Bar La Vagina

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A priori parece que la puerta está cerrada. Llamo a una pequeña campanilla y en cuestión de segundos ésta se va abriendo. De mientras estoy ahí, sentada en un felpudo de estropajo negro. Por fin puedo entrar. Ya era hora. Cómo se hacen de rogar en este establecimiento.

Echo un vistazo. El bar es pequeño, las paredes son de un color rosa intenso, podría decirse que casi rojas, y en el techo hay grandes manchas de humedad. Puedo ver las gotas que caen por la pared hasta el suelo. Creo que el dueño dejó de intentar taparlas porque siempre salen. La barra es muy estrecha y debe de ser nueva porque no tiene ni un rasguño. Parece delicada y fina. Me da miedo apoyarme por si se fuese a romper. 

El camarero es un tipo agradable. Es un señor calvo y gordito con los mofletes rosados. Parece que se siente incómodo con la presencia de mis amigos. Ellos son unos tipos pálidos y larguiruchos que pretenden venir mucho a este bar siempre y cuando las circunstancias lo permitan. 

Tras mucho beber y dialogar me dirijo al baño. El pasillo es bastante largo, parece que nunca voy a llegar. Me fijo en que hay dos pasillos exactamente iguales. En el de la derecha se encuentra el baño de los hombres mientras que en el de la izquierda se encuentra el de las mujeres. Buena forma de evitar tentaciones carnales. Ya por fin estoy en el baño, hago mis necesidades fisiológicas y tiro de la cadena. De repente algo comienza a ir mal. Una fuerza desde el suelo hace que todo se tambalee, incluidas las paredes. Del retrete sale un chorro incesante de agua que a modo de tsunami nos arrastra a mis amigos ya mi fuera del local. Cuando nos damos la vuelta y vemos que las puertas están completamente cerradas. 

El rincón de los gatos negrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora