Capítulo 34

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  [Extra: Parte 1]



RECORDAR
Del latín re-cordis; volver a pasar por el corazón.







Mira por milésima vez la entrada principal angustiado.
No, todavía no había llegado.
Vuelve sus ojos temerosos hacia su madre quien espera con desesperación y enojo mientras apoya su mentón en su mano izquierda.

El frío y los copos de nieve entraban furiosos por aquella enorme puerta abierta, de par en par, como si su abertura completa fuera una forma de multiplicar las posibilidades de la llegada del alfa que hacia preocupar tanto a su madre.

Suspira enojado por enésima vez pasando una mano por su cabello.
Debía bañarse.

Pronto cae en el estado de su cuerpo, cubierto de sangre, magullado, tan maltratado.  Los entrenamientos eran bestiales, eran dolorosos pero que le aseguraban una cosa: volverse un hombre.

Vuelve a mirar a su madre, toma una manta del sillón que sus empleados habían separado para ellos y se acerca.

"¿Mamá?"
No obtiene respuesta inmediata. Suspira y trata de sonreír acercándose más al pequeño cuerpo de ojos verdes agua.
"Mamá. Vas a enfermar."
Intenta nuevamente, logrando una fugaz mirada perdida que se convertiría luego, en ojos fijos en el y una sonrisa.

"Víctor..."

"Mamá, toma" Ofrece la manta y se encarga de envolver a su madre en ella. "¿Quieres qué prepare algo?"

"Estoy bien."

"Volverá, mamá, tranquila."

Su madre lo mira y él se tensa.

"No me ha avisado que hoy saldría mas tarde. Y con todos los problemas que tiene con Arkady, ¿quien me asegura que no tendré que buscar al phakan en un agujero?"

Pasa saliva con dificultad.

Las palabras de su madre eran duras, pero todo, todo lo que ella decía era verdad.
Rueda los ojos, enojado.
Por las palabras de su madre, y por la inminente tardanza de su padre.

"Si Arkady planea matarlo, será en un futuro. No debes preocuparte."

Su madre sonríe en serio.

"Eres mi vida, ¿Qué haría sin ti?"

Él la mira sintiendo un pequeño escozor en el pecho, pronto la perdería, eso era seguro.
Por que, el cáncer no perdona y en la situación tan avanzada en la que se encontraba su madre ya nada se podía hacer; inútiles eran los miles de tratamientos a los que la había sometido su padre. Una pérdida de tiempo las interminables horas de quimioterapia, una completa basura creer que ella podía salvarse.
Y no sabían cuánto tiempo tenían, no sabían cuánto más ella podría quedarse.

Víctor lo sabía.
A sus once años estaba seguro de que le quedaba sólo una cosa por hacer con su madre.

Amarla y asegurarse de que el tiempo; maldito incesante que no perdonaba y no funcionaba, pudiese durar lo suficiente.

Escuchan un sonido lejano, autos acercándose y gran movimiento.
Víctor baja la cabeza.

Mira a su mamá y suspira.
Decidido a dejar la habitación, besa su mejilla y se despide.
Seguramente todo sería un caos, anticipaba con amargura la llegada de su padre, los reclamos de su madre, una inminente pelea, y para ser sincero prefería encerrarse en su habitación o entrenar para evitar que el día siguiente fuera peor.

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⏰ Última actualización: Jan 02, 2018 ⏰

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