Prólogo

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— ¡Vamos, hombre! —Grito— ¡Que se nos hace tarde!

— ¡Ya oí, ya oí! —gruñí por lo bajo.

Arrastre mi mochila por las calurosas calles de mi ciudad. Joder. ¿Por qué mi madre tiene que controlar mi asquerosa vida? Debería aprender a decir «No».

— ¡Jesse! —Chilló, abriendo la puerta del auto—Eres igual de lento que tu abuela.

—Por algo es mi abuela.

— ¡Oh, vamos! Mientras más rápido seas, más rápido me podré liberar de ti—Paso el cinturón de seguridad por su pecho—Ah. Y así tendré mis preciadas vacaciones.

—Yo también te quiero, mamita—sonreí ampliamente dejando la mochila en el capo, para después cerrarla y sentarme en mi puesto de copiloto.

—Rápido—murmuró.

Sin más, coloco en marcha el auto. Como suelo hacer en todos los viajes me dedique a observar por la ventanilla el paisaje dado y como me alejaba de mi hogar.

Casas, departamentos, carreteras y luego... ¿bosques? Árboles, árboles y más árboles. Uno tras otro.

Sentí la sensación del vomito correr por mi garganta. Gruñí por lo bajo.

— ¿Qué tienes? —preguntó mi madre.

—Siento nauseas...

— ¡Ni se te ocurra vomitar en mi bebé! —exclamó sin dudar.

—No es necesaria tanta preocupación, madre.

—Aguanta. Si quieres puedes vomitar cuando lleguemos.

—Solo quiero que todo esto acabe para volver con mis amigos—dije apoyándome en la puerta del auto.

— ¿A esas cosas los llamas "amigos"? No me hagas reír. Cualquier persona que tenga dos dedos de frente sabría que eres como un esclavo para ellos.

Fruncí el ceño.

—No soy su esclavo—negué.

—No deberías llamarlos amigos.

Me gire hacía ella.

—Tú no sabes nada sobre amistad, mamá. Si quieres puedes agregarla a tu diccionario, y, si te es posible; Tenerlos.

—No necesito de esas cosas para ser feliz—contesto observándose en el espejo retrovisor—. Agh, ¿cuánto tiempo llevamos? Tengo el trasero adolorido.

—No lo sé. Simplemente quiero que todo esto acabe y volver a casa.

Mamá no dijo ninguna palabra más, y yo también.

. . .

— ¡DESPIERTA MALDITO SACO DE PULGAS! —exclamó mi hermosa madre para despertarme de dulce sueño angelical para causarme un ataque al corazón. Con razón la quiero tanto.

— ¿¡Qué sucede!? —dije soñoliento.

—Bájate—ordeno—. Ya llegamos.

Ella fue la primera en bajar del auto y caminar hacía el capo y sacar mis cosas. Mientras tanto, yo me limite a salir con lentitud y horrorizarme con lo que tenía frente a mí.

Muchos árboles. Cosas hechas a mano. Aire puro...

Tome mi celular y desbloquee la pantalla: Sin conexión. Sin internet móvil.

— ¡MADRE, HERMOSA, PRECIOSA, REINA DE MI VIDA! —exclamé girándome hacía ella— ¡POR LO QUE MÁS QUIERAS, VOLVAMOS A CASA!

—No—respondió sin más. Lanzó mi mochila sobre mi cuerpo de golpe, quitándome el aire de los pulmones—. Espero que disfrutes tus vacaciones.

Fue entonces cuando corrió al auto, lo coloco en marcha y me abandono en mitad de la nada.

—Ngh... —murmuré quitándome la mochila de encima. Me puse de pie y coloque mis manos sobre mis ojos para protegerlos del sol.

«Este día sería perfecto para estar encerrado en la habitación con las cortinas cerradas jugando video juegos y masturbarse»

Frente a mí se hallaba un cartel con claros signos de haber sido hecho a mano con enormes letras diciendo:

«Bienvenidos al campamento Weel's»

Campamento Weel'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora