8. Torre Eurosky

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Domingo 24 de agosto del 2014

Fiorella sintió que la cama se desniveló. Estiró su brazo, y comprobó que Gareth no estaba con ella, entonces se obligó a sí misma a abrir los ojos. Parpadeó un poco para aclararse la vista, y lo vio allí, caminando hacia el baño.

Sonrió.

Era agradablemente hermoso tenerlo de nuevo, aunque su olor fuera diferente, su rostro luciera mayor, su cuerpo estuviera más formado… aunque físicamente no fuera el mismo Gareth de dieciséis años, era su Gareth, y nada podía cambiar la historia que se había formado ya, ni siquiera aun el transcurrir del tiempo.

La noche anterior, después de su reconciliación, habían tomado un baño, cada uno por separado. Si bien era cierto que no sería la primera vez de ninguno de los dos, sería su primera vez juntos, y eso cambiaba totalmente las cosas. Las cosas cambiaban cuando se trataba de amor.

Después de su ducha, se puso la misma ropa interior, y la camisa de Gareth, que le quedaba lo justo para cubrirle. Él se quedó en bóxers, así que no se incomodaron. Luego de eso vieron un poco de televisión, se besaron también, y quedaron dormidos.

Era muy diferente dormir en los brazos de Gareth, que en los brazos de cualquier otra víctima… pero Gareth ya no era una víctima, y no lo sería jamás, aunque tuviera que matar a su propia familia para impedirlo, suponiendo que tuviera una familia de verdad.

Se levantó de la cama, y caminó hacia el baño. Él se encontraba cepillándose los dientes, y Fiorella lo abrazó por detrás, dejándole un beso en la espalda.

―Hola. ―Le sonrió.

Gareth solo sonrió con la mirada.

―¿Por qué te lavas los dientes? Desayunaremos juntos, ¿verdad? ―preguntó ella. Esperaba que sí, en realidad ese iba a ser un nuevo comienzo para ellos dos, aunque un poco diferente.

Él escupió la pasta en el lavabo, continuó cepillándose la lengua y luego enjuagó su boca con un poco del agua que corría. Ni siquiera eso podía ser asqueroso para Fiorella viniendo de Gareth.

―Sí, pero acabo de levantarme, y el aliento… ―dijo él, mientras se secaba las manos.

―¿Me estás diciendo que mi aliento es malo por las mañanas?

Gareth rio.

―No. ―Soltó la toalla, se acercó a Fiorella y tomó su cara, y plantó un beso en su boca―. No me importa tu aliento. Anda, levántate, vamos a llamar un desayuno al cuarto.

Se tomaron de las manos, y caminaron hacia la cama, en donde se metieron debajo de las sabanas para ver televisión.

Fiorella sabía que ya debía contarle todo a Gareth, porque él podría ayudar un poco respecto a la entrada en el periódico que escribió su padre. Las cosas eran diferentes, ya no eran adolescentes y tenían que arreglar asuntos un poco más importantes en sus vidas, y para llevar la relación que ellos querían, necesitaban hablar un poco al respecto, y ser sinceros entre ambos. Entonces decidió que lo hablaría durante el desayuno.

Habían pasado ya veinte minutos desde que Gareth pidió el desayuno a la habitación, y sonó a alguien tocar la puerta.

―Yo voy ―se ofreció Fiorella.

―¿Estás loca? ―le preguntó él mientras salía de la cama―. Estás casi desnuda. Yo abriré.

Fiorella no dijo nada, pero de todas formas Gareth se levantó y abrió la puerta. Allí apareció un señor que ya llegaba a los cuarenta, con un traje elegante que seguro que le daba calor. Su novio agradeció, y acercó la mesilla rodante a la cama, y luego se sentó de nuevo. Fiorella se dispuso a ayudar a acomodar los platos sobre la cama.

Mafia Femenina 1: Albures y Azares Donde viven las historias. Descúbrelo ahora