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Giselle.

Mi ansiedad va en aumento con cada minuto que pasa. Los segundos parecen eternos, cosa que, en realidad, no me desagrada en lo más mínimo puesto que, gracias a eso, puedo intentar hablar con mi padre y persuadirlo para que no sea tan intenso. Sé que sus intenciones no son malas; sin embargo, ni él ni yo estamos acostumbrados a situaciones parecidas, y no sé cuál es su límite y lo que en esta cena me espera.

Con el pasar de los minutos, mi única preocupación no solo es los temas que mi padre pueda tocar esta noche. En realidad, hablar sobre temas vergonzosos ha pasado a segundo plano; sin embargo, me aterra que a papá se le pueda salir lo celoso y sobre-protector; y que, quizás, no acepte mi relación con Chase — cosa que realmente no me va a impedir estar con él —.

Recuerdo que Hannan me contó que Chase trabajó algún tiempo en el café con él pues necesitaba dinero para comprar el repuesto de una pieza de su auto. También sé que, durante ese tiempo, a papá le cayó bien. Pero en definitiva no es lo mismo que Chase trabaje con él a que salga con su única hija.

Niego con la cabeza, tratando de despejar mi mente.

« Basta, Giselle. Nada de actitudes pesimistas. Esta noche todo va a salir bien y papá se dará cuenta que Chase es increíble » Es lo que me repito una y otra vez como un intento desesperado de aplacar mis nervios.

Durante el resto de la tarde ayudo en el café para mantener mi mente ocupada en otra cosa y evitar seguir pensando en lo mismo; sin embargo, no funciona para nada.

Estoy demasiado nerviosa.

— Papá... — lo llamo en un susurro realmente tímido. Sus ojos se alzan para mirarme. Está apoyado contra la nevera de la cocina, comiendo lo que parece ser un pedazo de pastel de chocolate. La comisura de sus labios están manchadas con el postre y no puedo evitar ladear una mueca.

— Dime. — Habla, limpiándose la boca.

— ¿Puedo pedirte algo?

— Claro, cariño. — Asiente.

Relamo mis labios y dejo salir un suspiro.

— No me avergüences esta noche frente a Chase... por favor. Y tampoco lo hagas sentir incómodo. — Suplico, y mi voz suena un tono más grave.

Mi padre me mira por un largo y silencioso segundo, y luego me muestra sus dientes blancos en una sonrisa que me resulta maligna.

— Cariño, soy tu padre, si yo no te avergüenzo, ¿quién lo hará? — sus palabras me hacen dar un paso hacia atrás, como si me hubiese dado un puñetazo. Genial. Simplemente genial. Lo que me faltaba. ¿Es que acaso ya no he pasado suficiente vergüenza frente a Chase?

— Papá… — Digo en tono suplante, tratando  de convencerlo con la tan efectiva "cara de perrito".

Mi padre hace una larga pausa que altera aún más mis nervios, como si quisiera añadirle dramatismo o suspenso a lo que sea que va a decir.

— Bien. Prometo que seré amable, no lo haré sentir incómodo. Todo estará bien — acepta al final —. Y… ¿Cuánto tiempo tienen ustedes dos? ¿Salen desde hace mucho tiempo?

— No, papá. Chase y yo no llevamos mucho tiempo. Recién y estamos empezando. — Le hago saber, ladeando una mueca, feliz ante sus palabras. Solo me queda esperar que cumpla su promesa.

Mi padre estudia mi rostro por unos segundos y luego asiente.

— Hablaré con él de todas formas. Quiero dejarle claro que tú no eres un juguete con el que puede jugar.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora