Génesis y los enigmas del pasado

5: Andarn

El amanecer debía estar cerca ya en Predicto, pues cuando se habían marchado la luz que irradiaba el segundo de sus soles casi rozaba ya la parte este de Ilumina. Fue una gran decepción, esperando como esperaban la luz del día, llegar a Andarn y ver cómo se oscurecía la prematura noche cada vez más. Largo tiempo nocturno les aguardaba.

- Aquí las noches son casi como dos días terrestres – lo informó Tag cuando se acercó a la zona de pilotaje poco antes de comenzar el aterrizaje.

No le faltaba razón y experiencia al andariano. Según les había comentado Ásperon durante el movido y turbulento vuelo a través del inestable agujero de gusano que había conseguido abrir el Lucero del Alba, todo en Andarn era mucho más lento de lo normal. Dentro del planeta les parecería transcurrir con normalidad pero a su alrededor el tiempo pasaría con mucha más velocidad de lo que lo haría allí dentro. Cuestión de la enorme cantidad de energía gravitatoria que guardaba la enorme masa planetaria que fue hogar de los Camdigan. Si la aleatoriedad universal le había concedido el honor de esconder el Arca Platino, contenedor de la energía gravitatoria, no era por casualidad.

- El tiempo no es absoluto como en Génesis pero es de los lugares que más se acercan a él – concluyó Ásperon por la megafonía de la nave.

"Comienza el proceso de aterrizaje, abróchense sus cinturones" informó la voz robótica y femenina que tan familiar le era ya. Esta vez no pareció sonar con la seguridad y claridad de siempre. Lo irregular del viaje a aceleración interestelar, que casi le había producido náuseas, y detalles como este en el sistema de megafonía del Lucero del Alba hacía sospechar que durante la batalla en Predicto la nave había sido levemente alcanzada por algún proyectil.

Se disponían a adentrarse en una enorme masa de tierra de colores dispares. Su superficie planetaria se dividía en franjas de colores naranjas, marrones y grisáceos. Era tan grande que cualquier terrícola podría haberla confundido con el sol. De hecho, no tenía mucho tamaño que envidiar a la propia estrella que le proporcionaba vida a pocos cientos de miles de kilómetros de allí. Su transporte sobre aquel cuadro no debía parecer mayor que una hormiga en el basto océano. Al penetrar en la atmósfera del planeta no se formó la característica película de fuego que rodea a cualquier objeto que atraviesa la terrestre. La entrada en Andarn fue realmente suave y cómoda. Tal vez, la parte menos compleja del viaje. Incluso pudieron dejar la nave a escasos metros del borde de la ciudad en la que, según el andariano, había más posibilidades de encontrar el Arca.

Aunque ya lo adivinaron al ver la sombra que el sol andariano proyectaba sobre el planeta fue un gran chasco descender de la nave, pisar tierra firme después de un par de días en el interior del Lucero y volver a encontrarse en la más absoluta oscuridad. Jules no se había fijado hasta entonces pero al sentirse andariano por primera vez en su vida, o en su muerte, vio la ausencia de satélite en aquella oscura noche. Sin duda, por ello no era capaz de distinguir más que el reflejo de las luces de la ciudad que tenían frente a ellos. No veía más que un par de metros más allá de sus propios pies. Al alejarse de la protección ambiental de la nave tuvo que agachar la cabeza repentinamente y esforzarse por volver a elevarse con normalidad y adaptarse a ese nuevo medio. Sintió sobre él la fuerza de mil elefantes intentando aplastarlo contra el suelo. Si no fuese sinul lo habrían conseguido. Salvo Tag, todos los compañeros que lo acompañaron hicieron el mismo gesto inesperado. Una fuerza gravitatoria fuera de lo común... El aire era fresco y limpio. Notaba como bañaba sus pulmones y los hinchaba para luego hacerlos decrecer de nuevo. ¡Cuánto deseaba salir al aire libre! Inspiró un par de veces más recuperando sus ganas de luchar pero para entonces los pasos metálicos de sus compañeros descendiendo de la nave tras él iban cesando. No perderían el tiempo.