Capítulo 9

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—Creo que tenemos que ir a San Antonio —dijo Harry. Estaban sentados a la pequeña mesa de desayuno en la casa de invitados, comiendo cereales y viendo la salida del sol a través de la hilera de ventanas.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Podemos pasarnos por la oficina de campo, a ver si podemos dejar caer algo en la oreja de alguien.

Louis le miró, masticando sus Rice Krispies.

Harry se movió bajo la atención de Louis.

—¿Qué?

Louis agitó la cuchara a través del aire.

—Continua.

Harry puso los ojos en blanco y suspiró.

—Bien, vale. Quiero tomar una página de tu libro y utilizarnos como cebo. Ver si alguien nos sigue. Y pensé que te volverías loco por El Álamo y quería pasear por Riverwalk contigo. Podríamos pasar una noche allí, tal vez. Disfrutar un poco de Texas antes de la gran fiesta de madre el domingo.

Volverían a casa tras el Cuatro de Julio. Habían hecho todo lo posible aquí sin pisar los pies jurisdiccionales, y aunque todavía había cazadores furtivos sueltos y el tigre de Louis estaba todavía en libertad, tenían trabajo en Baltimore al que volver. Simplemente no era su caso. Harry pensaba que un viaje a San Antonio antes de irse era bien merecido después de lo que habían pasado.

—¿Así que? ¿Qué piensas?

Louis sonrió, una de sus raras sonrisas. Le volvían loco.

—Me gustaría —Louis arrastró las palabras de una manera que envió escalofríos por la espina dorsal de Harry.

—Vamos a la casa, le diremos a mi padre lo que vamos a hacer y luego podemos irnos desde allí.

—¿Cuánto tardaremos?

—Una o dos horas, dependiendo del tráfico y las carreteras secundarias.

Louis asintió, mirando su tazón de cereales. Harry había vivido para su trabajo durante tanto tiempo que era extraño pensar que pudiera querer algo diferente, pero podía imaginar que, en diez o veinte años, serían capaces de hacer esto cada mañana. Levantarse tarde, preparar el desayuno juntos y planificar su día mientras comían. La idea de la jubilación le venía más a menudo ahora.

Lo que le había dicho a su familia en la cena la otra noche era cierto. La idea de pedirle a Louis que se casara con él era atractiva. Estaban los evidentes problemas, ante todo, es que tendrían que ir a otro estado o país para hacerlo. Pero cuanto más pensaba Harry de ello, más le gustaba la idea. Sabía, sin sombra de duda, que pasaría el resto de su vida con Louis. Y después de anoche, podía imaginarse a sí mismo y a Louis con niños. Pronto no, porque quería a Louis para sí mismo por un tiempo. Pero era algo sólido en su futuro.

—Estás pensando en algo –dijo Louis. Se echó hacia atrás y ladeó la cabeza.

Harry respiró hondo. No quería decirle lo que estaba pensando; quería que fuera una sorpresa cuando finalmente lo hiciera. Louis entrecerró los ojos, pero Harry le dio una sonrisa enigmática y se levantó para fregar los platos.

—Bien, mantén tus misterios, Styles. Es muy divertido.

Harry se rio. Eso más o menos resumía cómo veía Louis la vida. Echó un vistazo por encima del hombro.

—Esa fiesta va a ser una putada, lo sabes.

—Siempre podemos huir en la noche.

Harry le señaló.

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