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Giselle

«—Hemos decidido inducir el coma en Chase —»

Creí que eso iba a ser lo más difícil que escucharía desde que Chase entró al hospital. Pero me equivoqué. Vaya que lo hice. Lo más difícil, aparte de eso, es verlo ahí, en esa cama, conectado a tantas máquinas.

El tiempo aquí, cuando entro a verlo, parece que se detiene. No existe. Siento que aquí, tomando su mano, solo pasan segundos, luego entra una de las enfermeras y me dice que mi tiempo ha acabado, y tengo que volver a alejarme de él.

— Hoy tuve un examen súper difícil de matemáticas — digo, sin dejar de verlo a la cara. Tiene los ojos cerrados, y a veces (siempre) me pregunto si me escucha.

Creo que no importa en realidad, o tal vez sí, no lo sé, pero le hablo, lo pongo al tanto, porque quiero que sepa que, por más difícil que es esto, sigo saliendo adelante. Creo que a él le gustaría eso.

— Creo que no salí muy bien — sonrío de medio lado y desvío la mirada a la enfermera que nos hace compañía. Está cambiando la bolsa de suero. La mujer me mira. Me regala una sonrisa de pesar, y luego sigue con lo suyo. Y yo sigo con lo mío también —: Pero hice lo mejor que pude, ¿sabes?

Lo miro atenta.

No hay reacción.

Trago saliva y sigo hablando:

— Hannah se compró una máquina de coser ayer en la tarde. Dijo que lo primero que va a hacer es un par de calcetines para ti. Así que… ponte bien, eh. La chica se ve muy emocionada con la idea de hacer ella misma sus prendas y la de sus amigos.

Otra vez no hay reacción.

Miro a la enfermera. Me está mirando otra vez. No me gusta la manera en la que me observa.

— ¿Crees que él me escuche? — Decido preguntar.

— Estoy segura que sí. Y creo que el motivo por el que sigue luchando, es justamente por todo lo que escucha aquí.

Me regala una sonrisa y yo intento devolverle el gesto, pero estoy segura que no ha salido muy bien.

— Cinco minutos— me recuerda antes de salir se la habitación, dejándome a solas con Chase.

Desvío la mirada a él y trago saliva. Apenas me pasa. Tengo un nudo enorme en la garganta. Esto es horrible.

— No sabes lo mucho que odio verte ahí— le digo. La garganta me duele. Raspa. — Necesito que te pongas bien. Necesito que te levantes de esa cama.

Otra vez no hay reacción de su parte, solo el sonido de su corazón, que se hace escuchar gracias al ruido del monitor que está conectado a él.

Aprieto su mano.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora