-Hey tú. No hables y lárgate por favor, te queda prohibido pasar por esa puerta de nuevo.

-¡Mamá!

-Y tú señorita, estas castigada.

-Señora, por favor. Christina no es una niña, ya puede cuidarse sola, tiene diecinueve años.

-No me hables así, respétame.

Asaiah alzó las manos en señal de rendición y salió por la puerta con una sonrisa en la cara. ¿Por qué mierda está riendo? No debería de reírse de esto.

-De lo que hablamos hace unos cuantos días y luego te encuentro en el sillón con él. A punto de… eso.

-Ay mamá, por Dios. –Moví las manos al aire. –No pasa nada.

-¿Cómo de que no? Deberías de tener algo de respeto por ti misma.

-¿Qué? ¿Crees que no me doy a respetar? –Me estaba enojando.

-Pues por lo que veo.

-Ay mamá, no digas nada, que si yo no me diera a respetar sería igual que Clarisa.

-¿Qué? –Mierda no debí de haber dicho lo último. -¿Ella que hace?

-Nada mamá, nada.

Me puse de pie y comencé a subir las escaleras. NO quiero enfrentar una discusión con ella, no, no ahora.

-¡Vuelve aquí!

-Mamá, tranquilízate. No pasó nada de malo. –Dije sin mirar atrás.

Salí de mi cuarto cuidando que mi madre no me viera, no quiero volver a discutir con ella. Nunca me ha gustado discutir con mi mamá.

Salí rápidamente para poder ir por la mochila nueva que estaba en el librero de la sala.

Regresé a mi cuarto más que dispuesta a comenzar a guardar mis cosas dentro de la mochila. Es mejor tener las cosas listas antes de que sucedan.

Dejé la mochila ya lista con todas mis cosas escolares sobre la silla de mi escritorio y fui al baño a tomar una ducha.

Saliendo me tumbé en mi cama a esperar que mi cabello húmedo se secara. Mi celular vibró y me deslicé para contestarlo.

Número desconocido. Qué raro. Contesto.

-¿Hola?

-Cure, soy yo.

-Ah, hola. No es el número de siempre.

-Sí, lo que pasa es que lo tuve que cambiar por uno nuevo, uno que no lo pudieran rastrear.

-Oh.

-Deberías cambiar el tuyo también.

-Bueno, es que, bueno yo no sé dónde conseguir un chip que no sea rastreable.  

-Bueno, no te preocupes. Yo te consigo uno.

-Pero, ¿Por qué chips no rastreables?

-Porque así estamos más seguros.

-¿De qué?

-Demonios, Christina, no te lo puedo decir. Solo intento protegerte.

-Pero no entiendo exactamente de qué.

-Es mejor así.

-Eres imposible. No me dirás.

-Recuerda cuanto tarde en decirte mi nombre. Esto, no creo decírtelo nunca.

BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora