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"a.-Inmolación: Acto de inmolar

b.-Inmolar: Del lat. immolāre. Sacrificar una víctima (1). Ofrecer algo en reconocimiento de la divinidad (2). Dar la vida, la hacienda, el reposo, etc., en provecho u honor de alguien o algo (3)."

La enciclopedia de España estaba abierta en la página 564, con las hojas algo arrugadas por la caída que había sufrido. Fue un hecho fortuito, en realidad el hombre sólo quería sostenerse en el librero, tratando de no caer por el ataque de tos.

Unos rápidos pasos femeninos.

El dibujo de la mujer hindú, quemándose viva, se mancha de escarlata.

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"IMMOLAZIONE"

¿Romano, hasta dónde eres capaz de llegar?

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La tos lo terminó tirándolo al piso. Una de las pocas sirvientas que quedaba en la casona corrió a sujetarlo.

― ¡Señor España! ― Le sostenía de los hombros, viendo con impotencia como el cuerpo se retorcía entre sus brazos.

Un hilo escarlata bajaba por los labios gruesos y resecos.

¿Dónde estaba el brillo tan maravilloso de sus ojos? Eloísa no podía dejar de preguntárselo cuando el hombre le sonrió.

― Estoy bien, cariño. No te preocupes, me iré a acostar. Fue mala idea ir a ver cómo está mi huerta ¿Cierto? ― Se apoya en ella, levantándose. Las rodillas le tiemblan.

― ¡Totalmente mala idea, señor! ¡Totalmente! ― España estaba frío como un cadáver.

Estaba muriendo.

― Qué lástima... Quería mostrarle a Feliciano los bonitos tomates de esta temporada ― Y sus palabras tenían un entrelíneas doloroso y oscuro. Feliciano. Solamente Feliciano.

― Ya lo podrá hacer en otro momento, señor Italia lo entenderá ― Las palabras chocaban y hacían eco en las paredes del pasillo, camino al dormitorio principal.

― Italia del Norte.

― ¿Disculpe? ― España trató de seguir sonriendo. Era una mueca rota y forzada.

― Feliciano es solo una parte de Italia, es el norte. Lovino es el sur ― Siempre lo terminaba explicando a las personas y naciones, con más paciencia a algunos que otros. En estos momentos, el aliento de cada palabra era gris y frío, como una corriente helada de una noche de invierno.

― Sí, tiene razón ― Entraron en la habitación, que era iluminada por el sol en todo su esplendor. Siempre estaba llena de luz y vida, pero parecía que esta última había desaparecido.

Recostó al hombre en la cama, cubriéndole hasta la nariz. Recibió una pequeña carcajada.

― No te preocupes tanto, hija mía. Tu madre patria no se irá al otro mundo por este pequeño resfriado ― La mujer trató de responderle con una sonrisa.

― Más le vale, porque no me ha pagado el sueldo.

― Dame un respiro, que no tengo un euro ni para el pan.

Otra pequeña carcajada.

― Vamos señor. Usted debe quedarse acostado, yo le prepararé una rica sopa y se sentirá mejor ― Sin embargo, las sopas de los días anteriores no han hecho un mísero cambio ― Y tendrá todas las energías para recibir a sus visitantes.

IMMOLAZIONEWhere stories live. Discover now