Señor – le suplique –, ¿Eres tu quien ha escapado del reino de las criaturas de la noche o has sido enviado por los dioses para ser el guardián de mi enajenado cuerpo? Aplaca mis dudas y muéstrame tu rostro para reverenciarte si así lo deseas, te lo agradeceré ferviente, yo te lo suplico.

El engendro comenzó a desfigurarse.

Abríase su boca mientras se comía a sí mismo hasta transformarse en una masa palpitante que pronto adoptaba una nueva forma.

Una figura sombría y grotesca como tal.

Una forma incluso mas repugnante que la anterior emergía del engendro.

Su cuerpo era el de un cuervo...

No, una urraca.

Pero su rostro era el de una mujer.

El engendro se había convertido en una arpía.

Mi mente se idiotizaba por aquel acto, no podía hacer mas que paralizar mi cuerpo dejándolo a merced de la bestia.

Sus ojos mal formados tornábanse mas macabros que antes.

En su mirada no había nada mas que maldad y odio puros.

No te dejare vivir – profirió el pajarraco.

Esas palabras me afectaban aun más que las anteriores.

Mi mente no alcanzaba a vislumbrar lo que la bestia quería de mí.

De todas las formas que pudo haber tomado, adquirió la mas inquietante.

Aterrador como tal.

Su voz milenaria se alzo para exigirme sus demandas:

Bríndame mi tributo.

Sublevado por aquel ser, no tenia opción mas que obedecer.

Lleve mi mano a un costado y luego de desgarrar y levantar mi piel tome una de mis costillas derechas para ofrecérsela a mi inusual invitado.

Gustoso acepto mi ofrenda.

Arpía – grite exasperado –, seas mensajero del mal o de la noche ¿Qué deseas?, ¿Por qué me has visitado esta noche?, dime la verdad ¿Me liberaras o me esclavizaras aun mas? Respóndeme que yo te lo suplico.

Y la arpía guardo silencio...

Arpía, seas angel o demonio, te ruego que tranquilices mi alma perturbada aclarando mis dudas, ¡Dímelo!, ¡¿Quién eres y que deseas?! Responde, te lo suplico.

La arpía comenzó a engullirse a si misma formando nuevamente aquella masa palpitante.

Mi ser clamaba por esclarecer mis dudas.

Mi mente comenzó a rozar la locura a medida que aquella masa tornábase a su nueva forma.

Era yo.

El engendro mutaba nuevamente para transformarse en mi.

No dejaba de ser deforme y grotesco como tal.

Era claramente una versión corrompida de mi mismo.

Jamás te abandonaré – afirmo la bestia con absoluta seguridad.

Me estremecí totalmente al escuchar aquella aberración.

Cuando antes anhelaba una compañía cualquiera, ahora deseaba nuevamente mi soledad.

Yo soy tu Némesis – me aclaro con soberbia.

Fue entonces cuando lo comprendí.

La bestia no me dejaría vivir ni morir.

No me abandonará.

Torturará y a atormentará mi cuerpo, mente y alma hasta que ya no quede nada de ellos.

Hasta que los días se agoten y se cumpla la eternidad.

La bestia se postró ante mi y yo me alimenté de él hasta que mi hambre se hubo saciado.

Por hoy ha desaparecido.

Pero regresara al caer de nuevo la noche.

El engendro visitara mi celda todas las noches.

La bestia será mi Némesis, mi castigo.

Me alimentará con su cuerpo y el comerá del mío.

Hasta que los días se agoten y se cumpla la eternidad.





Que demonios...

¿Que el comía y ella comía que...?

¿Que... que?

*Explota*

→ Las historias de los creepypastas. ←Where stories live. Discover now