Capítulo 3.

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Ninguno de los dos volvió a mencionar lo que pasó aquella noche, y a pesar de que tanto Raoul como Agoney se quedaron con las ganas de más, pasaron un par de días y  siguieron tratándose como simples amigos, lo que realmente habían sido siempre. A pesar del extraño tonteo que llevaban teniendo desde hacía bastantes días, ninguno volvió a intentar besar al otro ni entró en el tema del sexo.

La noche del primer día de diciembre caía. Todos se quedaron hablando un rato en la habitación, jugando, y cuando se cansaron, uno a uno fueron durmiéndose. Raoul no tardó y fue de los primeros, pues había estado trabajando muy duro con Aitana la canción de esa semana y había acabado exhausto. Aquel tema de Justin Bieber le estaba dando muchos problemas, y no estaba siendo para nada una semana fácil para él.

Un rato después, despertó. Estaba a punto de hacerse pis encima, y antes de ir al baño miró la hora en su reloj. Eran las tres y media de la madrugada. Esperaba que después pudiera volver a dormirse rápido y que no le costara unas miles de vueltas en la cama y otras millones de vueltas a la cabeza.

Entró a uno de los baños y terminó rápido. Cuando estaba a punto de tirar de la cadena, escuchó un ruido. Venía del sitio de al lado. Salió del suyo y se acercó a la puerta sigilosamente, pudo escuchar como alguien estaba llorando. Pensó en llamar a la puerta, pero entonces la persona que estuviera dentro no le abriría o actuaría como si no le ocurriera nada. Así que rezando para que el desconocido de detrás no estuviese haciendo sus necesidades, abrió sin avisar.

Se encontró con la persona que menos pensaba. No podía creer que Agoney, aquel chico que nunca lloraba, estuviera allí, con los ojos rojos, con miles de lágrimas cayendo por su cara y con el alma rota, sollozando casi en completo silencio. Raoul se preguntó cuántas veces habría hecho eso y ninguno de la academia se habría enterado de que el moreno estaba mal. Él rápidamente se levantó de la taza del váter limpiándose las lágrimas, pero antes de que pudiera decir o hacer nada, el rubio ya se había abalanzado hacia él y lo había envuelto entre sus brazos delicadamente, con miedo a hacerle daño. No dijo nada, las palabras sobraban y Raoul sabía que el chico en ese momento solo necesitaba a alguien en quien apoyarse y no un interrogatorio. Acarició su espalda despacio, y Agoney apoyó su barbilla en el hombro del otro. Volvió a romperse a llorar, pero Raoul no se quejó y no le interrumpió. Entendió que necesitaba desahogarse, y sobretodo, que necesitaba mucho apoyo moral, así que no se despegó ni un momento y lo siguió abrazando por varios minutos, hasta que Agoney se quedó seco del todo y sus ojos ya no pudieron más. Entonces se separó un poco, lo suficiente para poder mirar su cara y quedar frente a frente con él, vio sus ojeras y sus ojos rojos e hinchados. Con una mano limpió de su rostro cualquier lágrima que quedara, y terminó acariciándolo mientras sonreía tiernamente.

- Qué vergüenza. - Fue lo primero que dijo el canario, y soltó una risa nerviosa. Raoul negó con la cabeza y lo volvió a abrazar fuertemente.

- ¿Por qué no te desahogas conmigo cuando lo necesites? - Susurró Raoul despacio.

- No quiero molestarte.

- No me molestas. En ningún caso para mí serías una molestia. - Agoney sonrió ante aquel comentario y cerró los ojos. Solo él le hacía sentir tan especial. - ¿Por qué llorabas?

- Por nada, son tonterías.

- Me lo habría creído si no hubieras estado media hora llorando en mi hombro. - Contestó Raoul, y se separó de Agoney mirándole. - Dímelo en serio, ¿por qué llorabas? ¿Y por qué lo hacías solo?

- Ya te dije, no quiero molestar ni preocupar a nadie. Estoy bien, no me pasa nada. - Le dijo sonriente, pero él le siguió mirando serio. Agoney suspiró y contestó mirando al suelo. - No han sido unos días fáciles para mí, y no lo he estado pasando bien. No sabía si alguien podría llegar a entenderme.

Le vi sonreír | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora