Capítulo 2. Sección Religión/ Espiritualidad

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Mi entusiasmo duró poco, y fue reemplazado nuevamente por el pánico, pues ahora estaba en un lugar al aire libre y ante mí se extendía un vasto precipicio.

Me mantuve firme en el estrecho escalón (mi única base) pegada a la puerta que ya se había cerrado detrás de mí, mientras me dedicaba a observar el lugar.

Del otro lado del abismo estaba la otra puerta, mi acceso al siguiente nivel.

Sopesé mis posibilidades para llegar a ella.

Saltar no era opción, pues aunque tomaba clases de zumba dos veces a la semana, tampoco es que me considerara una atleta.

Además la dimensión del precipicio era considerable, lo mismo que su profundidad, similar a las fauces de Lucifer. (O así imagino que debía ser la garganta del demonio, tampoco es que le hubiera hecho una traqueotomía)

Miré mi teléfono y se leía la siguiente instrucción:

"Voltea, lee y reflexiona para seguir avanzando."

Lo hice con sumo cuidado y noté que en la puerta estaba tallado un versículo bíblico.

"Por fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía."

Realicé una lectura comprensiva en voz alta y esperé a que "la magia" hiciera el resto, pero nada ocurrió. De manera que intuí que evidentemente en algo le estaba errando.

"Genial."

Empecé a reflexionar sobre la palabra divina de manera más profunda.

Era obvio que hablaba de la fe. Pero, ¿cómo podría ayudarme tener fe ahora? ¿Acaso debía dejar todo en manos del Altísimo y esperar a que tomara su pincel celestial y me dibujara un mágico puente para cruzar al otro lado?

Hice mis preguntas en voz alta, para ver si algo pasaba, pero todo seguía inmutable.

Entonces cerré mis ojos y una vez más analicé el proverbio de manera introspectiva desglosándolo parte por parte.

"La fe nos permite creer que el universo fue hecho por obra y gracia de Dios. Al universo podemos verlo, pero a su creador no, aunque sabemos que él fue responsable pues así lo sentimos." Analicé.

"La fe también es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve." Me recordó mi subconsciente, evocando otros conocimientos que tenía sobre la biblia y así obtuve la respuesta.

—¡No necesito ver un puente. Solo necesito creer que ahí está, tener fe y así podré llegar al otro lado!— exclamé, y aún con los ojos cerrados, di el primer paso hacia el abismo.

La atmósfera se solidificó bajo mis pies, lo mismo que mi confianza.

Fui relajando mis músculos abarrotados por la tensión inicial y tranquilizándome cada vez más mientras avanzaba sin ver, solo guiada por aquella certeza de que llegaría al otro lado sana y salva.

En breve, mis manos, que estaban extendidas para guiarme, chocaron contra algo contundente y abrí los ojos.

¡Era la puerta que me permitiría seguir mi travesía por aquel laberinto literario!

Dentro del LaberintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora