-Eugenia.- Llamo desde su oficina.

Entre en ella, él estaba enterrado en CV de distintas chicas que había entrevistado.

-¿Ya te decidiste?- Pregunté casi entusiasmada.

-No, ninguna me parece apta para este trabajo.-

-Bueno, es una secretaria, tampoco es que vas a contratar a un jefe de algún área.- El me miró y levantó una ceja, le sonreí y me senté en la silla enfrente de él. -Bueno, a ver, ¿cómo sería para vos la secretaria perfecta?-

Lo miré a los ojos y el clavó los suyos en los míos. -Vos.- Dijo casi sin dudarlo.

Me mordí el labio inferior, pero lo solté rápidamente y retiré mi mirada hacia otro lado. -Vamos Nacho, ya lo hablamos, yo no quiero trabajar más para vos.-

-Te aumento el sueldo.- Propuso.

-No, no es ese el problema.- Suspiré. -Esta chica me parece muy buena.- Extendí un curriculum de una tal Candela Miranda.

-Sí, bueno.-

-Habla varios idiomas, está estudiando marketing, tiene experiencia como secretaria.- Leí en voz alta. -El lunes puede empezar, hoy la llamo.-

-No quiero que te vayas.- Tomó mi mano entre las suyas. Lo miré a los ojos y me di cuenta que estaba penetrándome con la mirada llena de ternura. -¿Hay algo que pueda hacer para que te quedes conmigo?-

Saqué mi mano de las suyas y me levanté de la silla. -Ahora la llamo.- Mi voz estaba a punto de quebrarse, un nudo se ubicó en mi garganta. No quería llorar frente a él porque eso implicaría contar que me pasaba.

 Salí de su oficina, tomé el teléfono y llame a Candela Miranda. Ella aceptó sin dudarlo, mostrándose muy emocionada por empezar el lunes.

En ese momento caí en la realidad. Nacho el lunes iba a tener una nueva secretaria y se iba a olvidar de mí para siempre. Ya no me iba a necesitar para nada. Y así me iba a convertir en una más de la lista de mujeres que pasaron por su vida.

Sentía una mezcla de tristeza y tranquilidad por dejar el trabajo, pero en fin me sentía mal por dejar de ver a Nacho.

-Ya es la hora de salida.- Dijo Nacho en la puerta de su despacho.

-Está bien.- Comencé a acomodar mis cosas cuando me di cuenta que se habían escapado algunas lágrimas. Pero al parecer Nacho no lo había notado, aunque se quedo observándome un rato, luego entro de nuevo a su despacho. Terminé de ordenar mis cosas y caminé a la oficina de Nacho. Él estaba observando por la ventana con las manos en su espalda. -Ya llamé a la señorita Miranda, empieza el lunes.- El se limitó a asentir sin decir una palabra. -Mañana es mi último día.- Él me miró con ojos tristes y yo no pude retener más mi llanto. No quería que me diga nada sólo quería que me dé un abrazo

Nacho caminó hacia mí y como si leyera mi mente me abrazo con fuerza y beso mi cabello. Mi llanto era cada vez más ruidoso e incontrolable. Él me apretó más contra su pecho. Podía sentir su calor, su perfume y eso me hacía sentir tan bien, tan protegida. Podría quedarme así el resto de mi vida, pero eso era imposible, Nacho no quería estar conmigo. Volvió a besar mi cabello y mientras lo acariciaba.

-¿Se puede saber qué es esto?- Ambos giramos hacia la puerta para ver quién era el que hablaba. Cuando vimos que era Franco nos separamos de golpe.

Nos habíamos metido tanto en nuestra burbuja que ni siquiera habíamos oído el ascensor.

Caminé hacia Franco que estaba cruzado de brazos, lo tomé del brazo e intenté, en vano, arrastrarlo para salir de allí. Pero no tuve éxito, él me quitó la mano.

-Se puede saber ¿qué es esto Eugenia?- No contesté, entonces se dirigió a Nacho. -¿Vos te la cogiste? Claro, como no te la vas a coger si vos sos así. ¿Cómo el gran Nacho Fuster no se va a acostar con la chica linda de la oficina?- Creo que tanto Nacho como yo, estábamos tan sorprendidos por lo grosero que estaba siendo Franco, jamás lo había oído hablar así. -El trabajo hasta tarde, los mensajes de texto, el viaje de fin de semana...-  Ahora estaba gritando. -¿Qué otra cosa iba a ser si no era que estaban cogiendo?- Ahora volvió hacia mí. -Y vos, sos de lo peor. Te presenté a mi familia, ¿sabes por qué? Porque me enamoré de vos como un pelotudo, porque vos no sos sólo linda por fuera como te ve tu jefe, también lo sos por dentro y así conformas la perfección. Pero ahora me doy cuenta que no sos perfecta porque me cagaste en mi cara.-

-Bueno, pará Franco, tranquilizate.- Intervino Nacho.

Pero fue para peor, Franco se puso todo colorado de la ira. Por un momento pensé que iba a pegarle. -Sos un hijo de puta, vos no me digas nada forro. Eugenia salía conmigo y vos me te cagaste en eso.- Nos miró a ambos. -Se pueden ir los dos bien a la mierda.- Y se fue.

Nacho me observó un buen rato, esperando que diga algo. Pero no sabía que decir, así que también salí de allí.

Llegué a mi casa y esperé por horas el llamado de Franco que nunca llegó. Intenté llamarlo pero no contestaba, le había dejado millones de mensajes.

Estaba arrepentida porque quería que termine la relación pero no así, con tanto odio y rencor de parte de él. Y aunque tenía razón al enojarse quería que me perdone por ello. Franco a pesar de que sea intenso y un tanto molesto, era muy bueno conmigo, siempre se había comportado muy bien. Lamentaba tanto haberme equivocado así.

Mi teléfono sonó con una llamada entrante, era Franco. Atendí y pude notar con un simple "hola" de él que estaba ebrio. -Franco quiero hablar, ¿dónde estás?-

-En mi casa, ¿dónde más?-

Colgué y me dirigí a su casa. Intenté hablar con él pero era imposible, arrojaba frases al azar y sin sentido. Lo recosté en la cama y me quedé allí mirándolo hasta que se durmió.

Luego regresé a mi casa, pensando que quizás al día siguiente podría hablar con él.

Aunque dobles mi edad [ Editada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora