Enemigos infernales

Comenzar desde el principio
                                    

— ¡Retráctate! —gritó Aíma furiosa.

— ¿Y si no lo hago? ¿Qué? —escupió desafiante, su acento ruso era muy marcado.

— ¡Te vas a arrepentir! —maldijo la joven.

—No le temo a una sangre sucia—agregó con asco, provocando que Aíma perdiera el poco control que poseía; lo lanzó contra uno de los muros de piedra rojiza. Su rostro se veía confundido.

—No podrás con nosotros niña tonta—me amenazó mientras se levantaba del piso. Su mirada era feroz, como una bestia rabiosa.

— ¿Eso crees? Te apuesto que puedo con todos ustedes—le retó la pelirroja. El grupo de Vladimir trató de acercarse para ayudarle, eran los perritos falderos, siempre tras él. Aíma Lanzó una llamarada de fuego, dejándolos atrapados en un impecable círculo de fuego, ¿quién decía que la geometría no era divertida? —Ahora que dices, idiota—se burló con saña.

— ¡Eres una maldita nephilim! ¡La sangre en tus venas está sucia! —gritó Vladimir invadido por el odio.

Sus palabras fueron la gota que rebasó el vaso; los ojos verdes de la joven se habían vuelto tan rojos como la sangre. Ya no se controlaría más, sus uñas crecieron salvajemente y las clavó en los ojos del demonio rubio. Los gritos de dolor emitidos por el joven eran desgarradores; la pelirroja no se detuvo, hasta que vio sus cuencas vacías y una línea de sangre derramándose por su rostro mutilado. Nunca permitiría que la ofendieran nuevamente.

— ¡Ese regalito es un recuerdo de mi poder! —gritó con sorna. Él se retorció de dolor.

Kovat apareció de improviso, clavó su mirada en la joven, por cuyos dedos se deslizaban pequeñas líneas del líquido carmesí, luego se enfocó en Vladimir, que seguía sumido en el dolor, perder los ojos a sangre fría, resultaba doloroso. Sus manos e incluso la camisa gris que vestía se encontraban cubiertas de sangre. La joven levantó la mirada, encontrándose frente a frente con los ojos feroces de Kovat, su gesto albergaba un profundo disgusto. La rabia brillaba en sus iris azulados, sin duda desearía, que quien estuviera gritando de dolor fuera ella. Aíma se enderezó mirándole sin temor.

—Deberías entrenar mejor a tus sirvientes, estos están muy débiles—soltó con superioridad, pasando junto a Kovat, alejándose de la escena sangrienta tras ella.

—Tientas a tu suerte—le reprendió Kólasi̱ en un susurro.

— ¿Qué puedo hacer? Me divertía viendo su cara; parecía que iba a explotar de la rabia—admitió sonriendo.

—No sabes en lo que te metes, hermosa—añadió él y suspiró profundamente.

—Me subestimas Kólasi̱, podría matarlo sin utilizar toda mi fuerza—se quejó algo ofendida.

—Es un demonio de alto nivel—replicó el joven, tratando de hacerle comprender lo arriesgado de sus impulsos.

—Una pequeña y frágil dama, podría acabar con él, sin dañarse la manicura—añadió dando por terminada la conversación.


La enorme sala, en la que se realizaría la "Convención demoníaca especial", les daba la bienvenida. El lugar estaba hecho de piedra rojiza, con un techo tan alto, que era imposible mirarlo. Se encontraba iluminado por antorchas de fuego naranja, decoradas símbolos antiguos e incrustaciones de oro y piedras preciosas; las mesas eran de mármol blanco, cada una de ellas estaba reservada para alguien en especial, las del centro para los demonios de alto rango, como sus padres y Kovat, las de la derecha para los nephilim novatos que aún no gozaban de misiones específicas, las del lado izquierdo, para los demonios jóvenes alto rango entre ellos se encontraban Kólasi̱ y Aíma. Tomaron asiento, junto a dos rubias que parecían ser hermanas, observaron entrar al grupo de Vladimir, quienes le guiaban hasta una de las mesas cercanas.

Entre el cielo y el infierno |Trilogía cielo o infierno #1  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora