Carta

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Se acercaba la navidad y por ello las calles de ese conocido barrio estaban cubiertas de luces y adornos que hacían levantar la vista a todos los niños que paseaban por allí, sonreían y tiraban de los abrigos de sus padres diciendo lo poco faltaba para que llegara Santa Claus, pedían regalos y clamaban a voz en grito los dulces que tomarían en esas fechas tan señaladas.

El informante más famoso de la zona paseaba por esas mismas calles pero su cabeza se atestaba con otro tipo de ideas. Llevaba los brazos cruzados sobre su estómago buscando mantener el poco calor corporal que tenía y su vista centrada en el suelo que tenía frente a sus pies. ¿Cuánto tiempo había pasado? Lo recordaba perfectamente, habían pasado 7 meses y 12 días desde que aquella persona lo dejó.

Se detuvo en una esquina y echó un vistazo a su móvil para verificar que había llegado temprano a su cita, como de costumbre. Miraba el fondo de pantalla y sin darse cuenta llevó la foto a sus labios para dar un beso sobre la pantalla. Le echaba de menos, tanto que desde entonces no había conseguido dormir una noche completa. Acarició la pantalla momentos antes de bloquearla y guardar el aparato en el bolsillo de su abrigo.

-¿Por qué no levanto cabeza desde que te fuiste...Shizu-chan?

Los minutos que tardaba su cliente en llegar fueron espantosos para el moreno pues no dejaba de recordar todos los momentos que había pasado junto a su adorada bestia; no iba a negar que él mismo estuvo interesado en Shizuo desde que se conocieron, le miraba, le buscaba, le provocaba hasta que un día se dio cuenta  que con eso no tenía suficiente, quería más, mucho más. Fue Izaya el que se armó de valor y dio el primer paso, sonrió al recordar la expresión del rubio en ese momento, nunca le había visto poner una cara de asombro mayor y aunque se tiró semanas negándolo al final, y ayudados de una buena sesión de alcohol, ambos aceptaron lo que sentían el uno por el otro.

Desde ese momento todo cambió entre los dos, ya no peleaban a no ser que fuera algo planeado para mantener las apariencias ante la gente, los pocos amigos que lo sabían les dieron todo su apoyo, y sus vidas cambiaron radicalmente.

Izaya posó los dedos sobre sus helados labios cuando el recuerdo de su primer beso se hizo presente, los besos del rubio eran bruscos al principio y bastante inexpertos pero aprendió a tratarle bien, luego eran tiernos y suaves llegando a ser bastantes juguetones cuando mordía su labio o jugaba con su lengua de una manera que hacía estremecer al pequeño informante. Conforme recordaba más y más sus manos se deslizaban por su tembloroso cuerpo rozando cada zona que el rubio hubiera tocado, cuando enredaba los dedos entre sus cabellos, rozaba sus muslos, acariciaba su torso o capturaba sus pezones entre dos dedos; por último llegó al borde del pantalón sintiendo que esos pensamientos estaban fuera control y su cuerpo reaccionaba a ellos de una manera que no podía permitirse en ese momento.

Sacudió la cabeza para deshacerse de esa molesta sensación y al levantarla pudo observar como un elegante coche negro estacionaba frente a él y abría la puerta para indicarle que debía entrar.

Su cliente había llegado y sabía perfectamente lo que eso significaba aunque no quisiera hacerlo.

Una hora más tarde.

El coche se detuvo e Izaya se apresuró a salir recolocando su abrigo y agradeciendo en lo más hondo de su ser el aire helado que tocaba su cuerpo.

Al llegar a la acera pudo escuchar un "nos veremos pronto" al cual asintió sin darse la vuelta y seguir caminando por aquellas calles llenas de dolorosos acontecimientos. Buscaba algún recuerdo al que aferrarse para poder quitar el mal sabor de boca que le había dejado dicha cita hasta que se chocó con alguien cayendo al suelo. Se quejó por el punzante dolor que sintió en su cadera y cogió la mano que le tendía la persona con la que había tropezado hasta que, al tocarla, un escalofrío recorrió su columna. No era posible, de todas las personas con las que podía tropezar en las calles de Ikebukuro ¿Por qué tuvo que ser con Shizuo?

Se levantó a toda prisa obviando el dolor pues, la vergüenza y las ganas de huir eran aún mayores. Limpió su ropa y se apresuró a tapar la marca rojiza de su cuello a la vez que bajaba la mirada.

-Gracias Shizu...o – se atrevió a levantar la vista cosa de la que se arrepintió al momento, su amado rubio iba de la mano de la rusa que le sonreía victoriosa – me voy – musitó antes de salir corriendo sin escuchar la voz que tanto anhelaba, las lágrimas recorrían su hermoso rostro sin control ninguno hasta que se cobijó tras los contenedores de un callejón oscuro. Tenía que calmarse, ya no era su rubio, ya no era su Shizu-chan.

Los días pasaban monótonos y vacíos. Izaya iba y venía de un lado otro con esa habitual expresión cínica que enmascaraba su frágil corazón. En una de sus salidas pudo observar a unos niños que, llenos de ilusión, hacían cola para depositar unas coloridas cartas en el buzón navideño de la plaza.

Era una estupidez y lo sabía, tenía muy claro que ningún ser barbudo y vestido de rojo por muy mágico que fuera sería capaz de cumplir sus deseos, entonces ¿por qué llevaba una carta y un sobre guardados en el bolsillo interior de su chaqueta?

Al llegar a casa dejó el papel sobre el escritorio y lo miró con odio. Ya era mayorcito para creer en esas tonterías y sin embargo una parte de él deseaba escribir aquello que más anhelaba y esperar a ver si se cumplía. Finalmente se decidió a escribir.

Querido Santa:

Soy Izaya y ya sé que no he sido el chico más bueno del mundo, siendo sinceros he sido bastante malo, pero pienso que ya he pagado por ello. Nunca necesité algo tan absurdo como el amor, pensaba que hacía débil a las personas y que no podía ser tan fabuloso como para dejarlo todo por ello pero...Me equivoqué.

Me enamoré y de la persona menos indicada. Fue difícil pero al final ambos nos amamos. En toda mi vida fui tan feliz como esos días, me sentía querido y esa sensación cálida borró todos los años de soledad que había pasado.

Todo ello desapareció, y ahora estoy peor que nunca, por eso pienso que ya he pagado por mis fechorías. Aquí viene mi deseo el cual espero que puedas cumplir.

Deseo que Shizuo sea feliz.

He descubierto que nada vale la pena si él no es feliz, si no sonríe como yo lo hacía a su lado o si no pasea con esa dulce expresión que hace que todo mi mundo se detenga. Quiero que sea capaz de rozar el cielo tal y como yo pude hacerlo entre sus brazos.

El otro día pude ver que su expresión estaba seria y eso me duele profundamente. Me da igual si es conmigo o con ella pero quiero que vuelva a ser el chico sonriente que pude ver cuando estuvimos juntos.

Fdo: Orihara Izaya

Un par de lágrimas cayeron sobre el papel. Se frotó los ojos y guardó esa hoja escrita a mano en el sobre previamente comprado para ello.

Al llegar la noche y cubierto por la tan conocida oscuridad fue hasta la plaza con la carta guardada a buen recaudo. Tras comprobar que estaba solo se acercó al adornado buzón y miró al cielo del cual empezaban a caer unos copos de nieve.

-Ojalá existieras para que cumplas mi deseo.

Dejó caer la carta por la rendija y finalmente se marchó de allí.

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¡Hi Hi!

Esta pequeña historia me vino a la mente entre compras navideñas y luces por todos lados. 

Ya me centro en lo que tengo a medias pero ¿qué puedo decir? Prácticamente se ha escrito sola xD

Aprovechando las fechas próximas y la temática del one-shot...

¡¡Feliz Navidad a tod@s!!  Y que Santa cumpla todos los deseos 

  Byee

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Mi deseo para esta NavidadOnde histórias criam vida. Descubra agora