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Chase.

Hoy es el funeral de Nadia y Emily. Y no puedo estar con ellas. Eso solo aumenta el dolor que siento ahora mismo. Me llena de impotencia porque… no puedo hacer nada al respecto. Mi hermano tiene razón. Si no vamos hoy a la cita con El Consejo, posiblemente no podremos obtener una otra vez. Kaled no da segundas oportunidades. Y ahora mismo necesito más que nunca hablar con él. Necesito ponerlo al tanto de todo lo que ha ocurrido con Seam, aunque estoy seguro que él lo sabe muy bien. Se hace el loco, eso es lo que creo, pero no sé por qué exactamente. Debe tener un motivo, y uno realmente malo para todos. No espero menos de él. Es un ser vil, pero inteligente, debo reconocerlo, y le gusta tener todo bajo control. Tengo mis sospechas. De seguro Kaled ha dado su permiso para que Seam haga todo lo que está haciendo, sobretodo porque… los Lachowshi siempre han sido un estorbo para él. Todo empezó con mi padre, cuando fue fundador del programa de Protección, y ahora su odio ha pasado a nosotros… ¿por qué? ¿Solo por ser hijos de James Lachowshi? Tal vez, pero de eso no estoy tan seguro. Siento que hay algo más detrás de esto. Algo oscuro, y malvado, muy malvado. Tengo miedo de averiguarlo. Nada que tenga que ver con Kaled, y con Seam, es algo bueno. De lo que sí estoy completamente seguro, es de lo genial que sería para él saberme muerto.

Suspiro y, con eso en mente, me paso la mano por el cabello, un poco cansado. No he podido dormir nada, la noticia de la muerte de Nadia y Emily me tiene muy mal. Y el calor solo me pone aún peor. Esto es horrible. Tengo una presión en el pecho que apenas me deja respirar. Quiero salir corriendo de vuelta al pueblo. Ahí es donde está mi corazón y mi mente ahora mismo. Ahí está Nadia, Emily… y Giselle.

Ella ha estado mandándome muchos mensajes de apoyo, no ha dejado de escribirme, siento que es su forma de estar conmigo a la distancia, me ha mantenido al tanto de cómo va todo por allá. Ahora mismo están en el funeral. Dentro de unas pocas horas será el entierro.

Me acomodo el cuello de la camisa blanca y se me escapa un bostezo. El negro nunca ha sido un color que suelo usar, por lo que no tengo una prenda de ese color en la ropa que empaque. Supongo que no importa realmente. El luto se lleva en el alma, no en la ropa.

Fijo mi vista en mi hermano, a través del reflejo del espejo, y aprieto los labios. Está tirado sobre la cama, con la vista fija en el techo. Él tampoco pudo dormir nada anoche. Lo sentí inquieto, dando varias vueltas sin control. Lo entiendo. Debe sentir lo mismo que yo.

Me acerco a él y capto su atención. Sin embargo, no se levanta de la cama. Está desanimado. Se le ve en el semblante. Tiene ojeras, al igual que yo, y el cabello negro lo trae revuelto.

Estiro mi mano en su dirección y lo ayudo a levantarse de la cama. Él no pone resistencia y, una vez de pie, me da un par de palmaditas en el hombro. Juntos nos abrimos paso hacia la cocina, dónde Wendy y Mateo esperan por nosotros, con el desayuno ya listo. Apenas puedo pasar bocado. Mi hermano tampoco logra comer mucho, un jugo de fruta y listo. Todos estamos en silencio, y cuando Wendy termina de comer, nos ponemos en marcha. Antes de salir de casa de Mateo, le envío un audio de WhatsApp a Giselle para informarle que ya voy camino a encontrarme con El Consejo. Su respuesta es rápida. Me desea buena suerte y luego me dice que me quiere. Eso último me hace sonreír un poco. Le respondo y luego salgo de casa.

El resto y Mateo me esperan en el auto de éste último. El viaje a nuestro destino es rápido. La manera en la que nos debemos trasladar es a través de un portal. Hay varios colocados a lo largo del mundo, aquí en Las Tortugas hay solo uno, que se encuentra en el bar de un tipo llamado Pedro José, conocido de Mateo. A penas llegar, el señor Pedro se acerca a nosotros con una amable sonrisa en la cara. Es un tipo mayor, de cabello canoso y rostro arrugado. Saluda a Mateo con un abrazo y a nosotros con un apretón de manos. Meteo le dice que necesitamos del servicio especial y el señor parece entender de inmediato a qué se refiere. Nos hace una seña con la cabeza para lo sigamos entre el montón de sillas y mesas bien acomodadas en filas. De fondo logro escuchar que suena una canción, aunque no la reconozco. Nos lleva hacia un largo pasillo que está un poco angosto. Al final de este hay una puerta cerrada que, al abrirla, nos da paso a lo que parece ser de nuevo una especie de bar. A diferencia de en la otra habitación, las mesas y las sillas están desordenadas, como si la hubieran usado hace nada.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora