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Tres de la mañana, cuatro de la mañana, cinco de la mañana, hora de levantarse y nadie lo esta levantando.

Declan, un joven de ojos cafés con un cabello del mismo color se despierta, el chico no tiene más de quince años.

El todavia no lo entiende, no comprende, no cabe en su cabeza que Matilda ya no está.

La puerta se abre y entra su madre, ella acaba de despertar, su vista se posa en su hijo que ya esta de pie, enfrente de la puerta como que estuviera a punto de abrirla.

-Ya es hora de despertarse.-dijo su madre, aunque ya fuera lógico que el chico ya estaba despierto.

-Si.-esa fue la única respuesta que obtuvo la mujer, ella dió una pequeña sonrisa y se marchó de la habitación, la mirada del chico estuvo clavada en la puerta por unos segundos hasta que la apartó para vestirse, ese día no habia escuela pero tenia que ir a un lugar que odiaba.

Luego de vestirse, bajó a la cocina, su madre estaba vestida con un vestido amarillo y tenia su cabello en una coleta, apartó la mirada y enfocó su vista en la mesa, alguien faltaba ahí.

-Si Matilda estuviera todo estaría mejor.-El chico se puso algo rojo tras decir eso, sabia que era un tema delicado, pero no le importó, supo que estaba en problemas cuando su madre se giró con los labios hechos una línea y con la típica mirada de "estas en problemas".

-¡Declan! Ya hablamos de esto, no quiero que vuelvas a mencionar el nombre de.. ¡esa! otra vez.-Su madre dijo eso con cierto veneno y melancolía, Declan la entendía, pero sabia que nada de eso cambiaría lo que el pensaba, no importa a cuántos psicólogos lo lleven.

El chico comió y al terminar fue a lavar sus dientes, su madre lo estaba esperando en la puerta para llevarlo al lugar que no quería volver a pisar.

* * *

Estaban sentados en una sala de la "clínica" si así se le podía llamar de la psicóloga que lo atendería, su madre dijo que era necesario.

-Declan Mckenna?.- Ese era su nombre, ya era su momento de pasar con la doctora.

Su madre se puso de pie y con una sonrisa forzada le dijo a la mujer en la recepción que ese era su hijo, presentó al joven y la mujer los hizo pasar a ver a la psicóloga.

-Se educado, no le grites, no levantes la voz y se sincero.-Dijo su madre en un susurro antes de entrar a la sala, Declan solo asintió con la cabeza y entró.

capgrasWhere stories live. Discover now