras se deshicieron en lágrimas, y el duque, importándole eso muy poco, las dejó conjeturar, cuchichear y quejarse entre ellas, con la seguridad que las ocho espías le darían buena cuenta de todo, y se fue a pasar la noche con Hércules, uno de la tropa de jodedores que se había convertido en su más íntimo favorito como amante, ya que el pequeño Céfiro seguía ocupando como querida el primer lugar en su corazón. Debiendo al día siguiente encontrarse las cosas tal como habían sido dispuestas, cada cual se las arregló como pudo para pasar la noche, y en cuanto dieron las diez de la mañana, el escenario del libertinaje se abrió tal como había sido rigurosamente prescrito hasta el día 28 de febrero incluido.
Es ahora, querido lector, cuanto tienes que preparar tu corazón y tu espíritu para el relato rnás impuro que haya sido nunca hecho desde que el mundo existe, ya que no se ha encontrado un libro parecido ni entre los antiguos ni entre los modernos. Imagínate que todo el placer aceptado o prescrito por esta bestia de la cual hablas sin cesar y sin conocerla, y que llamas naturaleza, que estos placeres, digo, serán expresamente excluidos de este libro y que si por azar los encuentres irán acompañados de algún crimen o coloreados por alguna infamia.
Sin duda, muchos de los extravíos que verás pintados te disgustarán, lo sé, pero habrá algunos que te enardecerán hasta el punto de costarte semen, que es lo que se requiere; ¿si no lo hubiésemos dicho todo, analizado todo, cómo querrías que hubiésemos podido adivinar lo que te conviene? Eres tú quien tiene que tomarlo o dejarlo y abandonar el resto, otro hará lo mismo que tú, y poco a poco todo habrá encontrado su lugar. Supón una magnífica comida donde se ofrecen seiscientos platos a tu apetito; ¿los comerás todos? No, sin duda, pero este número prodigioso amplía los límites de tu elección, y encantado por este aumento de facultades, no regañas al anfitrión que te regala. Haz lo mismo aquí: escoge y deja el resto sin declamar contra él, sólo porque no tiene el talento de complacerte. Piensa que complacerá a otros, y sé filósofo.
En cuanto a la diversidad, puedes estar seguro de que es exacta, estudia bien la pasión que te parezca que no se diferencia en nada de otra, y verás que esta diferencia existe, y que por leve que sea, tiene ese refinamiento, ese tacto que distingue y caracteriza al libertinaje del que se trata en este libro.
Por lo demás estas seiscientas pasiones se han fundido en el relato de las narradoras. Una cosa más que debemos prevenir al lector; sería demasiado monótono enumerarlas una a una sin incorporarlas al relato. Pero como algún lector poco ducho en estas materias podría tal vez confundir las pasiones designadas con la aventura o el simple acontecimiento de la vida de la narradora, se han diferenciado cuidadosamente cada una de estas pasiones con una señal al margen, encima del cual está el nombre que puede darse a esta pasión. Esta señal es la línea justa donde comienza el relato de esta pasión, y hay siempre un párrafo aparte donde termina.
Pero como hay muchos personajes en acción en esta especie de drama, que a pesar de la atención que se ha tenido en pintarlos y nombrarlos a todos... haremos un índice que contendrá el nombre y la edad de cada actor con un breve esbozo de su retrato; cuando se encuentre un nombre que nos embrolle los relatos, se podrá recurrir a este índice y a los retratos más detallados si el breve esbozo no basta para que se recuerde de quién se trata.

Marqués de Sade - Las 120 jornadas de Sodoma.Where stories live. Discover now