Capítulo dos

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Kenneth volvió la vista atrás, sus labios se curvaron con la ironía de su propio comentario. El tacto de su piel empezó a quemar y me removí para liberarme de su fuerte agarre. Soltó una carcajada hasta quedarse sentado al otro lado de mi cuerpo, observando de refilón el terror que se reflejaba en mis ojos. Durante unos segundos pensé que se había vuelto loco, que hubiera sido capaz de cometer la bestialidad de forzarme a algo. Pero en su momento fue claro conmigo, y me lo volvió a repetir para que no lo olvidara.

—Si no me quedara otra elección —peinó su claro cabello hacia atrás —y estuviera tan desesperado como para acostarme con alguien como tú...preferiría mil veces a una prostituta de lujo que sabría dominar el placer y no llegaría al extremo de sacarme de quicio como alguien que trabaja en el servicio. ¿Lo entiendes, criada?

Mi boca se abrió para soltar un grito penetrante ante el desprecio de aquel maldito gilipollas, pero mis labios quedaron apresados por su fuerte mano en el momento que alguien llamó a la puerta. Kenneth no respondió, y yo no podía hacer nada salvo mover mis manos e intentar salir de allí lo más rápido posible.

—¿Thara? ¿Thara sigues aquí? —podía imaginármela tragando saliva y con la respiración acelerada por miedo a que hubiera hecho una estupidez por mi parte. Pero quién estaba siendo depravado e hipócrita era el príncipe que no merecía el más mínimo respeto hacia atrás.

Sus pulgares delinearon la forma de mis labios hasta bajar por el mentón; la curiosidad del tacto de mi piel hizo que se detuviera de nuevo en mi cuello, y al darse cuenta que mi ceja se elevó ante el pensamiento de que en cualquier momento le mordería, su cuerpo se levantó y con un movimiento de cabeza hacia atrás me dio a atender que podía responder.

—Estoy aquí, mamá. Terminando de hacer la cama.

Por parte de él hubo silencio.

Mi madre no era tan estúpida como para pensar que me encontraba sola en esa habitación.

—Tienes que salir de ahí inmediatamente —Kenneth parecía aturdido, mirándome fijamente. —Tenías razón. Has terminado tu trabajo. Disfruta del fin de semana, hija.

Lucí una amplia sonrisa antes de levantarme de la cama, pero volvieron a detenerme. Esta vez no fue tan brusca como la anterior en la que caí sobre una cama y encima lo tuve a él.

—Aprende a tratar conmigo, Thara.

Su voz empezaba a ser un terrible dolor de cabeza.

—No obedezco órdenes.

—Lo harás.

¿Tenía que reírme antes de golpearlo?

—¡Thaaaara! —insistió desde el otro lado de la puerta.

La discusión había terminado ahí, pero Kenneth tenía que aprender que no era una criada más que podía maltratar psicológicamente e humillarla cuando no tuviera a alguien para follar.





Jugueteé con los botones de su camisa. Erick echó hacia atrás la cabeza, dejándome paso libre en la curva del cuello. Sentada ahorcadillas sobre él, sentí su hinchada polla en los vaqueros que empezaban a sobrar. Su boca babeaba ante el pensamiento de que mi lengua jugaría alrededor de su excitación. Pero el calor pasó rápido. La televisión se encendió, ya que caímos sobre el mando, y las noticias parecieron llamarle más la atención que la chica que tenía semidesnuda sobre él.

La seducción del príncipeWhere stories live. Discover now