Capítulo 1: La firma de libros

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1

 Una inmensa y absoluta oscuridad inunda su mente. Él despierta, abre los ojos y se encuentra en su habitación, libros tirados en el suelo y algunos premios literarios sobre los estantes junto a su cama. Víctor Stock era un escritor reconocido de novelas románticas. Se sienta sobre su cama, coloca sus pantuflas en los pies y camina hacia su cocina. Toma la cafetera y una taza, sentándose en los bancos que están situados junto a la barra. Observa el jardín y una idea viene a su mente tras el primer sorbo de café. 

—Estaría bien eso para mí próximo libro. –Dijo para sí mismo.Sonrió.

 Él amaba esos momentos donde una magnífica idea venía a su mente como por arte de magia. Por lo general con esa clase de ideas lograba escribir fluidamente una historia como si fuese escrita de forma corrida y con perfección gramatical, aquello era publicado con apenas hacer una breve revisión. 

—De lo más típico. Huevo frito, como si fuese el inicio de una de mis novelas. –Comentó hacia el aire mientras tomaba el sartén. 

La alarma sonó, eran las nueve en punto de la mañana y el siguiente recordatorio apareció en la pantalla de su celular: "La firma de libros es a medio día." 

2

 Era casi medio día y Víctor se preparaba para ir a la firma de libros, una limusina pasaría arecogerlo en punto de launa de la tarde. 

— ¿Me coloco un traje o voy con pantalón y una camiseta? –Preguntó a su reflejo.

 Obviamente éste no le respondió y tomó su silencio como una aprobación sobre lo casual.Una camiseta blanca con unas letras japonesas estampadas que rezaban: El amor es eterno sise ejerce entre almas. Aquello era una referencia a su última novela romántica ambientada en aquel país asiático. Tomó un pantalón negro raído de fábrica de esos que son populares entre los jóvenes. Él también se consideraba joven, contaba con 24 años de edad y un notable historial de novelas publicadas. 

Pasaron los minutos y el chófer de la limusina negra hizo acto de presencia. Víctor Stock tomó su celular el cuál había dejado sobre la barra la noche anterior y se dispuso a caminar hacia el gran portal de entrada. Aquel chófer ya le había llevado a algunos eventos, pero jamás se hablaban entre sí, así que el escritor simplemente entró por la puerta que sostenía abierta el chófer y lo observó a través de los vidrios polarizados mientras rodeaba el automóvil. 

«Tiene cara de que si hablo me matará.» Pensó él.

  El chófer subió al automóvil y condujo hacia el nuevo salón de eventos de la ciudad. Una vez estando allí Víctor observó en el cartel luminoso una frase algo exagerada: Firma de libros del Dios del amor, Víctor Stock.Él no se consideraba tal cual, era una persona común que escribía por pasión desde temprana edad, amó los poemas al momento de enterarse de su existencia, amó la sensación de la pasta de su primer libro, el sostener uno aún despertaba una excitación en él. 

— ¿No cree que eso está exagerado? –Preguntó en dirección al chófer. 

—Creo que usted es un escritor sobrevalorado –Respondió.

 Víctor soltó una carcajada. 

—Yo también lo creo. –Se limitó a decir mientras bajaba de la limusina. 

Caminó hacia la entrada del edificio y tras cruzar el umbral se encontró con una gran multitud de personas que sostenían copias de su última novela en sus manos, algunas abrazándola, otras leyéndola por enésima vez y desde luego había quienes conversaban sobre ella. Caminó por un lado de la fila y se sentó en aquella silla que tenía su nombre escrito. 

— ¡Buen día! –Dijo a la primera joven. 

—Buen día. –Respondió la chica entusiasmada- ¡Amo sus libros! 

Víctor le dedicó una sonrisa mientras tomaba su libro y lo firmaba.Esta escena se repitió durante algunos minutos o tal vez horas, su mano estaba cansada de escribir en repetidas veces su nombre y el de la persona a la que iba dedicada. 

— ¿Su nombre? –Preguntó Víctor de forma amable. 

—Stephanie –Contestó la chica. 

Hubo un pequeño roce de manos en lo que ella le pasaba el libro. El escritor comenzó a temblar un poco y lo firmó con dificultad, respirar denotaba cierto esfuerzo para él. Supuso que se debía a su cansancio. Volvió a darle un vistazo rápido a la joven y se perdió en sus ojos cafés, ese color le causaba el mismo efecto que cinco tazas de la bebida del mismo nombre. La joven se alejó y él la siguió con la vista. 

—Emm...Soy la...siguiente. –Comentó otra chica frente a él. 

Volteó a verla con total naturalidad y firmó el libro fácil y fluidamente. 

— ¿Qué me pasó? –Preguntó para sí mismo en voz baja.— ¿Disculpe? –Cuestionó la joven. 

—Su nombre, por favor. –Respondió instintivamente Víctor.

3

Cerca de doscientos libros firmados y una mano que él apenas podía sostener firmemente. El Chófer designado del escritor sobrevalorado abrió la puerta y Víctor bajó hacia su casa con estampado de piedra y estilo rústico, a pesar de vivir en un puerto grande. 

—Solamente fue una firma de libros y mi mano está más cansada que la de un joven de escuela secundaria explorando su cuerpo. –Dijo Víctor.

 Se escuchó un ladrido y de pronto un hermoso Husky Siberiano se colocó frente a él. 

— ¿Dónde has estado todo el día? Kevin. –Preguntó sonriendo en dirección al perro. El animal de cuatro patas ladeó la cabeza. 

¿Qué si donde he estado? Tú eres el que me ha dejado solo en casa. Sí, así era. Aquel gesto de Kevin denotaba incoherencia en las palabras de su amo. 

— ¿Tienes hambre? Amigo. –Preguntó Víctor.

 El perro meneó la cola y se perdió de la vista de Stock por unos segundos para posteriormente aparecer arrastrando una bolsa de croquetas. Víctor las vertió sobre el plato de su amigo y se retiró a su habitación de escritura donde pasaría el resto de la tarde escribiendo una novela de amor con la imagen de aquella chica, Stephanie. En su mente.

La vida de un escritorDove le storie prendono vita. Scoprilo ora