Nunca revueltos pero siempre juntos.

Comenzar desde el principio
                                    

—Dentro de unas semanas tendré que viajar a Alemania, desconociendo a qué tendré que enfrentarme allá; si gano, viajaré a Inglaterra a estudiar, pero si pierdo, volveré aquí con la moral por el piso y con un pensamiento suicida rondándome por la mente.

—Y luego dices que la dramática soy yo. —Me hace señas con la mano para que continúe.

Giro un poco la cabeza y maldigo en silencio la hora en que la llamé para decirle que viniera a mi casa para pasar un tiempo de mimos entre amigas.

—También está nuestra graduación, lo que significa que Luccas se irá a estudiar a Francia. Temo que termine por alejarse de nosotras. —Exhalo una risa nerviosa—. Y tú que aún no me has dicho qué harás o hacia dónde irás... eso me asusta muchísimo.

Piensa un minuto antes de contestar.

—¿Sabes? La distancia no será ningún impedimento para que estemos juntas. —Se inclina para darme un beso tierno en la sien—. Algo se nos ocurrirá.

Una chispa de esperanza en creer en sus palabras, calienta un poco mi pecho.

—Eso espero, tú y yo siempre hemos estado juntas. —Junto los párpados, trato de aclarar mi visión, porque ahora está un poco empañada—. ¿Recuerdas cuando juramos que nos casaríamos con hermanos gemelos? ¿Qué nos mudaríamos en casas paralelas, así podríamos estar juntas en todas las festividades, inclusive en los funerales?

Se ríe de mi comentario, mas esa risa no se refleja en su vista. Me pregunto si la preocupación que veo en sus pupilas, es porque siente los mismos temores que yo.

—Sí, lo recuerdo. Qué ingenuas éramos en ese tiempo, ¿no crees, Peach? —Para aligerar ese clima raro entre nosotras, me guiña un ojo—. Ahora tenemos a la vuelta de la esquina nuestra graduación. Además, todavía no tengo planeado en dónde estudiaré danza.

—¿Extrañarás a Luccas? —inquiero sin medir bien mis palabras. —Ya sabes, se irá tu contrincante.

Serán cosas mías, pero creo que mi pregunta la puso nerviosa o tensa. No obstante, en cuestión de segundos, la tensión se desvanece de ella.

—Luccas nunca ha sido mi rival —bufa y vira la vista—. Mi camisa siempre le ha quedado demasiado grande.

—Nunca he entendido por qué ha peleado tanto —comento sin mucha importancia. Me levanto del piso para abrir la ventana.

—Creo que internamente siempre ha deseado ser como yo. —Me volteo para verla contener la risa—. Tal vez en Francia se decida operarse y cambie de sexo.

Pensar en Luccas cambiándose el sexo provoca que retumbe en la habitación nuestras carcajadas. En honor a la verdad, sería una verdadera lástima si eso llegara a pasar. Como pareja sentimental, nunca me ha interesado; uno tendría que estar muerto para no percibir el magnetismo de mi amigo. Algo que siempre me ha gustado de él, es la forma en que se toma las cosas. Tan risueño, despreocupado y empático. Siempre le he dicho que ni bajo la más cruel de las torturas, borraría de su rostro esa sonrisa tan linda que tiene.

—Además, mi querida Peach —añade—, por lo que veo, tú terminarás viviendo en Alemania. —Mis muelas rechinan en protesta—. ¿Qué? —Esboza una sonrisa brillante—. Ay, por favor, no me mires así. Todo sabemos aquí que terminarás casándote con tu violinista en el tejado.

—¡Hey! —jadeo entre molesta y sorprendida—. Tu comentario no es para nada gracioso. Soy demasiado joven para pensar en casarme. Deseo poder concretar mis metas antes de pensar cuándo, dónde y con quién voy a casarme.

Ante mi tono severo, se ríe más fuerte.

—Eso he oído, Peach. —Vuelve a sonreír y niega con la cabeza—. Cambiando de tema, ¿sabes qué te pondrás para ir a la graduación?

Soldat Donde viven las historias. Descúbrelo ahora