La tarotista por Vanessa González Villar

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Dedicada a Encarna con todo mi cariño. Deseo de corazón que a cada persona que has ayudado en esta vida te aporte un poquito de su luz para que pronto te recuperes y sigas repartiendo amor.

Estudié psicología porque me gusta ayudar a las personas. Tengo una teoría y es que "No puedes cambiar el problema, pero sí el planteamiento". Ayudo a las personas a cambiar su forma de pensar. Al principio fue muy duro, lo reconozco. Vivimos una crisis mundial y nadie está interesado en gastarse cuarenta o cincuenta euros en una visita al psicólogo para sentarse a hablar de sus problemas. A parte que no está muy bien visto ya que eso implica reconocer que tienes un problema. No fue fácil encontrar trabajo y menos de lo mío; así que no tuve más remedio que aceptar un trabajo por horas en una cafetería. Y allí conocí a Encarna. Era una señora viuda que todas las tardes a la misma hora, venía sola a tomarse su poleo con anís. A veces, cuando el trabajo me lo permitía, me sentaba con ella un rato a hacerle compañía. Me contaba sus historias y con el tiempo nos hicimos grandes amigas. Un día, me invitó a cenar a su casa, porque tenía algo que enseñarme.

—Ven, quiero que veas mi lugar de trabajo.

Cuando abrió la puerta del despacho, me quedé francamente sorprendida.

—¿Eres una bruja de esas que leen las cartas?

—Bueno, yo prefiero que me llamen tarotista.

Al parecer no sabía tanto sobre ella. Y yo que pensaba que era jubilada...

—Verás, cuando vives sola y te das cuenta que te has hecho mayor para ciertas cosas, te sobra tiempo por todas partes. ¿Y qué mejor que invertir ese tiempo en ayudar a otras personas, no te parece?

Lo que a mí me parecía es que echándole las cartas no les iba a ser de mucha ayuda; pero me lo callé.

—Me gustaría hacerte una tirada.

—¿A mí? Yo no creo en esas cosas.

—Mejor; así, pese a lo que salga, serás capaz de tomar tus propias decisiones. ¿Qué te gustaría saber?

—Pues si voy a encontrar un trabajo decente.

—Sí, no hace falta que te tire las cartas para saberlo. ¿Por qué no te hago la tirada del amor? No es bueno estar tan sola, te lo digo por experiencia.

Suspiré; porque a esas alturas de la vida no creía en las cartas, pero mucho menos en el amor.

—Vas a conocer a un hombre rubio de uniforme. Será en una fiesta, posiblemente por navidad. Os veo firmando papeles. ¡Mira! La carta de los enamorados.

—Muy bonita...

—No sabes lo que eso significa, ¿verdad?

—¿Que voy a conocer al hombre de mi vida?

—Yo prefiero decir: el hombre al que estás destinada.

—Encarna, agradezco tu interés pero ya te he dicho que no creo en estas cosas.

—Bueno, y yo ya te he dicho que mejor para ti. Ya me lo contarás...

Volví a suspirar; estábamos en enero y en un par de meses ya quién se acordaría de todo eso.

—En realidad no te he invitado a mi casa solo para echarte las cartas.

—Yo vine por la cena...

—Quiero proponerte algo... —continuó diciendo; no me podía creer lo que estaba escuchando.

—¿Quieres que me haga bruja?

—Yo prefiero llamarlo tarotista.

Quería que me quedara con su negocio. Encarna echaba las cartas mediante una red telefónica de las del 806.

—Eso es como estafar a las personas vulnerables; además, yo no sé leer las cartas.

—Yo te enseñaré. Y no estás estafando a nadie; si levantan el teléfono para contactar conmigo, lo hacen voluntariamente. Mira pequeña, la mayoría de las personas, cuando llaman solo necesitan que alguien les diga que sí, ¡adelante! Porque por ellos mismos no son capaces de creer aquello que quieren creer. No sé si me explico. A fin de cuentas tú y yo no somos tan distintas. Solo te estoy pidiendo que apliques tu psicología a las cartas. Vas a ayudar a más personas con este teléfono, que si los sientas en un diván. Y es bastante más económico. Procura no alargar la llamada más de diez minutos que son unos quince euros aproximadamente.

¡Y me convenció! Tardé un par de meses en aprender el arte de la cartomancia y hoy ya llevo un año ayudando a las personas a ser felices. A fin de cuentas, el futuro es algo que se reescribe constantemente y por tanto se puede cambiar. Tengo clientes fijos, la mayoría de ellos no son conscientes, pero solo llaman porque necesitan alguien con quien hablar. Algunas veces incluso llaman para decirme que mis pronósticos se han cumplido. Eso es lo que ellos creen, yo solo les indico el camino a seguir para alcanzar sus propias metas. Os estaréis preguntando si Encarna acertó en algo. Pues veréis... ¡tengo novio! No es rubio ni moreno —en realidad no lo sé porque prefiere llevar el pelo rapadov. Lo conocí en un pub un día después de la festividad de Reyes y no lleva uniforme porque es futbolista —aunque Encarna insiste en que el uniforme del equipo también cuenta—. De momento el único papel que hemos firmado es el del préstamo del piso; pero dicen que una hipoteca une mucho más que cualquier contrato matrimonial. No sé si será el hombre de mi vida, de mi destino o de lo que sea... pero a mí me gusta creer que sí.

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Acerca de Vanessa González Villar

Originaria de Valencia, España.

Sus novelas:

· En algún lugar.

· Cosas que sólo me pueden pasar a mí.

· El luto de la novia.

· En el mar de tus ojos.

· El amor es una...

· De cupido nadie se enamora.

· Adiós Mireia.

Sus relatos:

· Nuestros deseos.

· El espejo.

· La cremá.

· Mujer valiente.

· Mi fierecilla indomable.

· amanecer a tu lado.

· La mexicana.

· El último caso.

· La boda.

· En la oscuridad.

· El hilo del destino.

· Diario de abordo.

Sus relatos solidarios:

· La torre.

· Un nuevo destino.

· Los amores de carlota.

· El color de tus alas.

· Mis zapatos mágicos.

· No se lo digas a nadie.

En línea:

Sitio web: vanessagonzalezvillar.blogspot.com.es

Romance en tinta: AntologíaWhere stories live. Discover now