01. red lipstick

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Daisy

La música en mis oídos se detuvo para dar comienzo a la penúltima canción del cassette, si no me equivocaba. El auto dónde me encontraba seguía en movimiento por lo que me obligué a observar hacia mis costados. Parecía que entrábamos a un pequeño pueblo.

Estaba acostumbrada a viajar, de todas formas. Desde California hasta Nueva York, ya sea por el trabajo de mamá o por un capricho de ella, no nos quedábamos más de un año en un lugar. Y aunque era algo frustrante, terminé dándome por vencida y aceptando nuevos cambios, aunque siempre termine con algunas malas experiencias.

"Welcome to Derry, Maine"

Aquel cartel verde me hizo saber que llegábamos, o estábamos a punto de hacerlo. Mamá mencionó la casa, y el pueblo, más no esperaba estar casi veinticuatro horas sentada en el asiento trasero del auto de Kel, mi actual padrastro y novio de mamá desde hace... ¿cinco meses? Casi rompe un récord.

—¡Llegamos a nuestro nuevo hogar, familia! — dijo Kel, mientras mamá se acercaba a besarlo. Familia, claro. A veces quería reír por la inocencia de aquel hombre, pero sólo era otro ingenuo bajo las garras de mi madre. Él creía que realmente iban a durar.

Mi cassette término, y desgraciadamente tenía que escuchar la tonta radio que mamá escuchaba diariamente, y no era por quejarme, pero parecía que aquello era exclusivamente para viejitos enamorados.

Guardé mi walkman en la mochila a un lado mío y fijé mi vista hacia adelante, arrepintiéndose por completo. Rodé mis ojos, al ver que mamá y Kel seguían besándose mientras la velocidad del auto era mínima. Tranquilamente podíamos chocar con un árbol o lo que sea, esas posibilidades eran altas, quizás demasiado.

Mire la ventana nuevamente, encontrándome con lo que parecía una escuela; unos chicos estaban en la basura tirando sus apuntes al parecer. Observé a cada uno de ellos, hasta toparme con un chico de gafas que me miraba fijamente. Bajé mis lentes de sol, observándolo mejor, mientras hacía un gran globo de chicle. Su reacción me causo gracia, así qué me reincorpore rápidamente al notar que el auto avanzaba con normalidad nuevamente. Tal vez Derry sea más interesante de lo que aparentaba, ya que el pueblo parecía carecer de colores y emociones.

Kel, - ahora sin que mamá sea la causante- bajo la velocidad, observando un papel que sostenía su mano izquierda. Alzó la vista en busca de algo que no tenía muy en claro, hasta que se detuvo y todos nos quedamos mirando hacia la izquierda. Mamá se apresuró a bajar con una sonrisa en su rostro.

Abrí la puerta, y baje instantáneamente estirándome como pude. Casi no sentía el trasero, y era incomodo de admitir.

Me detuve a observar la gran y oscura casa que estaba al frente mío. Era consciente de cuánto había conseguido mamá el lugar, y aunque no esperaba un palacio, por lo menos algo decente. ¿Realmente íbamos a vivir ahí? Prácticamente parece un basurero.

—Mamá, a esto ni siquiera se le puede llamar casa — comenté acercándome a ella, quedando a su lado.

—Haremos que sea una — respondió mirándome, sus ojos brillaban. Parecía realmente alegre, como si todas sus preocupaciones se hubieran quedado en Carolina del Norte, de donde veníamos.

—¿Significa que nos quedamos definitivamente? — no te ilusiones. Era lo único que venía a mi cabeza mientras esperaba la respuesta de mamá, que ahora tenía la vista en la casa, nuevamente. Parecía que aquel descuidado y aterrador sitio era todo lo que había soñado.

— Lo veremos Daisy.

Dejé de observarla y mire a donde nos quedaríamos indefinidamente, con una sonrisa leve en mi rostro. Mamá se comportaba diferente a otras veces, cómo si realmente quisiera quedarse, así que, sólo me limitaré a disfrutar del momento.

Kel apareció por adelante de nosotras cargando tres cajas sobre él, adentrandose al lugar. Mamá no tardo en correr tras él, dejándome sola en la entrada. Aproveche el momento para observar mejor el lugar, recorriendo cada parte de la estructura superficial que está mantenía.

Luego de unos minutos, decidí que era hora de recorrer dónde descansaríamos por un tiempo.

Podía sentir como el césped picaba en mis piernas por lo largo que se encontraba, y los restos de vidrios que mis zapatillas pisaban paso tras paso. La puerta de la casa estaba abierta, y al entrar en esta, tosi fuertemente por el polvo que inundaba todo el perímetro, que se encontraba a oscuras, por cierto.

Mis ojos viajaron a cada rincón del lugar, curiosamente, sólo para descubrir que por fuera se veía aún mejor que por dentro. Cómo si nadie la hubiese habitado por años y sólo había sido víctima de adolescentes drogadictos en busca de emociones.

Por un momento sentí lo que mamá sentía, como si este fuera el lugar ideal y sólo teníamos que hacerlo nuestro. Pero todo se desvaneció al ver las paredes quebradas, falta de algunas cerámicas en el suelo y lo peor, los vidrios de las ventanas rotos.

—Daisy, ¿comenzamos con esto?— dijo mamá quitándome de mis pensamientos. Ella tenía el equipo de limpieza preparado, y Kel se veía gracioso mientras intentaba colocarse los guantes.

Asentí intentando sonreír, quizás este lugar no era el más bonito, pero podría ser nuestro hogar.

Comencé con las escaleras, mientras mamá estaba en la cocina y Kel intentaba quitar una especie de planta en medio de la sala de estar. Genial.

Mordí mi labio mientras comenzaba a fregar,las escaleras llegaban al segundo piso que aún no había conocido. Esto no era lo que tenía en mente de lo que quería hacer cuando lleguemos a la casa, pero no podía quejarme. El esfuerzo debería merecer la pena, y eso quería decir que teníamos que quedarnos definitivamente.

Quizás estaba por la mitad de las escaleras, o un poco menos, cuando sentí como el ambiente se volvía completamente frío. Suspiré sin prestarle mucha atención, esta casa tenía demasiados agujeros a su alrededor, no dudaría en decir que seguro el viento de afuera se filtró por una de las tantas rajaduras.

Tenía que subir un escalón más, cuando tropecé con una de mis agujetas desatada, logrando sujetarme por el soporte, pero en esa desesperación el balde cayó. Por culpa de mi torpeza tendría que limpiar el doble.

—Maldición— susurré, al ver como el agua sucia se esparcia escalon por escalon, estropeando todo lo que había limpiado.

Bajé rápidamente en busca de mamá, pero el agua ya había bajado totalmente y en lugar de dirigirse hacia delante, se adentró a un costado de las escaleras, siguiendo un raro curso.

Quizás, no lo sé, había una rajadura que causaba que el agua siguiera aquel camino.

Y aunque era una estúpida idea, decidí seguirla, a pasos lentos. Miré hacia mis costados, percatándome de que mamá ni Kel estén cerca.

Seguí persiguiendo al agua correr, hasta un especie de sótano. Mi entrecejo se frunció pero aún así decidí adentrarme, bajando los tres primeros escalones, intentando ver algo en medio de la oscuridad.

De pronto la puerta se cerró sorprendiéndome. Todo el lugar quedó en una completa oscuridad, y ya no me importaba el hecho del agua cayendo, sólo quería largarme de aquí.

Al momento de estar frente a la puerta, estuve a punto de golpearla hasta que alguien la abrió. No me sorprendí al ver a mamá del otro lado.

—¿No estabas limpiando las escaleras?— preguntó confundida, yo sólo negué, sin saber que responder con exactitud.

—¿Tu cerraste la puerta?— cuestioné inquieta, sentía una mirada sobre mí, y no me agradaba en lo absoluto.

—Vine hacía aquí por el fuerte ruido, cuándo llegué estaba cerrada.— respondió atrás mío, como si yo estuviera con alguien más.— Le preguntaré a Kel.

Tragué saliva y dando pasos rápidos me alejé de allí, aún inquieta.

No creía en las cosas paranormales, por lo que toda la lógica que encontraba era que había sido Kel, queriendo bromear un poco.

Pero algo dentro de mí me decía que era algo mucho más que una broma.

•••

n/a: Daisy en multimedia.


bubblegum ; richie tozierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora