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Así fueron días... Días en la cual ese desgraciado entraba en su cama, la tocaba, y la amenazaba. Sí, aquel que supuestamente la adoraría como una hija, aquel que prometió amar a su madre, ese que dijo que los cuidaría a todos, fue el principal causante de una desgracia.

Eva ya no sonreía, iba a su escuela y se escabullía del recreo. Siempre iba a un callejón y lloraba... lloraba en cantidad. Ya no quería tener amigas, ya no quería participar en las clases y en proyectos escolares, ya no quería nada: quería morir.

Su profesora habia notado todo ese cambio comunicándolo a los padres, la cual fue un error para que aquél degenerado volviese amenazarla. Sus hermanos ya eran adolescentes, y ella apenas tenía doce años. Ella también notaba que sus hermanas no eran las mismas, también abusaba de ellas. Nadie decía nada, nadie podia hacer nada.

Hasta que un día ella no aguantó más y con su voz quebrantada le contó todo a su madre.

-Mamá, él... Tu... Esposo me violó, desde mi diez años. Mamá, tengo miedo -su voz estaba quebrantada, llorando arrodillada en las piernas de su madre, la cual con arrogancia y una burlona voz la tomó del cabello y le pegó fuerte.

-¡Tu eres una mentirosa! ¡de seguro te gusta mi esposo! ¿como puedes inventar semejante barbaridad? -le dió dos, tres y varias bofetadas marcando el rostro de su hija.

Una madre drogadicta, alcohólica y aferrada a su vacía vida, dependiendo de su esposo, no reaccionaba, más que a culpar a su hija de todo.

Las dos hermanas, mirando aquello, temieron de contar la verdad, y prefirieron quedarse calladas.

Más luego esas dos hermanas no aguantaron y se fueron, se casaron con dos jóvenes de la cual prometieron ayudarlas.
Decidieron irse los más lejos posibles, en donde ese hombre no la encontraras.

Aquél hombre siguió molestando y acosando a Eva, y de vez en cuando le daba una bofetada, hasta que un día Eva no soportó más y se desmayó.

-¿Que ha pasado con la niña? -preguntó Eloy llorando llevándola en el taxi hasta el hospital. Estaba sintiendo que esa niña no era su adorada Eva. Estaba flacuchenta y moribunda.

Su madre por primera vez temía, se había cegado por completo, pero ella ya empezaba a dudar de su esposo, pues ella una noche lo vió salir de la habitación de su hija, y con algunas excusas ella fingió creerle, pero temía.

Aquella tarde, la doctora anunció un embarazo. Aquella niña estaba esperando un bebé, y no lograban explicarlo, su madre lloró, sintió desvanecerse, no podía creerlo. Fue en ese instante cuando se dió cuenta de que su hija esperaba un hijo de su esposo; sin embargo no lo denunció, dijo que su hija tenía un noviecito, y acusó falsamente a alguien que no existía, de la cual ella no reconocía. Todo por no ser la buen de la gente.

.....

Eva se fue a casa de su tía, llorando, contando todo, pero pidiendo silencio a su tía para que ese hombre no asesinara a su madre. Su tia prometió ayudarla, pero ya siendo una señora de cincuenta años y con problemas del corazón, no podía esforzarse mucho trabajando para ayudarla.

Sin embargo, Eva no quiso abortar. Eva decidió tener a su pequeña bebé, decidió cuidarla y protegerla. Nadie le arrebataría a aquella pequeña, ella lo cuidaría.

......

La pequeña Luisa nació para llenar de alegría a su pequeña madre. La adoró, la cuidó. Era una niña con otra niña. ¿Cómo era eso posible? Una pobre chiquilla que no tenía más nada que a su tía y a esa pequeña. Una pequeña niña que creció con hermanos fríos, alejados de ella, pues ya sus dos hermanas habian renacido su vida, mientras que los otros dos habían tomado el camino de la delincuencia.

Eva estudiaba, siendo la burla de todos por tener una hija siendo tan joven. Pero no importaba, ella la adoraba. Empezó a trabajar vendiendo el famoso chicheme panameño, un jugo de maíz delicioso. Salía por las calles, siempre con su alegría, demostrando que ella podía ser una madre perfecta, que ella no sería como Tata.

-¡Chicheme, chicheme! -así siempre pasaba con su voz cantarina, llamando la atención de todos los clientes.

Ya cuando su pequeña cumplió cinco años, Eva ya contaba con diecisiete años, toda su adolecencia decidió no tener novio, no tener un padre para su hija, pues el miedo la azotaba, no deseaba que tocaran a su bebé y que un hombre la lastimara.

Eloy, enfermaba y poco tiempo después se marchó de este mundo, no sin antes dejarle un ahorro y su vieja casita a Eva, quién llorando no asimiló que su adorada tía la dejara sola. Ya nada sería lo mismo para ella.

Mala madre Où les histoires vivent. Découvrez maintenant