Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]

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Giselle

— ¿No prefieres ir a casa y descansar un poco? Te ves muy pálida.

Ante las palabras de mi madre, sacudo la cabeza en una negativa. No tengo ganas ni de hablar, ¿qué le hace creer que tengo ganas de comer?

— Giselle, llevas demasiadas horas aquí y no es sano. Ni siquiera has comido algo.

Papá es el que habla ahora, obstinado, pero ni siquiera lo miro. Mi vista está fija en el piso del hospital. Ambos han estado insistiendo mucho. "Giselle, vamos a comer", "Giselle, debes descansar", "Giselle, has pasado muchas horas sin dormir". Entiendo que se preocupen, pero están empezando a cansarme. ¿Realmente qué importa si he comido o no?, ¿si he descansado o no? No importa. O, por lo menos, a mí no me importa. No cuando Chase está tan mal, que posiblemente no pase las próximas horas.

De solo pensar eso, otra vez me parto a llorar. No pasa mucho hasta que nuevamente siento los brazos de mi madre alrededor de mi cuerpo. Intenta darme confort y consuelo; no funciona. Mis pensamientos no ayudan. Son crueles. Quiero dejar de pensar. Quiero dejar de imaginarme un mundo sin Chase; sin el chico que tanto quiero.

— Se va a ir… — Suelto en un balbuceo. Parece que mi madre me ha escuchado bien, porque su abrazo se vuelve más fuerte.

— Shh, cariño, no. Ten fé. Chase saldrá adelante. Él estará bien.

Niego con la cabeza al escucharla. Por más que quiero que eso sea real… hay algo que no me deja creerlo en su totalidad.

— Mamá… el doctor dice que está muy mal. Su corazón…

— Ey, ey — ella me calla —. No sigas, Giselle. Te hace daño.

Me busca la mirada y hace que se la sostenga.

— No pienses de esa forma. Chase es joven, y saldrá de esta. Ya lo verás.

Cierro los ojos y, al abrirlos, la imagen de mi madre se distorsiona por las lágrimas.

— Él estará bien — repito.

— Debes creerlo.

Trago saliva.

— Chase estará bien.

Tiene que estarlo.

Aunque ya no estoy segura.

Porque ahora mismo no siento nada.