Un hombre sentado en uno de los elegantes sillones, soltó una carcajada.

—No es gracioso —dijo a regañadientes.

—Es normal que tu madre quiera ponerte un cinturón de castidad. No la puedes dejar quieta ni un solo segundo —su acento era extraño. —¿Qué haremos? Vengo desde Paris y ni siquiera podemos visitar los mejores lugares de la ciudad porque el niño de mamá tiene prohibido salir.

—La prensa sigue a fuera. Todo el día detrás de mí.

¿También se había quedado sin fin de semana?

—Deberías ser menos...—se tomó unos segundos antes de seguir hablando. —¿Cómo lo llamáis aquí? ¿Putero? ¿Mujeriego? —. Kenneth cada vez estaba más furioso. —Cuando tu hermano se case, a ti te dejarán en paz. O al menos no será tan agobiante.

—Pasaré de príncipe a duque. ¡Genial!

—Tu hermano será el futuro rey...

Me descubrieron.

—¿Por qué no me sorprende verte ahí escondida?

Del susto di un brinco.

—L-Lo siento —me acerqué hasta ellos con una amplia sonrisa. —Me han dicho que querías hablar conmigo.

El hombre que estaba sentado se levantó hasta quedarse delante de mí. Su corto cabello negro palidecía su piel. Ojos negros y una barba bien recortada le hacía parecer un francés muy atractivo con rasgos muy marcados.

—¡Oh là là! ¿A quién tenemos por aquí? —cogió mi mano de repente.

—Philippe.

Kenneth intentó apartársela

اوووه! هذه الصورة لا تتبع إرشادات المحتوى الخاصة بنا. لمتابعة النشر، يرجى إزالتها أو تحميل صورة أخرى.

Kenneth intentó apartársela.

Bella —me guiñó un ojo.

— Philippe.

J'aime bien.

—¡Philippe! No es una stripper. Es la criada.

De repente aparté la mano.

El francés soltó una risa baja avergonzado.

—Discúlpame, femme.

Dejé de mirarlo para concentrarme en el malhumorado de Kenneth.

—Vamos a pasar toda la noche aquí. No saldremos —alcé una ceja ante tantos detalles. Podía ir al grano, pero le gustaba excusarse delante de sus amigos—. Tú nos servirás.

—Exactamente...¿servir qué? —los brazos se me cruzaron bajo el pecho. —Es mi día libre. Hay otros que podrían...

—Eres la más joven —se le estaba hinchando la vena del cuello. Perdía la poca paciencia que tenía conmigo. —Y nos servirás —apuntó a una vitrina que estaba abierta —alcohol.

—Kenneth y yo jugaremos a una partida de póker — Philippe volvió a sentarse.

Nos apartamos un poco del recién invitado.

—Te pagaré.

—¿Cuánto?

—Tres mil.

—¿Por toda la noche? —me mareé.

—Por hora.

—¡Acepto!

—En la habitación de al lado te he preparado el uniforme —retrocedí un paso. —Es el mismo uniforme que sueles llevar pero con una cofia y un corsé.

—¿Eran servir copas nada más, no?

Se tocó la cabeza y respiró profundamente.

—Ya te he dicho que yo no te tocaría ni loco. Es para darle ambiente a la biblioteca.

—¿De cabaret?

—Vístete y ven.

No me quedaba de otra.

—Por cierto —lo miré por encima del hombro—, anoche no pensabas lo mismo.

«Imbécil.»



La seducción del príncipeحيث تعيش القصص. اكتشف الآن