Uno, Harry.

45 2 0
                                    

"El suicidio no es una opción."

Se leía en cada rincón y pasillo de aquella escuela, de la escuela que tenia siglos en estar abierta. Mi mente daba vueltas. Estaba perdiendo la paciencia, o por lo menos pronto la perdería. Todos los días leyendo lo mismo, lamentos en cada pasillo, rumores que crecen cada días más, problemas de autoestima, rompimientos románticos, problemas con drogas, el alcohol, robos en todo el pueblo, suicidios...

Habían personas con problemas ahí fuera. Problemas reales, tan crudos y absurdos que podrías reírte un buen rato, pretendiendo que tú vida no era tan mala como de costumbre, poniéndote una máscara de aire que solo sirve para ocultar tu realidad, lo que no quieres ver. Lo que no puedes ver. Ocultando tu dolor, tus penas, tus secretos, tus malos pensamientos, tus malas acciones, las decisiones más malas de tu vida, en realidad, todo eso que no puedes demostrar.

El mundo esta lleno de banalidades superficiales.

Y Louis Tomlinson era una de ellas.

Bien, creó que se preguntarán, ¿quién carajo es ese tal Louis Tomlinson?

Bueno, les explico.

Todo comenzó cuando tenia siete años, miraba por la ventana de mi habitación mientras jugaba con una barbie que le robé a mi hermana, ahí fue cuando mi corazón supo que iba a lastimarse y a sentir esa estúpida sensación cada vez que veía sus bellos ojos azules. Sonará lo más cursi y cliché, pero así lo sentí. "Fue amor a primera vista", según mi punto de vista en aquel momento de mi vida.

Él es ese típico chico popular del cual todos están enamorados, ese de cabello castaño perfecto, dientes más blancos que la nieve, piel perfectamente blanca con un ligero brillo dorado en ella, ojos azules como el cielo en un día despejado y tan grises como un día de tormenta, ropa fina y costosa, capitán del equipo de fútbol, él que tiene la mejor novia del lugar, aquel chico que es amable y caprichoso, que cuida su imagen al cien por ciento, se mira al espejo cada cinco minutos, barbilla fuerte con unos increíbles pómulos bien formados, el mejor cuerpo que jamás haya visto, voz suave y ligeramente ronca, con calificaciones no tan buenas; pero lo bastante aceptables para estar conforme, una familia unida y perfecta, todo él es perfecta e incrédulamente perfecto... Y ustedes entenderán que más, creo que he dicho de más, mi lista esta repleta sobre cosas sobre este hombre.

Y eso, apestaba. Odiaba sentirme así de mal por el simple echo de que me gustara una persona, sobre todo, que me tuviera que gustar él.

Realmente yo no creía en el amor. Nunca creí que fuera algo de lo cual sea emocionante, que te deje sin aliento. No. Digamos que una sola vez pensé que me había enamorado. Y ese momento fue cuando observe al chico de enfrente jugar con un balón de fútbol desde mi ventana. Su balón había caído en mi patio, mis ojos, en sus mares profundos que me hundieron cual barco, pero esa es otra historia... era solo un niño. Y por lo cuál no había un solo problema.

O sí.

Era un chico.

Y él.

También lo era.

En ese mismo instante supe lo que quería. Lo quería a él. Sí, lo sé, es algo imbécil. Pero qué mas, yo era un pobre niño gay de siete malditos años, que moría por su vecino de enfrente, que amaba jugar las barbies de su hermana a escondidas, le gustaba dibujar flores debajo de la cama sobre los tablones, comía solo encerrado en el baño, hasta que un rubio de ojos azules decidió preguntarle sí estaba bien.

En fin. Todos los años pasaron volando, literalmente. En un pueblo tan aburrido y realmente pequeño como Holmes Chapel, todo puede pasar. En mi familia, crecieron los rumores, se agrandaron los problemas, hubo desgracias muy impactantes para todos, decepciones catastróficas, problemas entre familia, secretos revelados, otros no fueron revelados, entre más.

En Pedazos.Where stories live. Discover now