—No creo serlo, Michael —niego.

—Yo pienso lo contrario —sonreí de lado y se levanta de cama, camina hacia la ventana y antes de salir me mira—. Nos vemos luego Dawn —me guiña el ojo y sale por mi ventana.

Eso fue raro, él vino a saber de mí y tuve una corta charla con él y se va de la nada. ¿Quién entiende a los hombres? Miro la caja de pizza que contiene dos trozos, tal vez se los regale a Dan.

Tomo la caja de pizza y salgo de mi habitación para ir a la de mi hermano, toco dos veces.

—¡Está abierta! —exclama y giro el pomo de la puerta.

Él está tumbado boca abajo en la cama mientras ve su móvil.

—Dan, te traje algo —mi mellizo se levanta de un salto al escucharme y se sienta en el borde de la cama mirándome con el ceño ligeramente fruncido—. Es pizza y pensé compartirla contigo —me encojo de hombros.

—Tu forma de disculparte es aceptable —sonríe de lado—. ¿Sabes?, hay veces que me exasperas Dawn. Eres tan terca y necia que me dan ganas de tirarme por la ventana.

—Esas fueron las mejores palabras que he escuchado en mi vida —digo con ironía.

—¿Ves a lo que me refiero? Harás que me tire por la ventana justo en este momento —se pasa sus manos por su cara—. Pero te quiero como eres Dawn, horrible, pero te quiero —sonreí extendiendo sus brazos invitándome abrazarlo.

—Yo también te quiero estúpido —lo abrazo dejando a un lado la caja de pizza.

                        
[...]

La luna, las estrellas, el viento frío y la inmensa oscuridad de las calles era lo único que había, como siempre ninguna alma divagaba por el lugar como yo. Tal vez era la única que paseaba por las calles a estas altas horas de las noches o tal vez no.

La charla con Michael no sé si me ayudó o no, mis pensamientos estaban hechos líos por las palabras que me dieron a pensar, ahora no sé si estoy perdida o rota por dentro.

El frío aire chocaba con mi rostro y hacía que mi piel se erizara, solo llevaba mi gorro de lana negra y mis brazos al descubierto, si mis crisis de pánico no me mataban, lo haría la hipotermia que tendría.

Me siento en la fría banqueta de la calle mientras contempló la luna, hoy había luna llena y esta estaba más cerca y más brillante que de costumbre.

Quisiera brillar como ella.

Pero yo soy parte de la oscuridad.

Las calles estaban desoladas como de costumbre, yo yacía sentada en la oscuridad de la calle donde no soy perceptible si alguien pasa de casualidad.

Cierro los ojos cuando una fría brisa choca contra mi rostro y una descarga eléctrica recorre mi cuerpo, me había olvidado que se siente estar por unos pequeños minutos respirar el aire y sentirme como si no tuviera nada de qué preocuparme, otra pequeña ráfaga de viento vuelve azotar el lugar y cierro los ojos.

Es tan tranquilo.

Una mano toca mi hombro y ahogo un grito, me levanto rápidamente y mi rodilla se estrella en su zona baja.

—Oh, mierda —exclama él en el frío anden tumbado.

—¡Lo siento! —me arrodillo— Pero te lo tienes merecido por asustarme —lo señaló aunque él no me pueda ver entre tanta oscuridad.

—Si, ya lo note —su voz es débil—. Creo que me dejaste estéril ya no podré tener hijos por tu culpa —dramatiza.

Estalló en carcajadas.

—Idiota.

Tenía rato de no reírme.

—Oye, tú te ríes y yo sufriendo por qué no tendré una familia.

Me siento en el andén riéndome y miro su figura sentarse a la par mía.

—Esto quedará en tu conciencia por siempre —río por lo bajo.

—Lo siento, pero en mi defensa me estaba defendiendo —él ríe y me deleito con su risa.

Es contagiosa.

—¿Qué te pasó? —pregunta refiriéndose a mi mano vendada y mi mejilla

—Tuve un problema —elevó mi vista hacia la silueta que está a mi lado tratando de ver su rostro.

Pero no puedo.

—¿Cómo eres? —pregunto curiosa. Veo como su cabeza gira en mi dirección y sé que me está mirando.

—¿A qué te refieres?

—Como son tus rasgos —aclaró.

—Ya me has visto —responde, descolocándome por completo.

—No lo creo, casi nunca salgo de mi casa —niego.

—Pues déjame decirte que ya nos hemos visto y tengo que decir que eres muy linda de cerca.

Siento su mano tomar la mía y deja un casto beso como de costumbre, siento su respiración y puedo decir que lo tengo enfrente.

—Y tan frágil como el cristal que hace que quiera abrazarte —susurra.

Y me besó la mejilla, cierro mis ojos por aquel acto tan cálido y insignificante que hace que mi piel se erice, sus labios dejan de tocar mi mejilla dejando un cosquilleo en ella.

—Nos vemos pronto —habla y escucho las pisadas en el frío cemento indicando que ya se a ido.

Dejándome ahí... sola.

Night » horan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora