4: Nuevo rumbo

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Jedilá se encontraba en el centro de la estancia, rodeado por muchos señores vestidos de etiqueta que lo escuchaban con atención. Esta vez, no se trataban de distintos seres universales en una reunión con un protocolo exquisito, ni tampoco de una vista en la que el Líder supremo de Génesis mandase sobre todos los demás, sino que sus acompañantes eran todos sinuls con distintas apariencias que parecían situarse a la misma altura física y espiritual que él. Uno de ellos era totalmente calvo, con la nariz achatada y unas orejas tan abiertas que conseguía levantar algo de brisa cuando giraba la cabeza, otro vestía un traje de chaqueta amarillo fosforito que casi los deslumbraba desde donde lo miraban y otro de los más llamativos lucía una melena recortada a la altura de los hombros de un pelirrojo similar al que lucía el Líder. Ninguno de ellos se parecía al anterior, incluso ni en sus voces. Pero había algo que todos compartían, su aspecto agrio y resabido que acrecentaba al menos en diez años la edad real que mostraba su cuerpo sinul. La jovialidad no cabía en aquel grupo.

- Es el consejo de liderazgo de Génesis – los informó Ásperon al llegar a la sala central de la nave Vigésima – Una reunión de urgencia... - clarificó.

El Líder apenas se inmutó cuando los vio llegar por el rabillo del ojo pues una barrera insonorizada y transparente los separaba de ellos. Prosiguió con sus exageradas gesticulaciones, gustándose a sí mismo, en lo que intentaba explicar. Al parecer, si Jedilá adoptaba aquel tono expresivo y llano ante aquellas personas era porque estaba ante sus consejeros. No tenía la palabra absoluta. Como comenzó a explicarles Ásperon a Jules y a sus otros tres amigos. El Líder supremo tenía la potestad de seleccionar diez sinuls de su confianza para que abordasen junto a él las decisiones más relevantes y se opusieran a su voluntad cuando los diez acordasen por unanimidad que no estaba en lo correcto.

- Es una salvaguarda que tiene el pueblo por si un día ya sabéis... – silbó e hizo un gesto de locura con el dedo índice – se le va aún más la chaveta – terminó en un susurro.

- Una salvaguarda que dirigen diez amigos elegidos por él mismo a dedo, ¿verdad? – quiso confirmar con malicia Jules dejándose llevar por el hastío político que lo había llevado a la ruina en su vida terrestre.

- Es lo que es, Fletcher – objetó Ásperon bajo la atenta mirada de los demás – no hemos venido a cuestionarlo.

Tras la visión de tanto murmullo y cuchicheo junto a la puerta electromagnética, Jedilá hizo un gesto de descenso con la mano y la barrera se desvaneció de inmediato. Ásperon dio un paso adelante, se golpeó con fuerza el pecho con el dorso del puño y agachó la cabeza. Todos los demás lo imitaron.

- ¡Alabado sea el Líder, mi señor! – saludó el profesor con un tono, quizás, demasiado complaciente.

- ¿Qué os proponéis? ¿Es que no habéis visto qué clase de reunión llevo a cabo? – era la primera vez que Jules veía a Jedilá realmente molesto por algo relativo a él.

- Verá, señor... - dudó por un segundo.

- Dudamos de que haya tomado la decisión adecuada con respecto a la búsqueda y captura de Nigel – se adelantó Jules a su superior con decisión y poco tiempo para recapacitar.

Los susurros que los consejeros seguían emitiendo ignorando la presencia de los protectores y el profesor cesaron al instante. No hubo una sola mirada en la sala que no observase a Fletcher con desconfianza y reproche por su atrevimiento. La serenidad y paz que siempre inspiraba el Jedilá allá a donde se acercaba desapareció. Una sensación carente de afecto y bienestar lo asoló y le puso ante sus ojos cómo se había propasado en su impulso repentino por encauzar los asuntos a un mejor camino bajo su punto de vista. A un camino que le convenía más, tal vez...

Génesis y los enigmas del pasadoWhere stories live. Discover now